«Si se hablara más de sexo, seríamos más felices»
Jessica Gómez publica un libro de humor sobre cómo cambian las relaciones cuando llegan los niños, 'Mamá en busca del polvo perdido'
'Mamá en busca del polvo perdido' es la última novela de la gijonesa Jessica Gómez, que envuelve de humor algunas situaciones cotidianas de una madre de tres hijos que solo quiere tener un poco de tiempo para sí misma y para hacer el amor con su marido. Comedia realista que huye del almíbar y que esconde cierta crítica social a cómo nos venden que deben ser y actuar las madres, y también a la falta de naturalidad a la hora de hablar de sexo cuando la familia crece y todo cambia. Una mamá, tres niños, un marido.
-¿Cuántas veces le han preguntado si su última novela es autobiográfica?
-Cada vez que hablamos sobre el libro, así que ya van unas cuantas.
-¿Y lo es?
-No, pero sí. El personaje protagonista tiene muchísimo de mí y algunas de las situaciones que le pasan a mí me han pasado alguna vez. He intentado meter cosas que les ocurren a muchas familias para que todo el mundo tenga una parte en la que reconocerse.
-Es un libro de humor, pero también de ayuda y de amor. ¿Cómo lo definiría usted?
-No tengo ni idea de dónde meterlo, pero un lector me dijo el otro día que soy la Benito Pérez Galdós del futuro, que era hiperrealismo del siglo XXI. Me encantó la definición. Me la voy a enmarcar. Pero, si lo tengo que meter en algún saco, me gustaría meterlo en el humor.
-¿Hace falta más humor en las historias de amor?
-No lo sé porque no suelo leer novelas de amor, pero creo que, si hay una forma correcta de enfocar el amor, es desde la frescura y desde la felicidad y la diversión que da el sentido del humor.
-Dice que no suele leer novelas románticas. ¿Cuál es su género favorito?, ¿qué es lo que más lee?
-¡Qué difícil! Creo que me quedo con el histórico. Me gusta mucho y, si las novelas están ambientadas en la Edad Media, más. También me gusta la fantasía, me encanta Terry Pratchett, y las novelas de humor. No leo novela romántica ni policiacas o de terror.
-¿Cree que se ha endulzado la realidad de la vida familiar?
-Creo que se habla poco de las partes que menos encajan. Por ejemplo, del sexo. Se habla poco de que cambia mucho. Y que cambie no significa que vaya a ser peor. Si se hablará más de ello públicamente, con naturalidad, todo sería más fácil cuando llegas a ese punto y seríamos mucho más felices.
-¿Y a qué se debe esa falta de naturalidad al respecto?
-Creo que, en cuanto a maternidad y paternidad, nos venden unas imágenes idealizadas. Luego te pones en la situación y te das cuenta de que las cosas no son como te las vendieron. En los foros públicos se habla de todo: dibujos animados, películas, marcas de pañales, biberones... menos de sexo. Todavía está supersacralizado y se deja al margen de la conversación. Y el sexo es parte de la vida y puedes incluirlo en la conversación sin que sea nada pornográfico, inapropiado o inadecuado.
-Dice que dos de sus mayores logros han sido aprender un idioma en un mes y hacer el amor en un campo de girasoles. ¿De qué idioma estamos hablando?
-Del italiano. Con el alemán no hay huevos. Aprendí italiano en un mes el año pasado. Y ahora estoy aprendiendo klingon.
-¿De verdad?
-(Risas) Sí. Es muy útil.
-¿Y lo del campo de girasoles?
-¡Madre mía! Cuando escribí esa 'bio', pensé que a nadie le iba a dar por preguntarme por esa tontería y me lo pregunta todo el mundo.
-Es que es algo que llama mucho la atención.
-Es algo que no recomiendo. Jamás. Hacer el amor en un campo de girasoles es guay para poder decirlo después porque suena bonito, pero es un asco. Los tallos de los girasoles son urticantes, no crece hierba porque ellos se quedan con todo el sol y la tierra está seca y pincha. Horrible. No lo recomiendo. Nunca. Ni campos de girasoles ni playa ni nada por el estilo.
-¿Y dónde fue?
-En Urueña, el pueblo de España donde más se lee, el pueblo de las librerías. Y ahí fui, al campo de girasoles.