Una ruta por los motores y las músicas sixty
Festival ·
El Yeyé recibió a cerca de un centenar de Vespas y Lambrettas, en la tradicional scooter cruzada que recorrió el concejo al ritmo de los sesentaMotos y música componen la banda sonora que marca el compás de una cultura pasada y presente, tan underground como profunda y profusamente asentada sobre la tierra. El universo mod y sixty sigue fuerte en pleno siglo XXI y el Yeyé de Gijón lo atestigua año tras año. La plaza del Marqués volvía a recibir en la soleada mañana sabatina a un centenar de scooters, Vespas y Lambrettas, preciosas joyas conservadas y cuidadas al detalle que siguen marcando el ritmo del asfalto y el de la vida de sus propietarios, siempre atentos a cada pieza, a cada recambio, a que el retrovisor y la pintura estén en perfecto estado.
Se dejan ver, mirar y admirar esas máquinas de la scooter cruzada, que puso los cuentakilómetros a funcionar en el concejo de Gijón con parada para el apertiro rumbo al prao del Sol, en la Providencia, para unirse a ese punto de encuentro del Yeyé con comida de hermandad incluida. «Aquí hay motos del año 65, de mediados de los setenta», cuenta Marcos Mateos, que añade que a veces cuidan más de los vehículos que de ellos mismos.
No hubo en esta ocasión moteros extranjeros, pero sí de diferentes partes de España. Desde Vitora o Villagarcía de Arosa han llegado rodando algunos de los participantes, que tienen en común ese amor por una época y todo lo que eso significó y aún hoy significa: «Cada persona tiene su historia con estas motos, hay quienes las recuperan porque las tuvo su padre, quienes simplemente les interesa el mundo del motor clásico y la mecánica, y en nuestro entorno del Yeyé es un todo, engloba una parte de estética, no solo son las scooters, es todo lo que hay alrededor, es una subcultura dentro del mundo mod y sixty». En esas motos se movían los mods en los sesenta y en esas motos se siguen moviendo ellos con idéntica elegancia y sin perder prestancia.
Pese a que peinan canas ya los participantes en el Yeyé, lo cierto es que no paran, que tienen el aguante de una jovenzuelos y son capaces de ir de fiesta en fiesta, de concierto en concierto. Porque ayer, además de las motos, siguieron disfrutaron de la fiesta del prau del Sol, con los dj y el mercadillo y las ganas de encontrarse. Eso, durante el día, porque la noche fue larga y propicia a la buena música en la sala Albéniz de la mano de Wylde Tryfes, una banda francesa de garaje punk que sacó a escena su lado más salvaje, y Los Retrovisores, banda barcelonesa que está a punto de cumplir veinte años tocando juntos y que sirve neo yeyé, freak pop y soul ibérico.
Un buen cóctel, sabroso y fresco pese a esa mirada hacia el pasado que lo alienta y alimenta. Hay músicas que nunca mueren. Hay motores que nunca dejan de rugir. Y hay festivales eternos como el Yeyé, que lleva treinta años dando guerra y no tiene plan de tregua.
Hoy toca despedida y cierre. Hoy toca curar la resaca con buenos alimentos antes de decir adiós hasta el año que viene. Primero en el Toma 3 y después en la playa de Estaño.