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«Trump y Hugo Chávez son muy parecidos y creo que se estudiaron mutuamente»
Alma Guillermoprieto. Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018 ·
«Los problemas de América Latina son la desigualdad estructural y el fracaso de los modelos educativos. EE UU es un vecino complicado porque su masa nos desequilibra»AZAHARA VILLACORTA
OVIEDO.
Martes, 16 de octubre 2018, 01:23
Alma Guillermoprieto (Ciudad de México, 1949) se considera reportera antes que periodista y defiende el oficio de a pie, el mismo que lleva practicando durante cuarenta años libreta en ristre, sin redes sociales y «usando la computadora como una máquina de escribir». Esta mujer dulce y firme a un tiempo, que detesta las sesiones de fotos, recogerá el viernes en el Campoamor el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018 por su «profundo conocimiento de la compleja realidad de Iberoamérica» y su escritura «clara, rotunda y comprometida que representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea». Exbailarina emigrada a Estados Unidos desde muy joven, afincada en Colombia y con una carrera que ha escrito sus mejores páginas en medios como 'The Guardian' o 'The Washington Post', Guillermoprieto dejó la danza para empezar a reportear en la Nicaragua de la revolución sandinista. Y no se equivocó.
-Háblemos de aquel desembarco tardío en el periodismo.
-Fue un accidente. Como tantas cosas. La vida es un accidente. Llegué a Nicaragua por ver cómo era una revolución, por curiosidad. Y comencé a escribir para 'The Guardian' sin saber que era importante. Con lo mal que pagaban, no pensaba que era un gran medio y que yo estaba haciendo algo de gran prestigio. Ocho centavos la palabra. Me acuerdo todavía.
-Consiguió entrevistar a Somoza. ¿Encontró en el dictador algún resquicio de humanidad?
-Todos somos humanos. Era un personaje sorprendentemente mediocre y de una gran frialdad. Yo creo que no se había dado cuenta de que sus horas estaban contadas y hacía lo estrictamente necesario como para cumplir lo que él consideraba que eran sus compromisos con Estados Unidos, léase la prensa extranjera.
-¿Cómo fue aquel encuentro?
-La entrevista fue fatal porque, como yo había decidido que era poco profesional llevar las preguntas apuntadas, guardé el cuaderno, me dio pánico sacarlo y se me olvidaron todas. Así que, como me habían dicho que le gustaba hablar de su familia y de sus hijos, yo le preguntaba sobre ellos todo el tiempo. Realmente, sudaba a mares. Hasta que él dijo: «Bueno, creo que ya tuvimos bastante». Y, a la mañana siguiente me llamó el periódico y les dije: «No tengo nada». «¿Pero cómo que no tienes nada?». Fue una entrevista fallida de pe a pa. No salió la nota y mis colegas, que me estaban enseñando a ser reportera, me decían: «Pero seguro que te dijo algo. Enséñanos tus notas». Y yo contestaba: «No sabía que se tenían que tomar notas».
-¿Cuál es hoy el talón de Aquiles del periodismo?
-Es el mismo que el de la sociedad. Hay una revolución tecnológica y, biológicamente, no estamos adaptados para cambios tan repentinos. Eso sirve para los animales en extinción, para los humanos frente al cambio climático y para los periodistas frente a esta revolución tecnológica. No estamos adaptándonos con suficiente rapidez. Ese es el gran peligro. Y por eso tengo que confiar en los jóvenes. Pero ellos también tienen que entender cuál es la esencia de la escritura y el periodismo, que es la ética.
-Ha dicho que es un oficio para ellos por la energía que requiere. ¿Ha renunciado a muchas cosas por él?
-Siempre he sentido que estaba ganando: países, amigos, idiomas, libertades, posibilidad creativa, paisajes...
-¿Le ha perjudicado ser mujer?
-Sí. Lo que pasa es que no me lo pareció porque nunca me interesó hacer lo que los hombres hacen. Ahora me pregunto si hubiera sido posible.
-Sacó a la luz la masacre de El Mozote, en El Salvador. Un millar de asesinatos de hombres, mujeres y niños que siguen impunes.
-Es un fracaso. En Centroamérica los fracasos han sido grandes. Ha habido tratados de paz mal hechos, a pesar de que se hicieron con muchas esperanzas. La violencia en El Salvador o en Guatemala es la evidencia. Y ver cómo está Nicaragua, donde se está reproduciendo de manera casi imposible la realidad de 1978, ver que hay gente que sabe que les toca irse ya del poder y sin embargo se aferran a él, es muy extraño. Cuarenta años para volver a quedar en el mismo lugar.
-En el resto del continente, parecía que había un cierto optimismo económico y un avance de los derechos humanos. ¿Las elecciones en Brasil lo han cercenado?
-Sí. Hay muchos brasileños que hoy en día están terriblemente tristes y aprensivos frente a lo que pueda traer el futuro y yo comparto ese sentimiento. El problema de América Latina es que nunca hemos logrado crear un ciclo de esperanza completo, y eso se debe mucho a la desigualdad estructural de nuestros países, que no ha hecho sino empeorar, y al fracaso de los modelos educativos.
-¿El caos de un país con tantos recursos como México es el paradigma de toda Latinoamérica?
-Estados Unidos es un vecino complicado porque su enorme masa desequilibra, impide el desarrollo. El tráfico mexicano es una metáfora . Uno dice: «Aquí me van a matar». Y, sin embargo, todo el mundo llega donde tiene que llegar, los accidentes son relativamente pocos, la gente entra al metro y sale en su estación, la ciudad está limpia a pesar del desastre que es la basura... O sea: nada debería funcionar y, sin embargo, funciona. Es importante ver eso. Por un lado están el caos, el desorden estructural, las sucesivas crisis económicas. Y, por otro lado, está este milagro de que a pesar de todo funcionamos.
-¿Esperanzada con la nueva etapa de López Obrador?
-Por supuesto, espero que le vaya bien.
-¿Regresaría a alguno de los lugares donde fue feliz reporteando?
-Extraño mucho Brasil. Es un lugar en el que no quisiera vivir, pero extraño mucho ese enorme caos y esa capacidad gigantesca de las poblaciones afro-brasileñas de generar alegría a partir de un material tan trágico como es su historia.
-Y la ultima, casi inevitable: Donald Trump.
-Trump y Chávez son muy parecidos y creo que se estudiaron mutuamente. Chávez tuvo una genialidad, que es que se le metió en la cabeza a todo el mundo. En las cenas, por ejemplo, uno decía: «No vamos a hablar más de Chávez». Y a los quince minutos estábamos hablando de él otra vez. Con Trump es igual, así que creo que hay que declarar días libres de él para que no se nos meta en la cabeza.
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