Muerte de Franco
EL COMERCIO reúne a Jesús Sanjurjo, Laura González e Isidro Fernández Rozada para analizar lo ocurrido hace 50 años en Asturias
Ante la pregunta, ¿se imagina ver hoy en un café, manteniendo una charla distendida, a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Alberto Núñez Feijóo? La respuesta mayoritaria, incluso sin llegar a cerrar el interrogante, sería un contundente no. En la España del siglo XXI, avanzado ya un cuarto de siglo, con unos datos macroeconómicos que indican que la economía va bien y en un país en el que la democracia es plena, resulta imposible imaginar una imagen como la planteada.
La crispación política ha llegado a unos extremos que parece que, ni siquiera, se guardan las formas cuando las cámaras no están. Sin embargo, en una España en la que la democracia era aún un sueño, en el que los muertos de la Guerra Civil dolían mucho, tanto que muchos no sabían (ni saben hoy) dónde estaban enterrados los suyos, la España de hace 50 años, Jesús Sanjurjo, tan socialista como Pedro Sánchez; Laura González, tan comunista como Yolanda Díaz; e Isidro Fernández Rozada, padre del partido que ahora preside Núñez Feijóo, sí pudieron sentarse a hablar. Y, lo que es más importante, a llegar a acuerdos.
Los tres aceptaron participar en un encuentro organizado por EL COMERCIO para hablar de lo ocurrido hace 50 años, cuando el 20 de noviembre de 1975 murió el dictador Francisco Franco y España empezó a soñar con la democracia. Con la que perdió en 1939, cuando el golpe de estado contra la II República dado en julio de 1936 concluyó con la victoria de los insurgentes tras una cruenta guerra.
Son los tres personas con un currículo que va más allá de las siglas de su partido. Jesús Sanjurjo (Abres, 1954) es hoy presidente de la Fundación José Barreiro; Laura González (Avilés, 1941) es la presidenta honorífica de IU Asturias; e Isidro Fernández Rozada preside el Instituto del Conocimiento para el Avance de Asturias. Pero, hace 50 años, Sanjurjo tenía 21 años, estudiaba Filosofía y militaba ya en el PSOE y en UGT, con los riesgos que suponía hacerlo en la clandestinidad; Laura González era una auxiliar de enfermería de 34 años que militaba en un PCE ilegal en España, así como en Comisiones Obreras.
Caso aparte es el de Isidro Fernández Rozada. Tenía él 32 años cuando murió el dictador, era director provincial de Educación, daba clases y no sentía que hubiera «falta de libertad». El 20N de 1975 para él fue «motivo de preocupación, ante el temor de que pasara algo, pero hubo concordia».
Una en la que él trabajó «como he hecho toda la vida, soy más de puentes que de muros, para mí la política tiene que estar al servicio de los ciudadanos. Tenemos que ser una solución y no un problema». Recuerda que, con una Alianza Popular en pañales, «me recorrí todos los pueblos de Asturias con mi coche. Escuché a todo el que me quería contar qué necesitaba». Medio siglo después, es el más convencido de los tres de que «ahora estamos mucho peor que en la Transición».
No comulgan con esa frase Jesús Sanjurjo ni Laura González. Para el primero «no es cierto que ahora estemos peor, hace 50 años salíamos de una dictadura y, ahora, estamos en un país democrático, con buenos datos económicos»... «No, no», le interrumpe Fernández Rozada, «España está muy mal ahora, la clase media está ahogada, no pueden comprar ni un piso».
Unión de Centro Democrático
«Tampoco podíamos antes», interviene Laura González. El que fuera secretario general de Alianza Popular, primero, y del PP, después, bromea «son dos contra uno». Tras las risas, Sanjurjo aclara: «El trabajo a favor de la Transición estuvo en manos de los socialistas, los comunistas y los de la derecha que se sumaron al partido de Adolfo Suárez, la Unión de Centro Democrático (UCD).
No oculta Fernández Rozada que el que fuera primer presidente de la democracia española no era su primera opción. «Me dio miedo la decisión de apostar por Adolfo Suárez en lugar de por Carlos Arias Navarro», decisión que otorga, directamente, a «Torcuato Fernández Miranda, fue él quien dio ese giro». Pese a sus reparos iniciales, Rozada confirma que «pronto vimos que la concordia era posible en España».
Una concordia que llegó con muchas cesiones. De los socialistas y los comunistas, los perdedores de la guerra y perseguidos durante la represión que supuso la dictadura, «que aceptamos un modelo político marcado por una monarquía».
Y, como un elefante en cacharrería, la figura de Juan Carlos I entra en el debate. Y lo calienta. Pero desde el respeto. «Yo soy monárquico» afirma rotundo Fernández Rozada «y creo que Felipe VI lo está haciendo muy bien, que está muy preparado».
Con la misma rotundidad, recuerda Laura González que ella es «republicana, pero para lograr la legalización del PCE, Santiago Carrillo tuvo que aceptar la monarquía y la bandera rojigualda». Y no está nada contenta con lo que se ha conocido ahora del reinado «del Borbón. Al final, borboneó».
Sanjurjo también reconoce, abiertamente, que «no soy monárquico» y que aceptó «como constitucionalista el modelo de Estado que acordamos». Eso sí, al rey emérito le concede solo un acierto «lo que hizo durante el 23F, con el golpe de Tejero. Cuando salió en televisión se ganó el apoyo social». Pero, como González, cree él que «lo que vino después es inaceptable». Y no duda en recordar que el emérito mantuvo relaciones extramatrimoniales y actividades económicas de dudosa legalidad «con la connivencia de la prensa».
Y llegó el Fiscal General
El ardor del debate monárquico sube enteros al preguntar si, en estos momentos, un encuentro como el que ellos mantiene sería posible entre sus líderes regionales y nacionales.
