Todos los requiebros de una bata de cola
Tesis doctoral. Irene Marina Pérez firma una tesis doctoral que analiza el cine musical del franquismo y todas sus audacias para meterle goles a la censura
Con bata de cola pero cristiana y decente. La frase tiene calado y dice mucho sobre lo que fue el cine musical que inundó España ... de 1957 a 1975, que es el motivo de una tesis doctoral que se acaba de leer en la Universidad de Oviedo. Entraña las contradicciones de un cine y de una vida en la que los dictados de la dictadura y las penas de la censura mandaban y se imponían, pero siempre había hueco para mover la cola, para encontrar un poco de audacia y luz, para salirse del guion.
Eso sostiene al menos Irene Marina Pérez, flamante doctora en virtud de un trabajo al que ha dedicado cuatro años y que lleva por título 'Con bata de cola pero cristiana y decente. Estrellato y género en el cine musical del franquismo (1957-1975)'. ¿Por qué adentrarse en ese mundo? En primer lugar por una curiosidad casi personal de entender por qué su abuela en este norte cantaba copla y la razón no es otra que todo ese cine impuso en su momento una imagen de todo lo andaluz como sinónimo de lo español, mientras se silenciaban otras manifestaciones culturales o se homogeneizaban en torno a los coros y danzas. «Quería ver cómo se produjo este mecanismo de metonomía en virtud del cual todo lo andaluz iba a funcionar como español y España se iba a convertir en olé y flamenco», explica la investigadora, que sabe que ese cine era el que se exportaba y daba al mundo esa imagen de nuestro país.
Todo lo dicho, sin acritud ninguna. Porque Irene Marina Pérez busca por encima de todo dignificar ese cine de barrio tantas veces denostado que se creó como entretenimiento y diversión para las clases populares. «Este trabajo es un relato de cómo se construye la identidad española, la masculinidad y la feminidad, a través de este cine musical popular y ver qué fisuras había dentro de ese poco espacio de maniobra que permitía una dictadura con censura institucional, si se podían encontrar algunos requiebros y representaciones más audaces». Y la respuesta es: «Sí los hay».
La autora reivindica ese cine de barrio como una manera de contar nuestro pasado
El trabajo comienza con 'El último cuplé' y se detiene entre 75 y 80 producciones, que fueron las que la autora analizó, pero sabe que fueron más las que vieron la luz, aunque no siempre es fácil dar con ellas porque están catalogadas como drama o comedia obviando esa parte musical que resulta fundamental para su estudio. «Eran musicales protagonizados sobre todo por mujeres, como el revival que se hizo del cuplé, que era un género que ya estaba caduco, por Sara Montiel», detalla Irene Marina Pérez, que no se olvida de citar a la asturiana Lilián de Celis. El cuplé tuvo mucho éxito en esos primeros tiempos. «Se hacen un montón de películas entre 1957 y 1962, casi una veintena en torno al cuplé, y más adelante se hacen algunas riéndose del género, como 'Miss Cuplé', de Pedro Lazaga, en la que la protagonista es Mary Santpere», u otra cinta con el sugerente título de 'Pierna creciente y falda menguante'.
Cita la doctora estos títulos y otros, y entre las más audaces habla de 'Casa Flora', de Ramón Fernández, que protagoniza Lola Flores y que tiene una escena maravillosa en la que esta habla con Estrellita Castro. Claro que si hay una cinta en la que el requiebro fue mayúsculo fue en 'La cera virgen', de José María Forqué: «Es una película súper audaz para el momento y presenta a Carmen Sevilla como en un cortejo de penitentes tipo paso procesional pero estilo sadomasoquista», relata. Van vestidos de cuero y ella aparece dormida, entronizada como Virgencita de España, el estereotipo que siempre la acompañó.
Otro ejemplo de rendijas de luz en plenos años del desarrollismo español es 'Diferente', película muy conocida de 1961, en la que no hay duda de que se habla de un personaje homosexual y que pasó la censura sin problemas. El protagonista es Alfredo Alaria, bajo la dirección de Luis María Delgado.
Dicho todo esto, la conclusión es la que ya apuntaba al principio. «Tenemos que hacer entender desde la historiografía esto como un producto de su tiempo, orientado a ese consumo de entretenimiento, popular, en el que hay contradicciones, hay negociaciones sobre lo que suponía que debía ser un hombre y una mujer y otras posibilidades». Son, en todo caso, estas películas un elemento fundamental para contarnos a nosotros mismos en ese pasado aún reciente. «A veces pensamos que dentro del canon del cine español no hay hueco para unas películas como las de Manolo Escolar, en las que hay un machismo lacerante que está presente, como lo estaba en la sociedad, pero estas cintas nos permiten entender qué mensajes se lanzaban a la población, qué era lo que interesaba en ese momento, si había un discurso un poco más audaz a veces, si los propios directores eran conscientes o no», señala la investigadora de la Universidad de Oviedo.
El cine no es solo cine. Es mucho más. Es también la imagen que transmite de las estrellas y cómo estas se relacionan con su público. Y es también lo que provocan: «Las películas las hacemos nuestras a medida que las vemos y pensamos a partir de ellas».
Es este un hilo del que tirar en ese cine más sencillo y maniqueo para componer ese relato social y cultural de una época. Y ella lo ha hecho también buscando retratar a esas estrellas del momento, no solo las mujeres, también personajes como Raphael, con un modelo de masculinidad que interesaba al público de la época y que dibujaba una suerte de jovencito enamorado, un héroe romántico muy diferente al ya citado Manolo Escobar.
Se ha servido de las películas, por supuesto, pero también ha recurrido a la hemeroteca para observar la manera en la que se contaban las estrellas en esa sociedad franquista. «También con las estrellas vemos contradicciones, a las mujeres la prensa femenina nos las muestra en casa, hablando de hijos y cocina, pero luego ellas mismas se presentan como mujeres que viven al margen de lo que era serlo en una sociedad franquista, eran empresarias, vivían un poco a su manera».
Esas estrellas, y volvemos de nuevo a la bata de cola, tienen, pues, su trampantajo. Por mucho que las folclóricas fueran a bailar al Pardo, su estatus de estrella les permitía vivir al margen y siempre había hueco para sacar la cabeza. «Ellas están atravesadas por el control biopolítico de los cuerpos que lleva a cabo el franquismo, pero al tiempo tienen esas batas de cola que les permiten hacer requiebros».
Lo que ha cambiado y mucho es la forma de entenderlas. Ahora se antojan más mundanas y antaño se situaban en otro cosmos más mítico, más próximo al cine clásico de Hollywood. Eran inalcanzables. «Es complicado definir una estrella, pero hay una frase de Edgard Morin que dice que tiene que ser tan rara como el oro y tan común como el pan. Y yo creo es muy certero».
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