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Francisco Franco, poco antes de su muerte.
«La huella de Franco sigue viva»

«La huella de Franco sigue viva»

Historiadores asturianos revisan la herencia del régimen cuatro décadas después de la muerte del dictador. Consideran que los acuerdos adoptados durante la Transición, ahora muy cuestionados, impiden a la sociedad «pasar página»

Ana Moriyón

Viernes, 20 de noviembre 2015, 00:49

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Cuarenta años después de la muerte de Francisco Franco Bahamonde (El Ferrol, 4 de diciembre de 1892-Madrid, 20 de noviembre de 1975) y, con ella, del final de una dictadura que se prolongó durante otras cuatro décadas, España continúa siendo incapaz de «pasar página» y todo lo que rodea a su figura sigue generando controversia. ¿Por qué? Historiadores asturianos apuntan como principal motivo la manera en la que se llevó a cabo la Transición, ahora muy cuestionada por algunos sectores, críticos al considerar que se consintieron importantes cesiones a los miembros del régimen que, entienden, impidieron e impiden a la sociedad cortar «de una manera drástica» con la dictadura franquista.

Coinciden esos historiadores en que existe una revisión muy pormenorizada tanto de la figura del dictador como del periodo histórico que encabezó, hasta el punto de que se conoce «aceptablemente bien» tanto la base social del régimen -«coalición contrarrevolucionaria y antirreformista»-, como sus fundamentos ideológicos, el papel de la Iglesia, la política exterior, la conflictividad política y social y un largo etcétera. Así lo explica Francisco Manuel Erice, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo, quien indica que los progresos historiográficos se deben a la proliferación de investigaciones «más o menos serias y rigurosas», que contrastan con la obsesión de determinados «revisionistas» empeñados, dice, en «embellecer la imagen del régimen, diluyendo sus responsabilidades represivas y atribuyéndole méritos» como, por ejemplo, el de crear «las condiciones de la futura democratización del país». Algunos mitos, continúa el experto, que se han ido desmontando en los últimos años como consecuencia de «reconstrucciones biográficas sólidas», que han llegado incluso a poner en cuestión hasta las capacidades militares del dictador.

Sin embargo, el hecho de que el trabajo de los historiadores esté debidamente documentado, añade Erice, no impide que la imagen del franquismo siga gozando en algunos sectores de un «crédito poco acorde con un análisis histórico contrastado». De ahí la controversia. «Muchos siguen pensando que, en el fondo, el franquismo tenía cosas buenas y malas, que era un régimen autoritario pero paternalista y en cierto modo benévolo, que todos fueron igualmente culpables de la guerra o incluso que gracias a la dictadura se modernizó el país», anota a modo de ejemplo el historiador. Para acabar con esta visión, Erice aboga por «erradicar», como se hizo en otros países de Europa tras la Segunda guerra mundial, «los signos, símbolos y lugares de memoria públicos que aún rinden homenaje a un régimen y a un personaje que de ninguna manera los merece», así como «reivindicar el papel de quienes sacrificaron su vida luchando por los valores de la libertad y la igualdad».

María del Carmen García, también profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Oviedo, opina que lo que impide «pasar página» no son tanto las controversias que pueden existir en torno a la figura de Franco y el régimen, pues considera que «la condena está ya asumida», sino los posibles fallos que se cometieron durante el periodo de la Transición, en parte por las circunstancias del momento. «Se abogó por una ruptura con el régimen pactada, y no total, lo que impidió cortar con la dictadura de manera drástica», relata la experta, quien determina que como consecuencia de esto ahora, cuarenta años después, existen sectores muy críticos con la impunidad del franquismo que no se conforman con la aprobación de la ley de la memoria histórica o la financiación de las exhumaciones, como plantea el PSOE. Exigen, completa, «el castigo a los represores del régimen e incluso la abolición de la amnistía para sentar en el banquillo a los responsables de los asesinatos y otras actuaciones que se llevaron a cabo durante la dictadura». Una amnistía, puntualiza la historiadora, pensada inicialmente para los presos políticos pero que, precisamente como consecuencia de las exigencias del Partido Comunista para que se pudieran acoger a ella aquellos condenados por delitos de sangre en relación con la dictadura (miembros de ETA), también benefició a los propios represores del régimen. El problema, expone García, es que ahora las nuevas generaciones de «la izquierda más allá del PSOE» no se consideran herederas de ese acuerdo firmado por el PC y tildan la Transición de «desastre». Estos sectores críticos piensan que España perdió durante ese periodo «la oportunidad de saldar cuentas con el pasado dictatorial» y, como consecuencia de ello, argumentan, se ha avanzado hacia una «democracia débil». García cree, en ese sentido, que «la huella de Franco y del franquismo continúa viva».

De la misma opinión es el historiador gijonés, Sergio Sánchez Collantes, quien comenta incluso que pese a que han pasado ya cuatro décadas y existen biografías más que solventes sobre la figura del dictador, la forma en la que se llevó a cabo la Transición impide aún hablar sobre el régimen de forma sosegada. «Hay una serie de temas tabú como el propio debate en relación con la monarquía, la dictadura y la guerra. Pese al tiempo que ha transcurrido parece mentira que haya aún gente que, considerándose demócrata, adopte posturas ambivalentes sobre la figura de Franco», sentencia el historiador. En otros países europeos que también sufrieron dictaduras, como es el caso de Alemania, compara, «sería impensable tener que recurrir a una ley para que se retiren los símbolos y signos que rinden homenaje al régimen».

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