El «humanismo» de Colita llega a Avilés en su «viaje sin fin hacia la emoción»
La exposición que el Niemeyer dedica a la fotógrafa abrió sus puertas para repasar el vínculo de la artista con la vida cultural de su época
En sus carretes no falta nadie. Está García Márquez, está Montserrat Caballé, está Carmen Amaya; Serrat, Vargas Llosa, Ana María Moix, Ocaña, Tapies, Dalí –pero ... un Dalí «humano»–, Ana Belén, Víctor Manuel, Graciela Iturbide. '¿Era ella consciente de lo que estaba capturando con su cámara?', es inevitable preguntarse. «No», responde Francesc Polop, comisario de 'Colita. Arte y parte'. «Ella no era consciente de que estaba fotografiando la historia».
La exposición que ayer abrió sus puertas en la Sala de Fotografía del Niemeyer es la primera concebida íntegramente después del fallecimiento de la fotógrafa barcelonesa a finales de 2023. «Es mi primera exposición huérfano», expresa Polop, quien mantuvo una estrecha relación con ella tanto laboral como personal durante más de treinta años. Como legado, además de numerosas anécdotas, le dejó el cargo de director del Archivo Colita, que conserva más de 30.000 fotografías.
Ella se consideraba a sí misma «fotoperiodista», porque «perseguía el humanismo»; mostrar a la persona detrás del personaje, establecer una relación con el retratado. «Siempre hay un juego», explica divertido Polop señalando, por ejemplo, el retrato que le hizo a Antonio López –sonriente, detrás de dos esculturas inacabadas–, a quien era «difícil» hacer reír. «Colita tenía una capacidad increíble para conectar con la gente». Y se nota. La de López es una de las tantas instantáneas en las que el espectador puede percibir que toda una escena está sucediendo mientras la cámara va haciendo clic.
Las paredes de esta gran sala del centro de arte avilesino se han vestido de gala para la ocasión, recibiendo más de 120 fotografías elegantemente dispuestas, organizadas en seis bloques que corresponden a seis momentos de su relación con la cultura: el cine, el flamenco, la pintura, la literatura, la transgresión y el arte. A través de estos icónicos retratos –lo único que le gustaba fotografiar, además de personas, eran animales– se nos presenta un contexto histórico y cultural vibrante, el de la Barcelona de los sesenta y setenta, en el que la artista había emprendido «un viaje sin fin» en busca de la emoción. Pero «nunca la encontró», porque por más que conviviese con personas que fueron capaces de transformar la cultura de nuestro país, solo Carmen Amaya había conseguido hacerla llorar, «romperse», cuando la vio bailar flamenco. Y es precisamente éste el punto de partida de la exposición; el momento en el que Colita se enamora del arte y emprende un camino de ida con su cámara en busca de algo que la conmoviese de la misma manera. Sin saberlo, enfrascada en esa misión, sería ella misma quien pasaría a la historia.
'Colita. Arte y parte' estará abierta al público hasta el próximo 11 de enero. La Sala de Fotografía se ha transformado, temporalmente, en una ventana al pasado; un viaje por la cultura que definió lo que somos hoy y un viaje, además, al interior de una de las artistas más influyentes de las últimas décadas.
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