De la tensión matinal en la Junta a la 'liberación' y el buen humor de la tarde

El panorama de las sesiones matinales de los viernes en la Junta General había cambiado notablemente desde el aterrizaje de Javier Fernández a los mandos de la gestora del PSOE. La tranquilidad habitual dio paso al barullo y las carreras tras el presidente del Principado en busca de una opinión sobre los asuntos más candentes de la política nacional. Ayer era la primera vez que se le veía en público -excepción hecha del acto de condena del atentado terrorista de Mánchester- y se repitió el ritual. Una muralla de cámaras y reporteros le aguardaban a su llegada al hemiciclo. Nada dijo, más allá de la remisión a la ejecutiva convocada para media tarde, en un clima de evidente tensión, plasmado en los rostros de preocupación de los integrantes del grupo parlamentario socialista y de los consejeros que se dejaron ver por el pleno.

La realidad es que el adiós de Fernández venía mascándose desde hace días entre los socialistas asturianas, pese a las presiones, públicas y privadas, para que continuase a los mandos de la nave y diese la batalla a los 'sanchistas' en el congreso regional de septiembre. Había quienes lo sabían, quienes se lo temían y quienes no quisieron verlo hasta que el anuncio se hizo público. Cuando Fernández lo dejó caer, fue como si una pesada carga se desplomase de sus hombros.

El líder socialista no quiso confirmar si la sensación de liberación que percibieron algunos de los miembros de la ejecutiva durante la reunión, y también los periodistas que siguieron su comparecencia posterior y le preguntaron al respecto, era tal o solo una percepción subjetiva. Prefirió hablar de la «responsabilidad» que acompaña a la toma de una decisión de tal calado y a la «tristeza» inherente al abandono de un cargo ejercido durante 17 años.

Sea como sea, lo cierto es que de la mañana a la tarde había un mundo de diferencia. Se le vio relajado, bromista en varios momentos, acompañado por sus colaboradores cercanos. El día y la noche.