Lucía Feito, psicóloga: «La forma en la que respondamos a las notas puede afectar al desarrollo emocional de los hijos y su relación con el aprendizaje»
Ante las evaluaciones finales y el final de curso, la psicóloga Lucía Feito da una serie de recomendaciones para abordar los resultados académicos en las diferentes etapas educativas
Con la llegada de las evaluaciones finales, muchas familias se enfrentan a un momento delicado: hablar de los resultados académicos. Las notas pueden activar inseguridades, miedos y expectativas tanto en los hijos e hijas como en los adultos. Y aunque es comprensible querer que rindan bien, la forma en la que respondamos a esas calificaciones puede afectar profundamente a su desarrollo emocional y su relación con el aprendizaje.
Aquí te comparto algunas claves para abordar las notas con sensibilidad, teniendo en cuenta su etapa evolutiva y fomentando una relación más sana con el estudio… y consigo mismos.
-
En la infancia (3-11 años): el inicio del camino
¿Qué está ocurriendo?
En esta etapa están aprendiendo a autorregularse emocionalmente. Su autoestima aún se construye en gran parte a partir de lo que les reflejan los adultos de referencia. Y su motivación es externa: estudian «por los mayores».
¿Por qué importa cómo hablamos de las notas?
Porque si relacionamos su valor como personas con el resultado académico, pueden empezar a sentir que «valen si aprueban» o que «no son suficientes si se equivocan». A largo plazo, esto debilita su confianza.
¿Qué podemos hacer?
-
Valora el esfuerzo, no solo el resultado. Por ejemplo: «Vi que estuviste muy concentrado haciendo los deberes, eso también cuenta».
-
Evita etiquetas («inteligente», «vago», «despistado»). Estas palabras se quedan pegadas… y pesan.
-
Haz preguntas abiertas: «¿Qué fue lo que más te gustó de este trimestre?» «¿Qué te costó más?»
-
No uses castigos por suspensos. En lugar de castigar, acompaña: «¿Qué crees que podríamos hacer distinto la próxima vez?».
-
Ofrece ayuda concreta sin resolver por él o ella. Por ejemplo: organizar juntos la mochila, crear una rutina o hablar con la tutora.
-
Ejemplo real: Un niño de 8 años me contó que cada vez que sacaba un 10, su padre lo celebraba llamándole «mi campeón», pero cuando bajaba de nota, apenas recibía atención. A veces, ni le miraban la libreta. Sin querer, le estaban enseñando que solo merecía reconocimiento si brillaba.
-
En la adolescencia (12-17 años): construyendo identidad
¿Qué está ocurriendo?
Buscan distancia emocional de las figuras adultas. Se comparan constantemente con su entorno. Y aunque pueden reflexionar más, siguen sintiéndose inseguros. Las críticas pueden vivirse como ataques personales.
¿Por qué es tan delicado hablar de notas?
Porque en esta etapa las notas pueden tocar de lleno su autoestima. Muchos adolescentes internalizan los resultados: «Si suspendo, soy un fracaso». Además, temen decepcionar a sus padres y, por miedo a la reacción, a veces lo ocultan.
¿Qué podemos hacer?
-
Escucha antes de valorar: «¿Cómo te sientes con esto?» «¿Hay algo que te gustaría que entendiera?»
-
Evita convertirlo en una batalla de poder. Tu papel es acompañar, no controlar.
-
Valida sus emociones sin justificar el abandono: «Entiendo que estés frustrado. A la vez, necesitamos buscar cómo organizar el próximo curso».
-
Evita comparaciones (con hermanos, primos o tú mismo).
-
Promueve autoconocimiento y autogestión: «¿Qué necesitas para mejorar?»
-
Ofrece opciones realistas: Planes de estudio, pedir apoyo, revisar cómo usan el tiempo.
-
Ejemplo real: Una adolescente me decía: «No le conté a mi madre que suspendí porque cuando lo hago, se pone a gritar y dice que soy una vaga. Pero yo me paso las tardes intentando entender los ejercicios». En vez de ayuda, recibió miedo.
-
En la juventud (18+): autonomía en construcción
¿Qué está ocurriendo?
Aunque legalmente ya son adultos, su cerebro emocional sigue desarrollándose. Es una etapa de toma de decisiones vitales (vocación, trabajo…), y el miedo al error puede ser paralizante.
¿Por qué aún necesitan acompañamiento?
Porque el fracaso puede sentirse como una pérdida de identidad. Pensamientos como «No valgo para esto» o «Estoy decepcionando a mi familia» son frecuentes.
¿Qué podemos hacer?
-
Respeta su espacio, pero muestra interés real: «¿Te apetece hablar de cómo fue?»
-
Apoya sin imponer: «¿Qué opciones ves? ¿En qué puedo ayudarte?»
-
No minimices ni dramatices: Un suspenso no es el fin del mundo… pero tampoco es irrelevante.
-
Dale valor al crecimiento personal: La madurez no se mide solo con aprobados.
-
Revisa tus propias expectativas: A veces, la presión viene más de nuestras heridas que de su realidad.
-
Tras las calificaciones
¿Cómo pueden afectar las notas a su autoestima?
Las notas no solo informan sobre el rendimiento académico; pueden tocar fibras muy profundas del «quién soy»:
-
En la infancia, si reciben más atención solo cuando aprueban, pueden sentir que su valor depende de eso.
-
En la adolescencia, los suspensos se viven como fracasos personales. Esto puede derivar en evitación, ansiedad escolar o abandono.
-
En la juventud, puede despertar miedo al futuro: «No sirvo», «No llegaré a nada».
¿Qué pueden hacer las familias?
-
Refuerza su identidad más allá de las notas: diles (y hazles sentir) que valen por quiénes son.
-
Reinterpreta los fallos como parte del camino, no como un juicio.
-
Evita generalizaciones destructivas: «Eres un desastre» no enseña, hiere.
-
Busca espacios donde puedan sentirse capaces: el deporte, lo artístico, las tareas prácticas también cuentan.
¿Y si repiten curso?
Repetir sigue siendo uno de los grandes estigmas del sistema. A menudo se vive como un fracaso irreversible. Pero repetir no tiene por qué ser negativo si se acompaña con honestidad y cariño. ¿Cómo puede afectar?
-
Puede dañar su autoestima si se vive como «etiqueta».
-
Puede afectar a su grupo de iguales.
-
Puede generar vergüenza y miedo al juicio ajeno.
¿Qué podemos hacer?
-
Habla de ello con realismo y sin drama: «Esto no es un final, es una oportunidad».
-
Hazle sentir que no está solo/a: que tú también «repites» con él/ella.
-
Explora qué necesita ahora: ayuda académica, apoyo emocional, nuevos hábitos…
-
No conviertas el tema en tabú: hablarlo reduce la vergüenza.
-
Hazle entender que repetir no es ser menos, solo una forma distinta de seguir creciendo.
Como dice la metáfora: «No todos los árboles crecen al mismo ritmo, pero todos pueden florecer si tienen el entorno adecuado». Y para todas las edades el mensaje más importante que puedes transmitir, con palabras y con hechos: «Te quiero igual, saques lo que saques». Porque la seguridad emocional y la motivación para superarse nacen cuando saben que no necesitan ser perfectos para ser amados.
- Temas
- Lucía Feito
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.