«Con Juana a veces siento que me va a dar algo»
Concha Velasco llega hoy a Avilés con las localidades agotadas para dar vida a la reina de Castilla en la obra de Ernesto Caballero
PPLL
Viernes, 3 de marzo 2017, 03:43
Está loca de amor por su personaje, con una 'Reina Juana' que la hace sufrir y gozar en el escenario, que la tiene leyendo e investigando desde hace más de un año y que le regala aplausos hasta por bulerías (así sucedió en Sevilla). Hoy, la gran Concha Velasco (77 años magníficos) se sube a las tablas del Teatro Palacio Valdés para dar vida a un monólogo escrito por Ernesto Caballero bajo la dirección de Gerardo Vera.
Juana es un personaje en la memoria colectiva. ¿Pero realmente se la conoce?
No, es la gran desconocida y la gran maltratada de nuestra historia. Es un personaje tan conocido, tan recreado, tan bien interpretado, en television, en películas, en teatro, pero lo que cuenta Ernesto Caballero es lo que no se sabía, que es que estuvo 46 años encerrada, que se dice pronto, sin renunciar a su Corona. Hasta el emperador Carlos está gobernando en usufructo porque nunca cedió su Corona. La encerraron loca de amor y lo que se cuenta es su última noche, esa es la modernidad de este espectáculo.
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Y en esa última noche se descubre.
Tenía una salud de hierro y vive hasta los 76 años, muere un año antes que su hijo emperador. Ella nunca había confesado y esa última noche permite a Francisco de Borja, duque de Gandía, al que Juana conocía desde niño, que entre a verla y a él le cuenta muchas cosas.
Se la ve feliz.
Me da muchas satisfacciones, aunque también me cuesta meterme en el personaje. Y sobre todo me cuesta salir de él.
¿Qué tal la experiencia con Gerardo Vera en la dirección?
Yo pensaba que no nos íbamos a entender, pero ha sido una relación maravillosa.
Creo que ha leído y ha visto todo absolutamente sobre Juana para preparar el papel.
Estuve un año estudiando esta obra. Fíjese que hace una semana fue el aniversario de la primera lectura y solo ensayamos cuatro semanas. Íbamos todos tan preparados que no hizo falta más. Yo hacía 'Eugenio y Olivia' y me levantaba a las cinco de la mañana para leer e informarme. Y todavía estoy descubriendo cosas.
¿Es su manera habitual de trabajar los personajes?
Cuando tengo la oportunidad de poder leer y documentarme, como en el caso de Santa Teresa y Juana, me gusta hacer esa tarea investigadora, y cuando es un personaje de ficción, he aprendido de José Carlos Plaza a buscarme antecedentes.
¿Cómo fue el proceso de enamoramiento del proyecto?
Juan José Seoane me mandó este texto a sabiendas de que estaba contratada y que tenía que pedir, como los jugadores de fútbol, que me traspasasen para poder hacerlo. Me enamoré del texto y empecé a investigar: a leer, me mandaban cosas, buscaba en las librerías de viejo...
¿Ha sentido alguna vez que tenía algo de locura aceptar un reto tan complicado?
No. De locura no tiene nada. Yo tengo pasión por mi trabajo. Soy vocacional. Al teatro, a este arte de la interpretación, se llega de muy diferentes maneras, pero para mantenerse hay que tener una gran vocación.
¿Qué tiene Concha de Juana y qué Juana de Concha?
Nada y todo. A mí no me ha maltratado nadie, ni he sentido ese desprecio absoluto que vivió ella. Fíjese que Felipe II hay días que me cae bien y hay días que me cae mal.
¿Y cómo lo gestiona en escena?
Yo no improviso nunca nada, el actor no tiene que improvisar, tiene que parecer que lo que hace es nuevo cada día. Esa es la gran dificultad del actor. Yo, que he estudiado todos los métodos, finalmente me quedó con el adjetivo de Berlanga, que es ser de tripa. Pero volviendo a su pregunta anterior, no siento ninguna necesidad de buscar paralelismos personales. Yo no cuento nunca la historia de mi vida. De eso solo hablo con mis dos hijos. En el escenario se aparca lo propio y uno vive el personaje.
¿Y lo sufre?
Sí. El desprecio que vive esta mujer, el amor que siente por sus hijos... Hay un momento en la obra que es tan doloroso que a veces no puedo seguir, siento que un día me va a dar algo. Me cuesta físicamente, es una mujer que se muere esa noche y que intenta recordar los momentos felices y los momentos trágicos. Es precioso, es un trabajo tan bonito que en esta ocasión también me han ofrecido otro proyecto, pero no he pedido el traspaso.
Las actrices se quejan de que no hay buenos papeles femeninos. Usted no puede.
Yo no lo puedo decir, no. Pero de todas formas quiero defender a mis compañeros, soy corporativista, porque los actores somos los grandes incomprendidos.
¿Hay qué saber gestionar los años en los escenarios?
Hay que saber envejecer con dignidad. Decía Sabina en una entrevista que él no sabía, yo perfectamente. He hecho lo que tenía que hacer. Tengo 77 años y me niego a enseñar las piernas, los brazos, soy coqueta y me veo estupenda. Soy relativamente feliz, tengo casi todo lo que he querido y una familia que me hace tener los pies en la tierra, que me trata como persona y no como estrella.
Pero a veces parecen ustedes más que estrellas extraterrestres, salen a escena hasta en los peores días de sus vidas. ¿Cómo es posible?
Se sale cuando se ha muerto un familiar y cuando estás enfermísimo te curas para la función. Yo creo que es el respeto al espectador, el respeto enorme que yo siento por alguien que ha comprado una entrada y se merece que no se suspenda por nada del mundo. Pero nada de esa tontería tan manida de morir en el escenario. Eso sería una falta de respeto al espectador.