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La elección del nuevo Pontífice, el Papa León XIV —el norteamericano Robert Prevost— ha sido recibida con una emoción especial por parte de las nueve hermanas del convento de las Agustinas Recoletas de Oviedo, que vivieron el anuncio entre lágrimas de alegría y sentimientos encontrados. «La alegría fue doble», dicen Sor Laura, Sor Enriqueta, Sor Elizabeth, Sor Guadalupe y Sor Ernestina, quienes celebraron con entusiasmo el histórico momento.
Frente al televisor, reunidas en silencio y oración, las hermanas esperaban la fumata blanca desde Roma. No sabían quién sería el elegido —«eso se lo dejamos al Espíritu Santo», confiesan con serenidad—, pero el nombre de Prevost fue recibido con un júbilo especial. «Este Papa representa nuestras raíces», aseguran, subrayando el vínculo espiritual con los valores que viven a diario: carisma, unidad, fraternidad y caridad. «Un solo corazón», repiten, recordando las palabras que ya pronunció el nuevo Papa en su primer mensaje al mundo.
Para estas religiosas, muchas de ellas venidas de México, Guatemala, Kenia y Salamanca, el perfil misionero de León XIV es motivo de esperanza. «Él estuvo en países pobres, sabe de las necesidades del pueblo. Por eso confiamos en él. El Papa representa a los que no tienen voz», afirman con convicción.
Sobre los debates que surgen en cada elección pontificia —si es mejor un Papa mayor, un papado largo o corto—, las hermanas son claras: «Cada Papa aporta lo que tiene. Sus dones, sus cualidades. La duración no la decidimos nosotros». Ven en la madurez de Prevost una señal de autoridad y equilibrio para un tiempo que, aseguran, necesita diálogo y comunión.
Desde su convento en el Naranco, donde elaboran diariamente las obleas que se reparten en las iglesias de toda Asturias, las hermanas recuerdan su compromiso con la Iglesia universal. Su comunidad, que estuvo a punto de desaparecer con tan solo cinco hermanas —la última asturiana falleció hace poco— ha recibido nuevos aires gracias a la llegada de religiosas extranjeras. «Estamos aquí por vocación, para mantener viva la luz», explican, convencidas de que, con este nuevo Papa, la Iglesia puede caminar unida.
«Ahora lo único que pensamos es en celebrar y en ayudar al Santo Padre. Porque todos debemos caminar juntos», concluyen con una sonrisa serena, en el silencio de un convento que ayer volvió a latir con fuerza.
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