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Fue una bomba informativa: hace 25 años, Baltasar Garzón ordenó el procesamiento del general Augusto Pinochet. Detenido en septiembre en Londres, el viejo general comenzaba a pagar sus cuentas con la justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos tras el golpe de estado del 11-S de 1973. Y el caso, que coincidió en el tiempo con «el acto de inauguración de una plaza pública en Palmilla (Chile) que lleva el nombre de Gijón», no gustó a todos. Tampoco la asistencia al mismo de los concejales gijoneses Eleuterio Bayón, del PSOE, y Carmen Álvarez, de IU. El nuevo callejero de Palmilla, gobernada por Miguel Littin, alcalde socialista y director de cine, era rechazado por «los cuatro concejales del partido Renovación Nacional, proclive a Pinochet», y desde una emisora pinochetista de San Fernando se lanzaron comunicados diciendo «que habían llegado unos socialistas marxistas españoles con poca vergüenza». En la misma emisión se amenazó con atentar contra la plaza, volándola por los aires. No ocurrió nada, por fortuna, pero pudo pasar. En Chile seguía reinando el terror.
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