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Esta historia comienza allá por 1971, con un niño de 13 años de Tineo (Gelu) mirando una revista de montaña. En ella, las fotos y la historia de una escalada: la Rabadá Navarro, épica vía en la cara oeste del picu Urriellu; una epopeya que se fraguó en el año 1962 y ha sido desde entonces el camino «más imposible» a la cima de este mítico pico asturiano. Gelu alucina: con las fotografías, con la historia de la apertura y de sus protagonistas, con las imágenes de los Picos de Europa nevados, con el atuendo de los escaladores, con la lisura de pared de la que se habla… Gelu se enamora y, en ese instante, decide que quiere ser escalador.
«Empecé a escalar por la zona, arriesgando bastante y de forma autodidacta. Tenía un libro, italiano, y de ahí saqué las nociones, la forma de hacer los nudos y la inspiración para agarrarme a cualquier pared y subirla», cuenta divertido. Desde entonces han llovido más de 50 años y toda una vida por medio pero Gelu, hoy convertido en el guía de montaña Ángel Castro, sigue profundamente enamorado de la escalada.
Lo que vino después fueron muchas cosas. Quizás, la más determinante fue su primera incursión a Picos de Europa: «Yo era un guahe y de aquella ir a Picos era todo un viaje en el que había que coger varios trenes y buses para llegar a los Lagos. Conseguí que me dieran permiso en casa para ir con dos adultos de la Escuela Nacional de Alta Montaña. Dormimos en Vegaredonda, íbamos a la Torre de Santa María pero el tiempo nos obligó a cambiar de destino y encarar el Requexón. El caso es que al bajar una pedrera, otro chaval joven que nos acompañaba sufrió una caída grave: sangraba como un sifón. Hubo que hacerle un torniquete y bajar a buscar ayuda. Quedé profundamente impactado pero las ganas de escalar no se me quitaron», narra riendo, alegando además que esta historia, la de su primera vez en Picos de Europa, es la escogida para terminar su libro, «Sálvese quién pueda», un compendio que recoge relatos sobre sus cincuenta años de experiencias en la escalada y la montaña.
«La última historia del libro habla de ese primer contacto intenso, en Picos de Europa, con la escalada. Y aunque fuera el principio, decidí que tenía que ser la que cerrase el libro porque me enseñó algo imprescindible: que en la montaña, como en la vida, la experiencia y el compañerismo te salvan el pellejo», sentencia, aclarando que «Sálvese quién pueda» es un libro diferente, nada técnico, sobre experiencias montañeras pero también sobre la vida.
«No se trata de contar cómo se sube a los sitios o cuánto esfuerzo requiere. En el camino a las cimas hay mucho aprendizaje y es ahí, más que en los éxitos y en las cumbres, dónde está la verdadera chicha», espeta con seguridad.
Aunque su trayectoria no fue un camino de rosas. Ni mucho menos consiguió cumplir de primeras el sueño de aquel chaval de 13 que leyó un artículo sobre la Rabadá Navarro: Gelu se casó muy joven y tuvo tres hijos, así que no quedó otra que empezar a trabajar duramente como camionero, muchas veces con largos años sin gozar de una semana de vacaciones. Aun así, cada vez que tenía un hueco, se escapaba a los altos, buscando esa sensación única de libertad y felicidad que provocaba el contacto con la roca y la adrenalina de subirla.
Fue así que acabó practicando todas las modalidades de montañismo que encontraba. Pero no se quedó en eso: también se convirtió en aperturista de numerosas vías -que van desde su amado macizo de las Ubiñas a Picos de Europa o Noruega- y tuvo tiempo de vivir aventuras que le llevaron a lugares mágicos o paisajes helados en sitios como Pirineos, los Alpes, Colorado…
«Empecé a escribir mis experiencias en el teléfono, sin ninguna pretensión, un poco a modo de diario. Algunas las subí a las redes sociales y la gente me animó a escribir más. Así empezó este libro. Mucho después, se los mandé a Alberto Boza (de la Editorial Cordillera Cantábrica) y me animó a escribir más. Ahí ya me puse en serio. Y aunque tendría para escribir siete libros, salió uno, en el que recojo más de cuarenta historias distintas relacionadas con los aprendizajes que te da la montaña», explica.
