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Ocio alternativo. Jairo, Pelayo, Lucía, Patricia, Laura Julieta y José Luis, en el área recreativa de Casariego, tras un recorrido de unos seis kilómetros desde el centro de formación, compartiendo el almuerzo y un muy buen momento. JUAN CARLOS TUERO

Una sociedad integrada y capaz se genera así

Fundación Edes. 28 años de labor por los discapacitados intelectuales y su inserción en el entorno social, cultural y laboral del noroccidente

OCTAVIO VILLA

Martes, 21 de julio 2020, 02:32

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Modificar las ideas y los prejuicios arraigados no es tarea de un día. Ni tan siquiera de un año. La Fundación Edes comienza ahora, tras 28 años de labor ininterrumpida, a recoger frutos de forma consistente. En 1992 comenzaron a funcionar como cooperativa, con el apoyo de la asociación de madres y padres de las personas con discapacidad intelectual del entorno de Tapia de Casariego, desde La Roda, donde el Ayuntamiento les cedió 35.000 metros cuadrados («que estaban hechos selva», recuerda Antonio García, coordinador y uno de los cinco fundadores) y un edificio que había sido centro de formación agraria y casa de oficios, junto al apeadero de Feve.

Desde 1999 como tal Fundación, el ámbito de actuación ha ido creciendo hasta dar atención a todo el colectivo de la comarca noroccidental de Asturias y a la Mariña lucense. Son, hoy, el único centro de Educación Especial que hay en el territorio que se extiende entre Avilés y Lugo.

Los programas abarcan prácticamente toda la evolución vital de una persona con discapacidad intelectual. Parten de la identificación y atención temprana a los casos en los que la falta de dicha atención podría derivar en un mayor grado de discapacidad. Trabajan ahí dos fisioterapeutas, uno de los cuales está especializado en psicomotricidad; un logopeda y un trabajador social.

De ahí, idealmente, los pequeños pasarían a la educación infantil habitual, si bien Edes cuenta con su Centro de Educación Especial para quienes lo requieren. Duele oír a Antonio García y a la educadora social Laura López que en muchos casos «los jóvenes ven la luz cuando vienen aquí. Pasan de un entorno en el que se sienten juzgados y excluidos y en muchos casos lo son, a otro en el que se les escucha». Pero también hay chicos que al pasar de la escuela al centro de educación especial «sienten un rechazo profundo, aunque eso depende mucho de cómo lo haya trabajado la familia».

Entre los 16 y los 21 años, estos jóvenes pasan, si quieren, por el «Módulo de transición a la vida adulta, que dura tres años y en el que se trata de dotarles de competencias personales y laborales para ser autónomos y para poder acceder al empleo».

Y tras ello hay dos caminos principales: el acceso al mundo laboral en el exterior (ahora mismo la salida habitual es la de repositores en Alimerka, aunque ya se está trabajando «con hostelería, en cuidado de personas, animales y en tareas de mecánica y en la pequeña empresa en general». Lo que quieren las empresas es «personas no conflictivas, que cumplan con sus horarios y que hagan bien su trabajo», y así son quienes salen de los diversos programas de la fundación y la cooperativa. El otro camino, que hoy da trabajo a 16 personas, es el Centro Especial de Empleo que se ubica en la misma finca. Allí tienen más de tres hectáreas de todo tipo de cultivos en ecológico, con los que no solo aprenden, sino que se gestiona de forma profesional y ayuda a su propia financiación con la venta de sus productos agrarios en la tienda situada en la misma finca. EL COMERCIO estuvo allí durante la mañana del pasado miércoles, y la afluencia de compradores de los pueblos del entorno fue continua. Alegre. Hasta festiva.

Hoy, decíamos, el centro de empleo da trabajo a 16 personas, 15 de ellas con discapacidad intelectual. Sus diversas capacidades no son óbice para llevar adelante un proyecto con criterio empresarial, no solo formativo, si bien la vista está situada en «facilitar que en un entorno rural puedan tener una vida laboral exitosa», explica Laura López.

Para ello es necesaria la existencia de un tejido empresarial sensible, diverso y con capacidad de contratación (las pequeñas empresas rurales no siempre la tienen, por su estructura de explotación familiar). Y desde la Fundación Edes se aborda también una tarea de «prospección laboral e intermediación» para encontrar empleo para sus alumnos, a los que posteriormente harán un seguimiento, porque la intermediación no se acaba con la firma del primer contrato.

Eso sí, puede sorprender a quien llega de una ciudad la pregunta de Laura López: «¿Sabes la mayor dificultad para encontrar empleo que tienen estos chavales? Que en esta zona no hay transporte público digno. Y también la falta de cobertura de internet». Las personas con discapacidad intelectual certificada no tienen la opción de sacar el carné de conducir, y «en toda la comarca solo hay dos líneas de Alsa de largo recorrido, mientras que de Feve no te puedes fiar, nos deja colgados cada poco».

Son elementos, las malas conexiones de transporte y la falta de cobertura de internet y hasta de telefonía móvil, que a base de reiterarse pueden parecer una letanía, pero que tienen una incidencia negativa directísima en la capacidad de las zonas en riesgo demográfico de competir para recuperar actividad económica. A la puerta de la Fundación, su responsable del programa 'Volver al Pueblo', Fernando García, lo explicita: «En Tapia no estamos mal del todo, pero pasas esa cordal (un par de kilómetros al sur) y la selva ha recuperado su lugar». Hay mucho que hacer. Con urgencia.

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