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Una camarera tira una caña en el festival de la cerveza.

Mi suegra se va de cañas

El festival de la cerveza de Avilés cierra con otro éxito

José María Urbano

Miércoles, 19 de agosto 2015, 00:09

Este año tampoco me pasé por el festival de la cerveza de Avilés, y no por nada especial, sino porque a una cierta edad uno se vuelve un poco raro y no cambia un buen vaso de cristal o una copa por un vaso de plástico. Y por otro lado, esa misma rareza hace que uno huya cada vez más de las aglomeraciones. Tampoco tiene nada que ver mi ausencia con la 'doctrina Moriyón'. Sé que hubo puestos de cerveza ocupados por hosteleros de Oviedo y de Langreo, y no será porque en Avilés no haya profesionales del sector, que vamos servidos. Pero no por eso me voy a aferrar a la teoría de la alcaldesa de la Villa de Jovellanos y voy a proclamar eso de que la presencia de gente de fuera no aporta nada a los intereses de Avilés y de los avilesinos, aunque, insisto, mira que no hay profesionales en esta ciudad que seguramente aceptarían a ojos cerrados poder tener un puesto de venta en La Exposición. En fin, éxito total de público y supongo que de negocio.

Bueno, a lo que iba, que no fui. Yo a mi suegra la quiero mucho, como bien sabe ella, y sobre todo su hija. Ya, ya lo sé: yo tampoco me atrevería a decir lo contrario. Pero confieso que mi querida madre política me tiene un poco frito. Hace un año, cuando regresé de vacaciones, me volví vago y dejé de salir todas las mañanas -a las 6,45 a. m., hiciera frío o calor, hora marcada por mi personal trainer, Armando Arias- hasta Salinas, para desde allí ir a San Juan por las dunas y vuelta. Una hora y pico a paso ligero y a partir de mayo-junio, baño en la playa. Una señora paliza, día tras día. Así fue, que casi se me queda tipín.

Fue dejarlo y empezar a aparecer amigos por todas partes. «No te vemos ya, pero lo de tu suegra es increíble, la cruzamos todas las mañanas haciendo la senda de la Ría. Y a qué paso». Y otro: «Vi a tu suegra caminando por Molleda hasta la iglesia y vuelta a casa a Llaranes». Y otro más: «Cómo camina tu suegra por los campos de La Toba».

Mes tras mes, la misma cantinela. Pensé que había pasado ya la fiebre, cuando la semana pasada, al llegar a casa cerca de la medianoche, me dice su hija que mi suegra se ha ido con una amiga de cañas al festival de la cerveza y que se lo pasó 'guay' con un picadillo y unas patatas al ali oli. A mi suegra le quedan dos años para cumplir los 90, así que antes de que empiecen a decirme que la vieron de cañas, prometo solemnemente que el año que viene no faltaré a la cita.

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