En cuanto al título, «Sálvese quien pueda» Gelu explica que también hace alusión a una de sus primeras experiencias en la roca, siendo un chaval, cuando se vio atrapado y consumido por un espasmo de terror en una vía complicada y no tuvo más narices que calmarse y salir de allí paso a paso: «Ese día aprendí que cuando la cosa se pone mal hay que mantener la calma. Y esto, que parece sencillo, es una gran lección –de nuevo-para la escalada y la vida».
En definitiva, el libro que la editorial Cordillera Cantábrica acaba de publicar sobre las peripecias de Gelu, bajo el título «Sálvese quien pueda», es un compendio que habla sobre escalar y vivir. Sobre esfuerzo, ganas, renuncias, madrugones, encuentros, puestas de sol, casualidades, amor, práctica, prudencia e improvisación. Un libro cargado de enseñanzas, penurias, alegrías y aventura que empezó a fraguarse hace cinco décadas y recoge la trayectoria de un hombre que, siendo camionero, acabó por convertirse en guía de escalada y media montaña, profesor de yoga y pilates, saxofonista aficionado, empresario, padre de escaladores y valiente aperturista de vías en hielo y rocas verticales imposibles.
«Me hice guía con más de cincuenta años. Descubrí mi verdadera vocación muy tarde y de casualidad. Antes de eso, trabajé mucho, lejos de la montaña, crie tres hijos, llevé muchos palos y me dio tiempo a muchas cosas alucinantes. Eso sí, mi amor por escalar y la montaña siempre se mantuvieron intactos, incluso y a pesar de muchas experiencias difíciles que –más que achicarme- me impulsaron y me sirvieron de lecciones.», explica contundente.
Mientras habla, Gelu va hilando un sinfín de anécdotas e historias sucedidas en el hielo, en la Cordillera Cantábrica, los Picos, los Alpes o Pirineos. Historias que sucedieron en precipicios de roca a más de dos mil metros de altura, en montañas extranjeras o en los valles y refugios que preceden a esos lugares de altura. Historias que enganchan desde las primeras frases, emocionan e impresionan y que, ahora, cualquiera puede escuchar y conocer de su boca gracias a la publicación de este libro.
Si tuviera que escoger -algo que le resulta complicado-, dice que de todas las vías trepadas se queda con el Espolón Asturias (una apertura que llevó a cabo en Noruega junto a Miguel Ángel Adrados) y con «El diamante en el bolsillo» (invernal en Peña Ubiña que abrió junto a Augusto Rodríguez). Y si sólo tuviera que quedarse con unas pocas montañas, serían el Cueto Arbás (lugar en el que calzó por primera vez unos piolets y que subió infinidad de veces), Peña Ubiña (por sus escaladas invernales y porque es patio de casa) y el Picu Urriellu (porque «tiene algo y es todo un icono, la montaña de Asturias por excelencia»).
Todas ellas y muchísimas más, de dentro y fuera de Asturias, así como muchas personas, muchos sentimientos y muchos hechos que son historia de la montaña asturiana, se recogen ahora en su libro, «Sálvese quien pueda» (el cual ya está disponible en librerías y en la web de la editorial Cordillera Cantábrica) que se presenta este mismo miércoles, 24 de enero, en Gijón.
«Es un libro que –creo- tiene mucho jugo para cualquiera que ame escalar y andar por el monte. Está lleno de vivencias, de cumbres y caminos, de historias para morirse de risa, de penurias y de sucesos para reflexionar. Pero también he procurado hacer un libro entretenido, sencillo de leer y alejado de tecnicismos que pueda llegarle a cualquiera, independientemente de que le guste o sepa escalar, con lecciones que aprendí (en los altos y los bajos) y son vitales a pie de calle» – dice Gelu, añadiendo que su aprendizaje más importante fue comprender que lo que hace guapa una cumbre, o una victoria, es el camino que se recorre para alcanzarla.
De todo esto y de mucho más hablará mañana mismo en Gijón, durante la presentación de su libro, abierta a todo el público y que tendrá lugar a partir de las 19:30 en el centro de escalada One Move. De todas formas, para todos a los que esta cita pille mal o lejos, queda -ya para siempre- «Sálvese quien pueda», un pequeño gran libro de montaña escrito por un valiente niño de 13 años que un día se enamoró de las altas rocas y acabó por pasar 5 décadas seguidas bailando la vida con ellas .
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