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ARANTZA MARGOLLES
Sábado, 3 de febrero 2024, 00:54
33 años de servicio. Toda una vida. Manuel del Corzo Díaz, policía municipal en Gijón, se jubilaba, y con tal motivo recordó en nuestras páginas los tiempos, ya tan lejanos, en los que entrara al cuerpo. Fue en 1941, posguerra plena. «No teníamos uniformes para los interinos», recordaba. Tal era la escasez. «Únicamente nos dieron un capote y una gorra de plato». Como sueldo, ocho pesetas y dos reales que solo aumentaron cuando en 1943 pasó a plantilla. En el trabajo más duro de todos, eso sí: la calle. Por aquel entonces, las detenciones se hacían con las propias manos, «a base de sujetar con potencia» al arrestado. «No había coche patrulla, no había radio teléfono. Nuestra única salvación era el silbato». Enorme fuente de anécdotas, Del Corzo posó para Vegafer, el fotógrafo de EL COMERCIO, acompañado de sus nietos y con la sonrisa amarga de quien sabe que le toca descansar, pero a quien entristece dejar el oficio que fue su pasión. Ser policía municipal tenía, decía él, «mucho de humanidad, que es lo que a mí me entusiasma». Generoso y de buen trato, así era don Manuel.
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