La digitalización de la depuradora de La Lleda de Avilés mejora la eficiencia en el tratamiento del agua
El uso de sensores ahorra procesos manuales, permite obtener información actualizada y redunda en la mejora de los tiempos de respuesta
Abrir cualquier grifo y que salga agua es algo tan cotidiano que pocas veces el consumidor piensa en todo el proceso que hay detrás de ... esa pequeña acción. El agua que se bebe, se usa para cocinar, para la higiene o para tareas domésticas en Avilés procede de cuatro captaciones diferentes y, a través de un sistema de bombeo llega a la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de La Lleda, en la que se analiza, se filtra, se potabiliza y se distribuye a toda la red municipal.
Es un proceso perfectamente estructurado que se venía realizando de manera manual y que, gracias a las inversiones del PERTE de digitalización del consumo y distribución del agua en la aglomeración urbana de Avilés, acaba de entrar en una nueva fase que simplifica y abrevia un recorrido que ahora se monitoriza y telecontrola desde la propia planta de La Lleda. Representa, en palabras de Guillermo Noriega, jefe de la planta, «aumentar la calidad del servicio y reducir los riesgos». Y lo mejor está por llegar porque cuando las inversiones de este proyecto estratégicos se completen permitirán automatizar algunas de las fases del proceso, asegurando un servicio mucho más eficiente.
La depuradora de La Lleda fue construida en 1978 y en ella se tratan los caudales que proceden del Canal del Narcea y del Río Magdalena (las otras dos son la Fervencia y la toma de Cadasa y ya llegan tratadas). El agua llega a una cántara en la que se añaden cloruro de aluminio, que es lo que se denomina un coagulante que consigue agrupar las diferentes partículas sólidas que hay en el agua en otras de mayor tamaño, y también se añade cloro para una primera preoxidación.
Una vez añadidos estos reactivos, el agua atraviesa una rejas de desbaste, una malla para retener los sólidos de mayor tamaño, algas, alguna rama, y a partir de ahí se separa en dos canales hacia los decantadores, donde se eliminan la mayor parte de los sólidos que hay en el agua. Una vez clarificada se pasa a la siguiente etapa, la de filtración. Son diez filtros de arena (nueve en servicio) en la que queda retenida alguna posible impureza del agua, que sale ya libre de sólidos. Ese agua se vuelca en una cántara común en la que se acomete el último paso: la postcloración. Una vez realizado, el agua va por gravedad o por bombeo a cualquiera de los dos depósitos de La Lleda.
Este es el proceso de tratamiento del agua y es invariable. Lo que se consiguió en diciembre de 2023, y ha obligado a cambiar las labores de algunos trabajadores de la plantilla, es digitalizar cada uno de los pasos desde que el agua llega a la planta de la Lleda gracias a la instalación de sensores en las diferentes cántaras. Los datos proporcionados por esos sensores sobre ph, turbidez, conductividad o cloración se actualiza de manera constante y el jefe de planta pueda controlarlo a través de una pantalla en la que se ve todo el proceso.
Su ojo está entrenado, pero si no lo estuviera el sistema advierte con alertas cualquier fallo. La gran ventaja de esta digitalización es la drástica reducción de los tiempos y los riesgos «porque te enteras al instante incluso del fallo de un sensor», esto permite tomar medias al momento. Ahora se ve al momento, por ejemplo, una pérdida de presión de la red y se acortan los tiempos de actuación. O el análisis del agua. Antes, hasta hace no mucho, los trabajadores tenían que desplazarse hasta las diferentes captaciones, hacer descender un bote con una cuerda, recoger una muestra de agua, regresar a la planta de La Lleda, analizarlo y anotar los resultados en un documento Excell. Más o menos, una hora de trabajo, minuto arriba, minuto abajo. Ahora es prácticamente instantáneo y, como refleja Noriega, «el nivel de información que manejas no tiene color». Y en un solo vistazo: todo junto.
El sistema permite monitorizar el proceso y telecontrolarlo, esto es, adoptar medidas. Más adelante, cuando el resto de las inversiones del PERTE estén completadas, se podrá también automatizar algunos procesos, por ejemplo, la entrada de agua de los canales. En cualquier caso, como advierte Guillermo Noriega, «esto es solo una herramienta, las decisiones las tomamos nosotros, seguimos siendo necesarios».
La rutina de trabajo ha cambiado. Ya no es necesario ir a diario a esos depósitos aunque se sigue acudiendo un par de día por mero control y ahora los trabajadores tienen en su dispositivo móvil la información sobre caudales, depósitos y distribución.
En Avilés se consumen 16.000 metros cúbicos, con un rendimiento del 80% frente al 72% nacional. ¿Qué quiere decir esto? Que el agua llega al consumidor y se pierde poca en purgas, baldeos o fuga. En el ámbito rural el rendimiento es del 50%.
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