Plan de vías, ¿sí o no?
El roce entre administraciones amenazaba el proyecto. Ahora, el Ayuntamiento se mostraba dispuesto a financiarlo en solitario
Fueron las postrimerías de los 90 del pasado siglo un eterno roce entre administraciones. Sobremanera en Asturias, con la ruptura de Marqués con respecto al PP nacional, y aún más en Gijón, donde gobernaban los socialistas. Uno de los principales caballos de batalla en nuestra ciudad fue el plan de vías: el proyecto por el cual se pretendía «eliminar la barrera ferroviaria que divide en dos la ciudad», y que el Principado y el Ministerio de Fomento, de signos contrarios al consistorio gijonés, se negaban a financiar. Tampoco era sencilla la postura municipal, con un PSOE que se preparaba para presentar a Areces, a la sazón alcalde, como candidato a la presidencia del Principado y que no acababa de decidirse por presentar a Paz Fernández Felgueroso como candidata. De aquellas mimbres nació el órdago; si ni Ministerio ni Principado querían poner un duro en el plan, lo financiaría solo el Ayuntamiento.
Así nos lo dijo Julio Gómez Rivas, concejal delegado de Hacienda y Tráfico, y lo publicamos tal día como hoy, hace 25 años. El Ayuntamiento, decía, había participado ya «en inversiones mucho mayores, como el plan de saneamiento o la recuperación de la costa (...) se podría hacer frente incluso al doble de ese coste». Rivas ponía como ejemplo los 12.000 millones de pesetas que ese año el Consistorio había destinado a diversas obras urbanísticas. Pero, por el momento, las administraciones extramunicipales callaban. Sobre la mesa, las otras dos posibilidades planteadas para acabar con la barrera ferroviaria quedaban descartadas: el alejamiento de las vías no encontraba, decíamos, «eco social», y el soterramiento, la primera medida propuesta y la más polémica, «costaría más de 20.000 millones». Eso, ni con ayudas. Rivas miraba, además, más allá del anteproyecto presentado días atrás, que solo contemplaba cambios hasta el Natahoyo, porque la barrera ferroviaria, decía, «ya afecta a La Calzada y a Tremañes», con la diferencia de que «las vías vienen en trinchera, de forma que la solución sería mucho más humilde que la que se plantea para el Humedal». Cinco lustros después... ahí seguimos.
