Crónica de un viaje entre el ADN y la barbarie
Mary-Claire King, Premio Princesa de Investigación. transitó un arduo camino para lograr identificar a los niños robados de la dictadura argentina y sus desaparecidos
No hace mucho Mary-Claire King recibía la Medalla del Bienestar Público de la Academia Nacional de Ciencias (NAS) de Estados Unido. Y entonces, en su discurso, quiso recordar su compromiso firme con los derechos humanos. Quiso viajar a la Argentina de los desaparecidos de la dictadura militar. Su trabajo fue clave para reunificar familias y precisamente el jurado que el jueves convirtió a la genetista estadounidense en Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica quiso destacarlo, puso el foco sobre la dimensión humana de la mujer que descubrió el gen del cáncer de mama.
Ella contó entonces al detalle cómo se transitó el camino para determinar los vínculos biológicos entre las Abuelas de Mayo y sus nietos a través de ese test de abuelidad que ella creó. «La historia comienza en Argentina en 1976. Entre los desaparecidos del régimen militar había madres y padres de bebés, sin embargo, casi no se encontraron cuerpos de bebés, simplemente fueron desaparecidos», introdujo la científica en aquella charla, según se recoge en la web de las Abuelas de la Plaza de Mayo. A ellas con su afán de encontrar testigos, buscar sospechosos, dar con cualquier información convirtió en protagonistas. Ellas se movilizaron por mil vías y reclamaron el apoyo de los genetistas. Querían saber si a través de un abuelo se podía determinar relación biológica. Recuérdese que eran los años ochenta del siglo pasado y esa pregunta no tenía una respuesta fácil. «¿Podemos extender las pruebas de paternidad a los abuelos si los padres no están?» era la pregunta y la respuesta acabó siendo un sí rotundo.
«Las Abuelas contactaron con la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) y a principios de 1984 esta solicitud llegó a varios de nosotros. (...) Desarrollamos las estadísticas de las pruebas de paternidad y a partir de allí una razón de verosimilitud que llamamos 'índice de abuelidad'». Reclamaron su presencia en Buenos Aires y ella fue la elegida para viajar al país en el que Raúl Alfonsín acababa de ser elegido presidente.
En 1984 estaba allí. Y había dificultades. Se requería sangre fresca de los niños que podrían ser candidatos a análisis. Todo estaba en contra pero las abuelas lejos de amedrentarse dieron con una clínica porteña que podría asumir el reto de la tipificación clínica de HLA a la que se recurría en ese primer momento. «Cuando llegué a Buenos Aires, las Abuelas me llevaron a su sede, en un modesto departamento en el centro de la ciudad. Cuando abrí la puerta, un afiche con los rostros de los desaparecidos cubría la pared y dije 'oh, Dios, ¿por dónde empezamos?'. La Abuela Rosa Roisinblit me miró y me dijo: 'Empezaremos por Paula Eva Logares'.
Así fue. Esa niña y su familia habían sido secuestrados en Montevideo y existía la sospecha de ella podía estar inscrita en el colegio como la hija de un subcomisario de policía. Se obtuvieron las muestras de sangre y se demostró que podía ser miembro de la familia Logares y Grinspon. «Extrajimos glóbulos blancos y 'genotipamos' el HLA. Claramente, Paula podía ser nieta de esta familia. Logramos un índice de paternidad general superior al 99,9 por ciento», contaba King en su charla. Hubo luego otra batalla en los tribunales en la que acabó venciendo la razón. «Yo estaba en Berkeley. Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas, me llamó en diciembre de 1984. Paula volvió con su familia. Entró por la puerta de la casa de su infancia, que no había visto en seis años, fue al dormitorio que había sido suyo y preguntó: '¿Dónde está mi osito de peluche?'».
Paula fue la primera. Llegarían más niños y nuevas dificultades ya en el plano puramente científico que vencer. Se necesitaba un sistema mejor para resolver las dudas surgidas con el caso de Haydeé y su nieta. Ahí fue cuando llegó el análisis del ADN mitocondrial. «Muchas familias buscaban a sus nietos y para la mayoría de ellas no teníamos información de los cuatro abuelos, ¿qué hacer? Las Abuelas me ofrecieron un mate y me dijeron: 'Vuelve a Berkeley y llámanos en unas semanas cuando lo hayas resuelto'. Volví y fui a ver a Allan Wilson, uno de los padres de la evolución molecular y mi asesor de tesis de doctorado 12 años antes. Allan estaba usando el ADN mitocondrial para estudiar la evolución humana, es decir las relaciones antiguas entre personas de ancestros muy diferentes. Fue de inmediato evidente que el ADN mitocondrial también podía usarse para identificar personas con vínculos mucho más cercanos», contó King.
Ese fue el camino. Y, cómo no, hubo que sortear obstáculos. Muchos, porque además los procesos de identificación se multiplicaban. «El número de familias que buscaban a sus nietos estaba aumentando rápidamente y ahora eran cientos. Cada familia tenía pruebas circunstanciales y parientes sobrevivientes, pero en general no había ningún niño con el que probar una hipótesis de identidad. Es decir, en lugar de examinar a un niño por cada posible familia, ahora necesitábamos analizar a cada niño con muchas familias posibles. Para esto, necesitábamos una base de datos de secuencias mitocondriales de todos los linajes maternos de las familias que buscaban niños y de todos los niños que estaban saliendo a la luz», contó ella en esa charla. Y en 1987 Argentina puso en marcha el primer banco de este tipo del mundo.
Aún tocaba seguir batallando. «La siguiente pregunta fue si podríamos identificar restos de personas fallecidas al comparar secuencias de ADN mitocondrial de sus restos con secuencias de parientes maternos sobrevivientes». El lector ya sabe la respuesta, pero dar con ella no fue tampoco cosa baladí. Mary-Claire decidió probar con los dientes como fuente del ADN y de nuevo se cosecharon los primeros éxitos. Una familia de Avellaneda fue la primera en ser identificada a través de secuencias de ADN de familiares. El espectro se amplió. «Siguieron identificaciones de soldados muertos a petición del Laboratorio Central de Identificación de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en Hawái, en el sudeste asiático, en Corea y de la Segunda Guerra Mundial. El primero que logramos identificar fue a un periodista de la NBC asesinado en Camboya. También trabajamos con el equipo de antropología de Guatemala, discípulos del EAAF, para identificar restos de sus fosas comunes. Trabajamos al servicio del Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra para investigar los crímenes en Srebrenica (Bosnia), realizamos identificaciones en Ruanda, identificamos al Zar de Rusia y a su familia. Y nos sentimos muy aliviados cuando se introdujo la secuenciación ABI y pudimos pasar de secuenciar un par de bases a la vez a muchas», recordaba ella. En abril pronunciaba esta conferencia y eran entonces 139 los nietos localizados. 139 razones que son más que suficientes para un Premio Princesa, pero es que gracias a ellas, a esas mujeres y la gran mujer que es Mary-Claire King «la genealogía genética es útil en todo el mundo».
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