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Laura Espasande tiene 23 años y aunque ya vivió un cónclave, el que eligió a Francisco, no tiene ningún recuerdo. Este será distinto. Será ... especial. Tiene muy presente en la cabeza el cónclave que hoy comienza, como muchos de sus jóvenes amigos, incluidos los no creyentes, que estos días le preguntan y se interesan por los devenires vaticanos. «Estamos con la expectativa de qué va a suceder, es un cargo súper importante, al final se necesita una cabeza, un nexo de unión, un líder, y a mí me gustaría que siguiese la misma línea de Francisco, que sea una persona humana, con valores y muy cercana a los jóvenes». Ella cree que el nuevo pontífice ha de continuar la apertura desde el respeto, desde el entendimiento con todos. Y cuando dice todos es todos en toda la amplitud del término. «Tengo mucha confianza que la decisíon que tomen sea la correcta», dice esta joven que estuvo en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa en 2023 y tuvo oportunidad de ver a Francisco. «Fue muy emocionante». Al Papa que está por llegar lo verá en verano en el Jubileo romano.
Explica Laura que los jóvenes, y los no tan jóvenes, viven este proceso de cambio en la Iglesia con cierto entusiasmo. Y en eso quizá tengan mucho que ver las redes sociales, que siguen todo lo que acontece y no estaban tan presentes cuando se eligió a Francisco.
Steven Betancurt tiene 27 años y es sacerdote. Nació en Colombia pero desde los ocho años vive en Asturias, primero en el Montico y luego en Gijón. Su vocación eclesial fue temprana. Siempre supo que quería ser cura y una vez pasado el seminario fue diácono en El Berrón y ahora está en las Peñalleras, con 17 parroquias a las que atender con buena voluntad, mucha fe, un coche y un teléfono movil. «La muerte de Francisco la hemos vivido de forma tranquila, al final tenía su edad y estaba muy enfermito y con su sucesor lo que hacemos es rezar mucho», cuenta. Rebosa buen humor y ganas de trabajar este chico que está feliz con su misión en el oriente de Asturias, acompañando enfermos, visitando a los fieles, compartiendo vivencias, tradiciones y gastronomía. En medio de ese trajín tiene claro lo que espera de la Iglesia del futuro: «Quiero que el Papa sea muy de Cristo, como deben de ser y son todos los papas, que el Evangelio sea su ruta y que su modelo sea Jesucristo», señala. No quiere entrar en detalles, más allá de que lleve el Evangelio por bandera. Y no deja clara su postura respecto a la comunidad LBTBiQ o el papel de las mujeres en la Iglesia. «Son temas que durante toda la historia de la Iglesia se han ido concretando, no se trata de estar ni a favor ni en contra, tenemos que estar una Iglesia con mentalidad de servicio a la comunidad». No advierte desigualdad en su seno y subraya que en sus parroquias «son mis buenas queridas mujeres el 100%».
Evita los debates, habla de complementariedad en el servicio este joven que es de la quinta de Gabriela González García, otra gijonesa que anhela un Papa «cercano a todos, que tenga la mirada en lo verdaderamente importante». Y eso significa que han de rebosar sus ojos amor y la acogida a todos. Ella, que vio a Francisco en jornadas de juventud de Cracovia y de Lisboa, confía en lo que los cardenales decidan bien: «Yo se lo dejo todo al Espíritu Santo y que sea lo que Dios quiera», dice. No está demasiado pendiente de lo que ocurre en Roma y se centra en lo suyo obviando igualmente debates sobre el papel de las mujeres. «No tengo una opinión formada, yo creo que cada persona dentro de la Iglesia cumple su rol, yo doy catequesis, me gusta trabajar con los jóvenes es poder acercarles a Dios y acercarme yo a Dios». Sí está por una Iglesia sinodial, esa apuesta por el trabajo conjunto del que Francisco fue un adalid.
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