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Entró como salió, entre aplausos. Su ponencia era una de las más esperadas, ya que, como dijo una de las 'madres' del III Congreso de Prevención de la Violencia de Género ... , Marian Moreno, «ha costado mucho tenerla aquí». Hodan Sulaman es más que una técnica en intervención intercultural en Médicos del Mundo, es una somalí que conoce la realidad de salir de su país con lo puesto, -de la mano de su madre y sus dos hermanas, en 1989- cuando una guerra amenaza con destruir el mundo que conoce. Tras pasar por un campo de refugiados de Etiopía, Sulaman llegó a España donde se ha convertido en una de las referentes en el activismo contra la mutilación genital y los matrimonios forzosos. Y en Gijón, que ya se ha convertido en la sede del congreso que convierte a Asturias cada abril en el epicentro del debate y la reflexión sobre las violencias que sufren las mujeres, Hodan Sulaman sacó los colores.
El primero, el suyo, el negro, «aunque todos decimos que no somos racistas, sí lo somos. No es lo mismo que denuncie malos tratos una española blanca que una española negra o mulata». Porque del tono de piel marrón también habló, «cuando se refieren a las mujeres latinas no se dan cuenta de que se refieren a mujeres de todo un continente, con su propia cultura e idioma», al que, pese a tener la raíz común del castellano, «no siempre es fácil entender si te hablan rápido y con acento de Sevilla o de Asturias, por ejemplo». Y el tercero, el rojo. El color que tiñe los rostros blancos al escuchar que, pese a creer no serlo, «pese a ser una técnica o una profesional de atención a las víctimas de violencia de género, también se es racista. Sin saberlo, pero lo es, porque el trato es diferente».
Unas palabras que sustentó en historias. Como la de una mujer «que ha pedido que no diga su nombre» con la que Hodan Sulaman lleva años trabajando. «La trajeron menor a España, para casarla con un primo. Falsificaron sus papeles, para que constara que era mayor de edad, pero no lo era». Esa fue el segundo ataque a sus derechos, el primero fue «haberla mutilado de niña». En España, casada con su primo, vivió «encerrada los dos primeros años. Él decía que la tenía así para que se quedara embarazada, pero el sistema le falló, nadie se dio cuenta de que aquella mujer apenas salía, no hablaba el castellano, no se relacionaba con nadie». Y volvió a fallarle cuando, tras quedarse embarazada, comenzaron las agresiones físicas. «Entonces dio el paso de denunciar». Spoiler: no salió bien.
«Él huyó del país y ella se quedó en un limbo, sin marido, sin papeles y sin que se castigara a su agresor». A nivel legal, «hoy todavía sigue casada con aquel marido». Uno que se sabe «que está en Francia, que es un país de la Unión Europea. ¿Alguien se cree que eso pasaría con una española blanca? No. Pero como ella es negra, nadie busca a ese agresor».
No le fue mejor en su segunda relación. Su nueva pareja comenzó a agredirla a ella y a sus hijos. «Volvió a denunciar y, en este caso, sí se detuvo al agresor», explica Sulaman. Su descripción del juicio rápido que siguió a esa denuncia es, cuando poco, desmoralizador: «Aquella sala llena de mujeres que habían denunciado violencia de género. Los abogados hablando en alto con cada una de ellos, dando todos sus datos en público. Las tratan como si fueran ganado. Eran todas migrantes».
Pese a ese panorama, logró la víctima una orden de protección y acceso a una casa de protección. «Fue terrible. La amenazaron con quitarle a los niños. Eso pasa a muchas mujeres migrantes, cuando denuncian maltrato les dicen 'déjanos a tus hijos, que los tutelamos', por lo que muchas mujeres migrantes víctimas de maltrato no denuncian. Tienen miedo a que les quiten a sus hijos».
La víctima de la historia acabó en la calle. «No miento, de la noche a la mañana se quedó en la calle con sus cosas». La reflexión de esa mujer es la que, lamenta Hodan Saluman, hacen muchas mujeres migrantes «si lo llego a saber, no denuncio».
Lamenta ella el trato que reciben las mujeres migrantes. «No venimos aquí por gusto, sino porque huímos de países en guerra. ¡Qué mas quisiera yo que poder seguir viviendo en mi país, con mi familia y progresar allí!, pero no puedo». Porque «el mundo se lo dividieron unos cuantos señores y se reparten sus riquezas. Nadie emigra por gusto».
Sobre la mesa puso la necesidad de incluir, siempre, «técnicos de mediación intercultural» y, sobre todo, «contar con traductores, con hombres y mujeres que sepan el idioma de la mujer con la que están hablando». Porque, contó el caso de una mujer, víctima de maltrato, «que siguió todo el proceso con su marido, y maltratador, como traductor. Evidentemente, no acabó bien. »Le quitaron a la niña«. El sistema le falló».
Como tampoco funciona bien el sistema con las mujeres que llegan en cayuco a las costas españolas. «De repente, cuando comienzan a atenderlas, les hacen preguntas como '¿Cuántas veces te han violado?', así, en público, sin apoyo de ningún tipo». Por eso, plantea la necesidad de revisar el sistema. «Porque las mujeres migrantes sufrimos la doble violencia».
«Está siendo un congreso de mucho nivel y pone de manifiesto que hay mucho que aprender, debatir y analizar en materia de violencia contra las mujeres en todos sus aspectos. Desde el arte hasta los medios de comunicación, teniendo en cuenta las situaciones que sufren las mujeres migrantes o las mujeres con discapacidad y las violencias a través de las nuevas tecnologías... Este es un congreso necesario». La directora general de Igualdad del Principado, María Jesús Álvarez, fue la encargada de cerrar la tercera edición del Congreso de Prevención de la Violencia de Género impulsado por el Principado y celebrado durante este fin de semana en el Palacio de Congresos del recinto ferial Luis Adaro, en Gijón.
Una cita que recibió el respaldo «muy importante», de la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ania Calvo, que presidió la inauguración. Álvarez señaló que «desde la Dirección General de Igualdad tenemos el compromiso de hacer este congreso anual, en el mes de abril, en Asturias. Que Asturias sea un territorio referente. Que en materia de lo que es la reflexión, el análisis profesional, formado sobre las violencias que sufrimos las mujeres por el hecho de ser mujeres, ese espacio de reflexión anual es Asturias».
Respecto a las palabras de Ania Calvo , que dijo que «Asturias es ejemplar y ejemplarizante», la directora general de Igualdad cree que «a veces es más fácil analizar desde afuera que desde adentro la calidad de los recursos puestos a disposición de las víctimas». Entiende que «aquí igual no somos capaces de evaluar lo que tenemos, pero desde afuera sí se ve. Pero no basta». Porque, explicó María Jesús Álvarez, «tenemos que seguir avanzando, desde la estrategia abolicionista, con la atención a mujeres migrantes, a mujeres con discapacidad y a las jóvenes, las adolescentes y la infancia».
Y, en esa línea, defiende María Jesús Álvarez que Coeducastur, el programa impulsado por el Principado y que lleva la educación en igualdad desde la etapa de 0 a 3 en adelante, «es clave para seguir avanzando». Desde este momento, ya está en marcha la preparación del IV Congreso de Prevención de la Violencia de Género.
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