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Jiménez de Aranda. 'Una sala del hospital...' (1889).
Insulto al cuerpo médico
1898. Hace 125 años.

Insulto al cuerpo médico

Las nuevas disposiciones del Gobierno para el ejercicio de la profesión de la medicina generaron protestas

Sábado, 15 de julio 2023, 03:24

Salió en 'La Gaceta de Madrid' el 15 de abril de 1898 y generó indignación. Ahora, tres meses después, los médicos de Gijón alzaban la voz. Parecía ser que las nuevas disposiciones del Gobierno para la colegiación y ejercicio profesional de los médicos contravenían, en opinión de los facultativos, «las aspiraciones de las clases médicas en general»; que coartaban la libertad y amenguaban los derechos de los doctores, quienes «las consideran depresivas para su decoro y hasta atentatorias a su libertad profesional, garantizada por la Constitución de la Monarquía española».

¿Qué era aquello que tanto indignaba? Sobre todo, el artículo 13 de los estatutos promulgados aquella primavera. En él se decía que «el médico no podrá ejercer habitualmente la profesión más que en la provincia o provincias correspondientes al colegio o colegios a que esté incorporado». Decían nuestros doctores, en carta elevada al ministro que también se publicó en nuestra portada, que esta cláusula restringía la libertad del médico, «que al adquirir su título (producto, muchas veces, de largas vigilias y costosos sacrificios) obtuvo con él el derecho de ejercer libremente su profesión en España y sus posesiones. Aún limita más su profesión, pues la circunscribe al Colegio o Colegios a que esté incorporado, dándose a entender claramente en tan estrecho concepto la imposición dictatorial de la colegiación, y que no podrá ir más allá (por grandes que sean su saber o su crédito) del límite a que alcancen sus recursos».

Aún es más: se hablaba, en el artículo 23 del capítulo 15, de penas de amonestación, multa y suspensión profesional. «Este artículo (...), por duro, por odioso y depresivo, ha de ser rechazado por cuantos conocen el alto concepto de la dignidad profesional, elevada en el fuero interno a la categoría de sacerdocio». Los estatutos para la colegiación de los doctores equiparaban, según la protesta de los médicos gijoneses, el ejercicio de la medicina con cualquier «oficio mercenario o mecánico», olvidando al mismo tiempo «su elevada misión en la sociedad». No había otra opción: o se cambiaban, o la indignación iría a más.

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