Nadie contradice a Isidro Fernández Rozada cuando dice que «sí creo posible que, como hacemos nosotros hoy, Álvaro Queipo, Adrián Barbón y Ovidio Zapico se sienten juntos a charlar». El pero, enorme, llega al imaginar la misma escena, pero con Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Alberto Núñez Feijóo como protagonistas.
Un pero marcado por el motivo. «Es que Pedro Sánchez está generando una desafección enorme entre los ciudadanos y la política», explica Fernández Rozada. «¿Por qué dices eso?» cuestiona Sanjurjo. «Hombre, está ahí pactando con los que no quieren estar en España y, claro, con lo del Fiscal General... Tenía que dimitir».
No le da tiempo a Sanjurjo a opinar. «¿Por qué va a dimitir Sánchez?» critica Laura González, «¿Por un juicio que todos hemos visto como fue? En el que no se creyó a los testigos que negaron que él hubiera filtrado los datos del novio de Ayuso», sentencia. Mientras Laura González bebe agua tras el calentón,, Sanjurjo interviene «el problema está en que el Partido Popular no ha aceptado lo ocurrido tras las elecciones. Que ganó, cierto. Pero no que no logró los apoyos necesarios para que Núñez Feijóo sea presidente».
De hecho, el socialista tiene claro cuando comenzó la crispación política en España. «La polarización que vemos ahora tuvo un punto de inflexión: el atentado en 2004». Aquel 11 de marzo en el que las bombas de yihadistas segaron la vida de 192 personas que viajaban en un cercanías madrileño, «cuando la versión oficial no cuadraba con la realidad» comenzó para el socialista un enfado «que, hago un vaticino: acabará cuando gobierno el PP. Solo hay crispación política cuando hay gobiernos de la izquierda, porque la derecha no acepta los resultados».
Y aporta Laura González una clave tras la que puede estar la llegada de la ultraderecha a las instituciones políticas y el alto porcentaje de jóvenes que idealiza una dictadura que no conoció. «Hemos cometido un fallo: no educar a las nuevas generaciones en lo que fue la Guerra Civil y la dictadura y lo que supuso la Transición».
«Nunca nos enfadamos»
De repente, todos son conscientes de que la actualidad se cuela en una charla para repasar el pasado. Y toca volver a ello. «¿No habíamos venido a hablar de la Transición?», plantea Fernández Rozada. Y las aguas vuelven al cauce de medio siglo atrás. «Cuando tuvimos que empezar de cero, formar una estructura de gobierno democrática, que no existía», recuerda Jesús Sanjurjo. «Fueron momentos muy intensos en los que todos teníamos mucha ilusión», rememora González, quien, puesta a elegir un momento de aquellos años no duda: El Sábado Santo de 1977.
Y no porque ella sea religiosa «ni mucho menos», sino porque aquel 9 de abril de 1977, aprovechando la coyuntura, Adolfo Suárez hizo pública la legalización del Partido Comunista. «Estábamos cenando con unos amigos en un bar de Avilés cuando nos enteramos. La fiesta fue tremenda. Duró toda la noche».
Se queda Sanjurjo con un año, 1982, en el que el PSOE ganó las elecciones por mayoría absoluta. «Y, en contra de lo que pensaban muchos de la derecha, no pasó nada, no se persiguió a nadie». Fernández Rozada, por su parte, se queda con las primera elecciones democráticas. «Sentí una gran emoción». La reunión concluye como comenzó, con risas. «Porque nunca nos enfadamos entre nosotros». Ojalá esa concordia reine entre sus nietos.
De las 25.000 pesetas de multa por opinar a las enmiendas 'in vocce'
«Bueno, yo con Franco tenía libertad. No puedo decir lo contrario». La aseveración de Isidro Fernández Rozada tiene rápida respuesta de Jesús Sanjurjo. «Sería para ti». Insiste Fernández Rozada, «sí, para vosotros, los socialistas, sí. Para los comunistas era otra cosa», explica. No convence a Sanjurjo. «En esta ciudad (Gijón) a mi me detienen el 1 de mayo de 1975. Tenía una prórroga de estudios y me la quitan. Y me ponen una multa de 25.000 pesetas. En un momento en el que mi padre tenía una pensión mísera de 1.425 pesetas». La detención, llegó, por propagar ideas socialistas. En ese momento, a Laura González podía pasarle algo más serio. Aunque su partido estaba, como el socialista, ilegalizado, ella recuerda redadas: «Una tarde estábamos dando una charla de urbanismo en un local vecinal y vinieron a por nosotros». A ella, por ser sobrina de un destacado «miembro del Movimiento Nacional», no la encerraron. «Pero sí a mis compañeros». La mujer de uno de ellos se llegó al cuartel a buscar al marido «y vi como los guardias le decían que no estaba allí. Cuando, horas después, le dejaron salir, le pusieron la zancadilla al pasar y le tiraron al suelo». Una prueba de la generosidad que impregnó a los políticos que llevaron a cabo la Transición es que, dieciséis años después, En 1991, Sanjurjo ya había dado un paso atrás en la política (1988), pero Laura González se convertía en la primera mujer en presidir la Junta General del Principado. Una en la que, ya bajo las siglas del Partido Popular (fundado sobre las bases de Alianza Popular) era diputado Isidro Fernández Rozada. «Y vaya guerra que me daba». La broma la hace Laura González, quien recuerda que «las enmiendas a los presupuestos se presentaban por escrito, pero Isidro siempre me decía, 'Las quiero presentar in vocce, presidenta' y ahí empezaba a hablar. Sin fin». No obstante, no es a Rozada al que más tuvo que cortar. «Gaspar Llamazares se enrollaba mucho más». Y él era uno de los suyos.