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Arantza Margolles
Martes, 30 de enero 2024, 00:04
No teníamos ningún género de duda. «Pintar, adecentar, embellecer, dejar las cosas que saltan a la vista en perfecto estado es algo que debe constituir preocupación de los que rigen los destinos de la ciudad». Y en ello andábamos en Gijón hace medio siglo. «Hay que aplaudir la decisión municipal de pintar -o repintar, como se quiera- las columnas del alumbrado público y otras; hay que aplaudiría porque, como he afirmado, parece como si, al cambiar de aspecto esos elementos, cambiara al mismo tiempo la urbe en general, y, desde luego, desaparece la nota de desidia que lo contrario deja entrever o, mejor dicho, refleja claramente». El aspecto de la ciudad era algo que preocupaba, y mucho, en nuestras páginas de hace 50 años, porque la ciudad no era ni mucho menos la que es hoy. Había, decíamos, necesidad de «rótulos de calles en condiciones, sin roturas, sin desconchados, limpios; señales de todas clases claras en lo que tratan de ofrecer y orientar; pasos de peatones bien marcados; esto, y mucho más». Por lo pronto, los operarios ya estaban embelleciendo los semáforos. 'Piano piano'.
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