Terror en Netflix, ¿cantidad frente a calidad?

Estos días ha saltado a la palestra, y ha corrido como la pólvora en algunos ambientes, una noticia sugestiva para la producción audiovisual. Netflix se gastará la friolera de 8.000 millones de dólares en la producción de películas con su sello en 2018. La cadena de streaming invertirá en material propio el año próximo para terminar de posicionarse en el mercado, planteando el lanzamiento de ochenta títulos, más de una propuesta por semana de estreno, nada más y nada menos. Entre las previstas, 'The Irishman', de Martin Scorsese, con Robert De Niro y Al Pacino, pero no todas podrán contar con tan jugosa carta de presentación. Varias referencias han visto la luz en la plataforma online coincidiendo en el tiempo con esta información, enfatizando una cuestión, ¿realmente estamos viendo proyectos de calidad o importa más la cantidad y la presencia de la marca? Porque, al igual que ocurre con la avalancha de series, cuya oferta es imposible de seguir, en el apartado de largometrajes propios no es oro todo lo que reluce, más bien todo lo contrario. Cuesta encontrar piezas con buen nivel en el maremágnum de posibilidades que ofrece el popular portal de entretenimiento.

Hace exactamente una semana Netflix lanzó 'The Babysitter', una película de terror 'teenager', con unos agradecidos 85 minutos de duración, dirigida por McG, responsable del look videoclipero de la franquicia cinematográfica 'Los Ángeles de Charlie'. Especializado últimamente en la realización televisiva, en series como 'Arma letal' o 'Cazadores de sombras', tras el traspiés de 'Termination Salvation' ha optado por enganchar al espectador tirando de una idea habitual en el género. Un chaval descubre que su niñera, elemento recurrente en las historias horripilantes, se entrega a un ritual satánico todas las noches cuando está dormido. El beso entre Bella Thome ('Scream', la serie) y Samara Weaving ('Monster Trucks'), congelado en un frame, rula por internet como genial maniobra publicitaria. Estamos ante un producto de rápido consumo, pensado para la audiencia juvenil, sin más pretensiones, tan directo como olvidable una vez terminados los créditos finales. El humor que empapa el relato macabro ayuda a que no se hunda el barco de manera catastrófica. Si se visiona desde un punto de vista trash, incluso pop, cumple con el expediente Z.

También hace pocas semanas vio la luz la esperada versión de uno de los libros superventas de Stephen King, 'El juego de Gerarld', anunciada a bombo y platillo. El mayor problema de esta adaptación es querer ser demasiado fiel al material original, lastrado por un epílogo innecesario. Carla Gugino ('San Andrés') y Bruce Greenwood ('Spectral') encarnan a un matrimonio en horas bajas que van a pasar unos días a una casa perdida en un bosque con la intención de insuflar energía a su relación. El tiro les sale por la culata cuando imbuidos en un juego sexual con el ánimo de cargar pilas el hombre cae fulminado por un infarto mientras ella está atada a la cama sin poder soltarse. Empieza una lucha por la supervivencia que canta a telefilme. Dirige Mike Flanagan, artesano del género fantaterrorífico, responsable de 'Oculus. El espejo del Mal', 'Ouija: El origen del mal', secuela de un éxito imprevisto, 'Somnia. Dentro de tus sueños', y 'Hush', también disponible en Netflix, todas ellas muestras de cine de terror bien orquestado, sin estridencias, tan manido como efectivo. A la par, el hype 'The Bad Batch', titulada 'Amor carnal' en la plataforma, entró discretamente en su catálogo como ejemplo de una iniciativa de la que se apropian también participando en su financiación con la compra de los derechos de distribución, ofreciendo el estreno directo. Lo nuevo de Ana Lily Amirpour, responsable de la sobrevalorada 'Una chica vuelve a casa sola de noche', confirma que la cineasta alabada por los hipsters, discípula de Jarmusch, tiene buena capacidad visual pero parece no tener nada que contar. Describe con acierto un futuro apocalíptico que termina quedándose en anécdota. Tres ejemplos mentados que no cumplen con las expectativas. Igual hay que ponerse exigentes antes de que la distribuidora y productora de moda se coma el mercado.

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