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En apenas dos jornadas, Asier Garitano ha desactivado la alarma histórica que se había disparado sobre el Sporting, resucitado hoy por un libreto clásico, pivotando ... sobre el orden defensivo, con dos victorias abrochadas en dos partidos de interpretación más pragmática que preciosista que dejan encarrilada la permanencia a falta de seis encuentros. Al equipo le bastó este viernes con una media hora excitante, meritorio en ocasiones, pero sin estoque en esa fase, y muy conectado a El Molinón, y una afilada salida a la segunda mitad. Un martillazo en su propio pie del Mirandés, incentivado por el laboratorio de la estrategia, y un doblete del mejor César Gelabert hicieron la diferencia. Desde noviembre que el Sporting no encadenaba dos triunfos consecutivos.
De entrada, Garitano siguió estrujando el once por los laterales, sin más alteraciones de pizarra. Guille Rosas continuó en la banqueta, de miranda en los arranques planificados por el entrenador de Bergara. Por contra, el que dio un salto al once fue, en la otra banda, Cote, cumplidor de su partido número cuatrocientos en el fútbol profesional. En el giro de tuerca resultó descabalgado, con algo de ruido, Diego Sánchez, posiblemente el defensa más regular y fiable a lo largo de la campaña.
Sporting
Yáñez; Kevin (Guille, m. 75), Maras, Róber Pier, Cote (Diego, m. 67); Olaetxea, Nacho Méndez; Dubasin, Gelabert (Nacho Martín, m. 86), Nico Serrano (Pablo, m. 75); y Juan Otero (Campuzano, m. 86).
3
-
1
Mirandés
Raúl Fernández; Juan Gutiérrez, Postigo, Egiluz (Joel Roca, m. 73); Hugo Rincón, Alberto Reina (Calvo, m. 73), Gorrotxa (Carlo, m. 86), Lachuer, Iker Benito; Panichelli y Butzke (Izeta, m. 73).
Goles 1-0: minuto 33, Postigo, en propia puerta. 2-0: minuto 47, Gelabert. 3-0: minuto 84, Gelabert. 3-1: minuto 90+4, Panichelli.
Árbitro Sánchez López, del Comité Murciano. Amonestó al visitante Raúl Fernández y a un miembro del banquillo del Mirandés.
Incidencias 15 grados centígrados, con tarde soleada, pero fresca. Césped en buen estado. Cote y Postigo, capitanes. Sacó el Sporting. Antes se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del exfutbolista rojiblanco Abel.
El partido se desembaló tenso, con los jugadores de casa impregnados en cafeína, resueltos a finiquitar la permanencia por la vía rápida y con la grada rebosante. El visitante Butzke intimidó un poco marcando en un meridiano fuera de juego en el primer ataque forastero. Pero el guion dibujado por Garitano inclinó muy pronto el campo hacia la portería del Mirandés, sufriendo una tormenta de balones y ocasiones sobre su atareada portería.
Hasta el descorche del 1-0 -un botón extrañamente pulsado para un paso atrás-, el Sporting resultó otro de la mano del vasco. Sin parentesco con el que noqueó al Tenerife hacía quince días, pegó mordiscos en la presión, con las líneas adelantadas y resultó exuberante y desbocado con las conducciones de Gelabert. El problema, una vez más, la munición de fogueo con la que cargó, teniendo que autocastigarse la tropa de Alessio Lisci para poner en danza a El Molinón.
Nico Serrano estuvo en situación de cantar bingo en tres ocasiones pintiparadas antes de los veinte primeros minutos. El Mirandés libró la primera, después de un estupendo envío del pie quirúrgico de Cote, saboteada por una gran parada de Raúl Fernández. El veterano portero evitó el segundo. Y el tercero, después de una cabalgada en solitario, se fue volando a las nubes. Entre medias, Nacho Méndez cruzó demasiado. Otero tuvo la suya, con el meta bilbaíno sobrecargado de curro, pero salvavidas de los suyos, respondiendo de nuevo con solvencia. Lisci gesticulaba con nervio para que su equipo, enchironado, avanzase hacia zonas menos comprometidas.
Superada la media hora, el Mirandés hizo 'crac'. Al fin. Se rompió en un balón parado, con el Sporting creciente en la estrategia con la entrada en escena de Pedro Hernández, uno de los colaboradores de Garitano. Gelabert sacó en corto para Cote, que colocó el balón en el área pequeña para que detonase ante el mínimo roce. Olaetxea se situó de forma estratégica entre Hugo Rincón y Raúl Fernández, quien se tragó el balón, protestando sin suerte por una falta. Postigo, pendiente del rechace, no pudo ocultar su cuerpo cuando el balón salió despedido contra él y rebotó hacia el gol.
El tanto alteró y encanijó al Sporting, con un bajón radical, reculando y cortando el hilo con el balón en su tránsito hacia la caseta. La ventaja dio paso a una pequeña fase de contestación del Mirandés, que tuvo el empate en un disparo de Panichelli, negado por un extraordinario Yáñez, tumbando costillar. El equipo de Garitano, tras un primer tramo notable, llegó afeado y con el gancho al vestuario, sometido por una cadena de saques de esquina. Y con el susto metido en el cuerpo por un penalti que peritó el VAR por un forcejeo entre Maras y Panichelli. Agua.
A la reanudación se presentó el Sporting más entero, apaciguado tras la charla, cabalgando a lomos de Gelabert y sus largas piernas. Un jugador más definitivo con el paso al frente, la libertad y la estabilidad que le ha otorgado Garitano, empujándolo hasta el enganche, con tres goles en las dos últimas jornadas. El palentino enterró más al Mirandés con una galopada, marca registrada, y un zurriagazo a media altura cerca del área, reventando la portería de Raúl Fernández por segunda vez.
El Mirandés, desnortado, aunque siempre se expresó como un buen equipo, falto quizás de fortuna, abrió el partido en canal, asumiendo riesgos con su selección de peligrosos futbolistas. Lachuer estampó un balón en el poste. Para entonces, El Molinón ya había dedicado una ovación monumental a Cote, de retorno a la titularidad, al ser sustituido por Diego. Dubasin se pegó una carrera de aúpa para frustrar un ataque de Iker Benito. Y Garitano siguió refrescando piernas y bajando la persiana al choque, encastillando demasiado al equipo, dedicado a la faena de contención en los minutos finales, pero cómodo en ese cometido.
Cerca del final, Gelabert terminó de arruinar al equipo de Alessio Lisci, echado al monte, liquidado por una gran maniobra de Juan Otero, astuto y jornalero para perseguir y forzar el error en una cesión de Raúl Fernández a Hugo Rincón. El colombiano desvalijó al carrilero y asistió al palentino, que firmó un doblete a placer. El Molinón, por primera vez en muchos meses, pudo disfrutar de un final tranquilo. Quizá por eso el gol de Panichelli, precintador del día, no se percibió como un drama.
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