«Me opuse a la reconstrucción del Templo Mayor. Su destrucción es un hecho histórico»

En febrero de 1978 -pronto hará 45 años- una cuadrilla de trabajadores de la compañía eléctrica de la Ciudad de México encontró una gran piedra circular durante unas obras de cableado en el subsuelo de una zona cercana a la catedral. El monolito representaba a la diosa lunar de los mexicas y aquel descubrimiento casual suponía el hallazgo del Templo Mayor de su capital Tenochtitlan, del que no se tenía noticia desde los tiempos de la conquista. Lo relató ayer en el salón de actos de la Biblioteca de Humanidades del Milán, el arqueólogo que se hizo entonces cargo del yacimiento y que lo convertiría en un auténtico modelo de espacio musealizado, el Premio Princesa de las Ciencias Sociales, Eduardo Matos Moctezuma.

El historiador desgranó este y otros importantes episodios acerca del Templo Mayor mexica en el encuentro que mantuvo con estudiantes, arropado por el catedrático de Arqueología José Avelino Gutiérrez, además de las investigadoras Renata Ribeiro dos Santos y Patricia Suárez Manjón. A su llegada había sido recibido por el rector de la Universidad de Oviedo, Ignacio Villaverde, y el decano de Filosofía y Letras, José Antonio Gómez, quienes le mostraron la placa que lleva su nombre en el pasillo de acceso a la biblioteca, junto al de otros galardonados con los Premios Princesa. Luego, en un salón lleno, Matos Moctezuma, invitó al público asistente a acompañarle por la prodigiosa aventura que ha recorrido con su equipo multidisciplinar durante estas cuatro últimas décadas al corazón de la perdida Tenochtitlan.

«Para los mexicas el Templo Mayor suponía el centro del universo», aseguró el arqueólogo acerca de este recinto sagrado cuya fecha de fundación se sitúa en 1325 y que sería destruido por las tropas de Hernán Cortés en 1521. Las crónicas escritas, un plano del conquistador, además de los realizados por los frailes Bernardino de Sahagún y Diego Durán, sirvieron al equipo de Matos Moctezuma de guía en sus excavaciones. Muchos de los hallazgos que se encontrarían -explicó el investigador- no aparecían en esas fuentes: «Fue el caso de las múltiples ofrendas colocadas en distintos puntos de las edificaciones que conectaban el templo con los dioses y sobre las que nada dijeron los informantes indígenas». Así, paso a paso, irían emergiendo las ruinas de la ciudad mexica, un largo proceso que su descubridor calificó de «no exento de dificultades», entre ellas la polémica que se vivió durante la fase final de musealización: «Hubo voces destacadas que pedían la reconstrucción del Templo, yo me opuse porque su propia destrucción era un hecho histórico», desveló el Premio Princesa.

Durante el turno de preguntas de los estudiantes, el historiador subrayó, algo que viene repitiendo desde su llegada a Oviedo: «La arqueología nos está dando nuestra propia historia, todo ese legado confirma lo que fuimos y de esa lección del pasado deviene lo que somos», afirmó.

Tras el encuentro con el alumnado de Humanidades, Eduardo Matos Moctezuma mantuvo un almuerzo profesional con docentes y arqueólogos de la Universidad de Oviedo en un café-librería próximo al campus, especializado en gastronomía y cultura mexicanas. Allí, en un ambiente distendido, el historiador puedo conocer las inquietudes académicas de sus colegas e incluso escuchar en vivo música tradicional de su país.