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Dos personas buscan en el interior de su vehículo, apartado en un arcén de la autopista de peaje en plena noche, con la carretera llena de nieve. JOSÉ VICENTE ALONSO
20 horas para llegar de Asturias a Madrid

20 horas para llegar de Asturias a Madrid

Los asturianos atrapados por la nieve en la AP-6 en Madrid critican la falta de información | «No debieron dejarnos entrar en la autopista», aseguran

IVÁN VILLAR

GIJÓN.

Lunes, 8 de enero 2018, 02:47

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«Esto es una trampa mortal». Era el mensaje de desesperación del asturiano David Murciano cuando llevaba doce horas atrapado en su coche en la autopista AP-6 a la entrada a Madrid. Su situación era la misma que la de miles de conductores que se vieron sorprendidos por la nieve en plena operación retorno de las navidades en una de las principales arterias de la red nacional de carreteras. Había salido de Oviedo, con su hermana, su mujer y su hija de ocho años, «preparado, con ropa de abrigo, comida y el depósito lleno». A la altura de la provincia de Segovia, kilómetros antes del punto en el que la carretera se convierte en una vía de peaje, la Guardia Civil le obligó a desviarse por la nacional N-VI, pero estaba colapsada «y la situación empeoraba por momentos, con los coches empezando a patinar».

Ante este escenario, y tras haber recorrido apenas un par de kilómetros, optó por parar en una gasolinera y esperar a que abriera la AP-6. Cuando lo hizo, retomó la marcha. Pero a la altura del kilómetro 79, en las inmediaciones de Villacastín, el tráfico dejó de avanzar. Eran las siete de la tarde y no podría volver a mover su vehículo hasta después del mediodía de ayer. «Estábamos en mitad de la nada, con la nieve hasta la rodilla, sin hoteles ni nada. Mucha gente estaba ya casi sin gasolina para mantener encendida la calefacción y también sin provisiones. Había una pareja con un bebé que se pasó toda la noche intentando que no cogiera fiebre, una chica con un niño diabético... Y no dejaba de nevar».

Fue una noche de desesperación. «Salí de Pola de Lena a las seis de la tarde con el depósito lleno y cuando quedé atascado estaba a menos de la mitad. Cuando me quedaba un cuarto, tuve que empezar a racionar la calefacción a pesar de que estábamos a un grado bajo cero. Por suerte, coincidió que llevaba ropa de nieve», cuenta el allerano José Vicente Alonso, que regresaba al trabajo en Madrid tras pasar el día de Reyes en su casa de Felechosa. Su cena fue a base de «agua, pan y cacahuetes, que es lo que me gusta llevar siempre en el coche». Hasta las once de la mañana, con apenas tres horas dormidas, no vio aparecer a las quitanieves y a los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias que, poco a poco, fueron rescatando los vehículos.

«El problema fue dejarnos entrar», critica Alejandro Candás, que viajaba desde Oviedo con su mujer y su hijo de dos años. Como otros conductores, fue inicialmente desviado a la carretera nacional, pero después vio cómo la autopista de peaje volvía a abrirse. «Pensamos que había estado cerrada por un accidente y que ya se había solucionado. Si no la hubiera visto abierta me habría ido a un hotel o me habría desviado por Valladolid para coger la A-1», lamenta.

Empujando los coches

Tuvo la suerte de que había repostado en la última estación de servicio antes de encontrarse con la nevada y que además llevaba bocadillos en el coche, pero explica cómo otros afectados no iban tan preparados para una situación como esa. «Un padre con un niño de tres meses vino a pedirnos agua y estaba buscándose la vida para poder mantenerle caliente», explica. Cuando, ya por la mañana, las quitanieves despejaron el carril izquierdo, «la gente estaba como loca por arrancar». Pero para cambiar al lado de la carretera que estaba limpio, los coches aún tenían que salvar un montón de unos 20 centímetros de nieve. «Nos juntamos unos cuantos e íbamos empujando como podíamos los coches uno a uno. Quitábamos nieve con playeros o con lo que pilláramos», dice. Unos metros más adelante, ya de nuevo en ruta, se cruzó con los militares, que iban despejando el carril derecho. Y camino de Madrid, ya en zona limpia, encontró «un montón de coches que dejaron tirados al quedarse sin gasolina».

Carlos Morán tuvo más suerte. Había salido completamente preparado «con pala, guantes, cadenas, comida y ropa de invierno», aunque más pensando en los problemas que pudiera haber en el Huerna que en los que se encontró ya en tierras castellanas. «Nos libramos gracias a los comentarios que iba poniendo la gente en las redes sociales, porque ni en los paneles ni en la web de la Dirección General de Tráfico nos decían que no siguiéramos». Cuando se detuvieron a repostar en el área de servicio de Valcarce, ya con dudas sobre la posibilidad de continuar su viaje, el personal de la gasolinera les comentó que había gente que estaba dando las vuelta unos kilómetros más adelante y preguntándoles por habitaciones. «Así que decidimos quedarnos en el hotel a dormir».

El alojamiento se llenó, como lo hicieron en menos de una hora todos los disponibles en la localidad de Arévalo, que tuvo que abrir las puertas de su teatro para albergar a más gente. Otros pueblos situados antes del punto donde comenzaba el colapso pusieron a disposición de los conductores que lo necesitaran polideportivos y albergues. Pero la solidaridad ciudadana también llegó a la autopista y algunas personas atrapadas se encontraron por la mañana con la grata sorpresa de que vecinos de la zona se acercaban subidos a esquíes para llevarles bebidas calientes, según cuenta la gijonesa Marta Torres.

En el área de servicio de Rueda pasaron la noche los pasajeros del Alsa que había salido de Gijón a las cinco de la tarde y al que la Guardia Civil no dejó continuar su trayecto. Médicos de la zona acudieron de madrugada a proporcionar medicamentos a un niño de corta edad al que le iba subiendo la fiebre. Algunos viajeros criticaban ayer que no se les hubiera ofrecido alojamiento en algún hotel próximo, por ejemplo en Tordesillas, si bien la compañía destaca que se les facilitaron consumiciones en la cafetería del lugar. Sobre las ocho de la mañana los viajeros, y los del autobús que había partido de Asturias a la una de la madrugada y había llegado a la misma área de servicio, fueron trasladados hasta la estación de tren de Valladolid, aunque quien quiso pudo regresar directamente a Asturias o continuar viaje a Madrid cuando se abrió la autopista. Eso no impidió que algunos pasajeros perdieron vuelos que debían coger en la capital.

Un problema similar se encontraron quienes debían partir ayer a primera hora en autobús hacia Madrid, ya que no hubo servicio hasta la una de la tarde, con todos los viajes en autocar cancelados hasta esta hora. «He tenido que comprar otro billete para el martes. Alguien debería compensarme», lamenta la canguesa Beatriz Díaz, que debía haber volado ayer a Rumanía, donde estudia como Erasmus.

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