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Joseph Pérez posa, en Tazones, con la corte de Carlos V (a quien encarna el maliayo Víctor Berros, acompañado de sus hijos Pablo y Sara).

Joseph Pérez: «Carlos V tenía muy poco de alemán»

El Premio Príncipe de Ciencias Sociales resalta cómo el emperador español «retó a duelo varias veces a Francisco I de Francia para recuperar la Borgoña»

adrián ausín

Miércoles, 22 de octubre 2014, 01:36

«De alemán tenía muy poco. No le gustaba. Él se sentía heredero de la Casa Borgoña, de donde era su lengua materna y donde quería pasar el final de sus días. Pero se encariñó tanto con España que al final fue a retirarse a Yuste, en Extremadura, toda una señal de adaptación». Joseph Pérez, articulista, escritor, historiador, catedrático de Civilización Española y de América Latina por la Universidad de Burdeos, de la que fue rector entre 1978 y 1984, y flamante Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, cautivó ayer a su público en Villaviciosa con una breve pero densa charla sobre uno de sus temas favoritos:Carlos V, el heredero afortunado.

Así se titulaba la primera de las tres entregas de los Tazones con historia organizados por la Fundación Príncipe de Asturias para aprovechar al máximo la quinta visita a la región que realiza Joseph Pérez (Laroque-dOlmes, Ariège, Francia, 1931), esta vez con mucha más repercusión mediática que las anteriores. No escatimó elogios el premiado para Carlos I de España y V de Alemania. Resaltó del monarca heredero de los Reyes Católicos «una personalidad y un temperamento fuera de lo común», de los que puso un curioso ejemplo: Carlos V retó a Francisco I de Francia en varias ocasiones para recuperar el reino de Borgoña. «No proponía ir a una guerra para que muriesen cientos o miles de personas, sino uno frente a otro y el vencedor sería el dueño de Borgoña. No sé de muchos hombres de estado capaces de algo así», anotó.

Pérez subrayó dos hechos diferenciales de Carlos de Gante, como era conocido el hijo de Felipe y Juana antes de venir a España. Uno, de continuidad con la compleja labor de los Reyes Católicos para hacer valer el mando de la monarquía frente a la nobleza. Yotro de ruptura, de inflexión, al inaugurar una nueva dinastía, la Habsburgo, y una nueva época en la Historia de España en la que «impone el concepto germánico del reino como bien patrimonial». Si Isabel y Fernando interpretan la política «como cosa pública, como el reino de la comunidad en defensa del bien común, Carlos V considera que el territorio pertenece a la monarquía, a la familia real y puede hacer con él lo que le dé la gana, de modo que cuando plantea por ejemplo la batalla por Borgoña lo hace porque lo considera suyo, de sus abuelos, de su padre. Quiero recobrar lo que me pertenece». Su planteamiento, abundó, «es el de Castilla como un territorio dentro del imperio cuyo emperador tiene la misión de defender la unidad de la cristiandad». Y esta política más dinástica que española «explica toda la época de los Austrias». Así es como el ejército español «tuvo generales flamencos o italianos» y como, ante la falta de descendencia de Carlos II, a finales del siglo XVII, el Consejo de Estado tomó la decisión «que mejor preservaba la unidad del imperio» al entregar la monarquía a Francia. «No era un patriotismo nacional sino dinástico», insistió.

El discurso de Pérez en la Casa de los Hevia, donde Carlos V pasó cuatro noches en 1517, del 19 al 23 de septiembre, fue desgranándose a preguntas de dos expertos: el profesor de Historia Moderna Fernando Manzano y el investigador predoctoral sobre El territorio de Villaviciosa en la Edad Media Álvaro Solano.

¿Por qué la Historia de España? La primera cuestión resultó fácil de aclarar para este hijo de valencianos apasionado por la figura de Carlos V y otras como el Cardenal Cisneros, del que acaba de publicar un libro. ¿Qué supuso para Carlos la reforma luterana? «Él defendía la unidad de la religión católica durante quince siglos en Europa frente a las ideas de un solo fraile y cuando abdicó en su hijo Felipe II, antes de irse a Yuste, en cierto modo sentía que había fracasado por no haber podido mantener esa unidad frente a Lutero ni frente los turcos, con el fracaso de Argel». ¿No tuvo proyección americana? «América no está en su universo habitual, no entra en sus perspectivas más que como fuente de aprovechamiento de recursos». ¿Estuvo a caballo entre el último monarca medieval y el primero moderno? «Él y Francisco I pretendían ser los últimos caballeros, pero incluso Voltaire reconoció que el gran hombre de estado de la primera mitad del siglo XVI fue Carlos V».

El coloquio concluyó con Felipe II, a quien llegaron a llamar demonio del mediodía. «España fue entonces una potencia hegemónica y luteranos o anglosajones denunciaban su arrogancia. Hoy lo llamaríamos imperialismo, la obsesión por querer mandarlo todo». También habló el Premio Príncipe del real de a 8 hispano, acuñado en plata, que llegó a ser durante tres siglos moneda de cambio internacional. Cuando la sustituyó el dólar como referente, dijo, reprodujo sus columnas de Hércules. Consumido este primer tazón de Historia, aplaudido por su privilegiada audiencia, Joseph Pérez pasó a la alcoba usada por Carlos V en Villaviciosa. Madera de castaño vieja y abovedada, sin ventanas, donde respiró los aromas acumulados en quinientos años.

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