La Vuelta sale viva del 'moridero'
Pellizzari, de 21 años, aprovecha las fuerzas justas de Vingegaard y Almeida y vence sin altercados en la cima leonesa de El Morredero
Iván Benito
Miércoles, 10 de septiembre 2025, 18:19
En el Alto de El Morredero confluyen literatura y ciclismo. Mucho antes de que subieran las bicis estuvo por la zona Azorín, ensayista y dramaturgo ... de la Generación del 98, fascinado con ese término castizo que trató de popularizar. Morredero. Le gustaba la sonoridad, pero no sabía lo que significaba. Viene a ser la traducción del asturleonés de 'moridero', el lugar de la muerte. En su cima encontraban los cadáveres de pastores y algunos peregrinos desorientados que aparecían allí tras el deshielo. De esta cumbre maldita, La Vuelta salió este miércoles viva. Sin incidentes y con la general por decidir el jueves en la contrarreloj de Valladolid.
La tortura de la nueva vertiente que descubrió La Vuelta del Morredero, 8,8 kilómetros al 9,7% de pendiente media, fue igual de agotadora para Vingegaard que para Almeida. Los dos favoritos se midieron sin altercados alrededor pero tampoco fuerzas. «No ha tenido el mejor día pero tampoco uno malo», decía Kuss sobre el danés. Su líder le replica. «No perder tiempo en un mal día es bueno». Se mantiene líder y aumenta la renta dos segundos más. Otra vez a 50, igual que antes del Angliru.
«Veo a toda la gente muy cansada. No me he encontrado perfecto, pero estos días pasan», expresa el luso, fatigado. A falta de 6,3 kilómetros de la meta, con el ataque de Hindley, el portugués cedió unos metros. A su ritmo, logró recuperarlos un kilómetro más tarde. Vingegaard sabía que su rival se había cortado, pero no pudo darle sepultura en un lugar para morir.
Los cuatro primeros de la general, y los jóvenes Riccitello y Pellizzari, salieron de la mano del tramo más duro, junto a los restos ennegrecidos de una sierra quemada. Desastre natural. Los bomberos reclaman más recursos. «Fue devastador verlo así», admitió Vingegaard. Mientras subían en silencio, de luto por el contraste entre el verde y el negro, escuchando el rubor del viento que les esperaba en la cima y amenazó con bajar varios kilómetros la meta, el danés y Almeida charlaron. Del fuego, de Palestina o a saber. «No recuerdo de qué, pero es buen tipo», dice el líder. Había tregua. Viento de cara. Rampas menos inclinadas y el firme más planchado. Ahí le dio a Pellizzari por pensar que 'si arranco, nadie me va a seguir'. Hasta ahora solo tenía una maglia rosa que le regaló Pogacar por su soberbia actuación en el Giro del año pasado. Ahora, con 21 años, también tiene una victoria en una grande.
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Vingegaard y Almeida estaban a lo suyo. Pidcock y Hindley luchan por el podio. Y Riccitello reaccionó tarde y los favoritos le secaron. «No tengo a nadie a quien culpar más que a mí», se flageló el estadounidense, de 23 años, del Israel, por un día libres de altercados. El Morredero se estrenó en La Vuelta en 1996 con el mismo temor. Las fuertes reivindicaciones mineras intentaban cortar la carrera. También hubo un problema logístico. Los camiones no pasaban por Corporales. Entre la tienda del pueblo y un pajar faltaban diez centímetros de anchura. «Mis vacas no comen billetes», respondió el ganadero cuando le propusieron derribar el comedero de sus animales. Se tiró solo una parte y se reconstruyó gracias asu vehemencia. Exigió el dinero antes de la etapa.
«El pasado no da garantías»
El pelotón también se plantó este miércoles en la salida. El día anterior les habían tirado chinquetas, cristales, orina, cerillas en la carretera, el árbol talado... Un representante de cada equipo votó qué hacer si se repetían los actos que ponen en peligro su integridad. Y el resultado unánime fue que ellos mismos neutralizarán la carrera. «Puedo estar de acuerdo o no con el resultado, pero lo importante es que ahora estemos todos unidos», abanderó Vingegaard, de los pocos que habla del tema.
Su equipo, el Visma, apenas dio dos minutos de margen a una fuga de 18 ciclistas, con Joel Nicolau por octava vez. Desarmaron al UAE, pero no hubo remate en el Morredero. El nombre que cautivó a Azorín también fue objeto de votación en 2010. Mala imagen para una pista de esquí eso de lugar para morir. El 64% de los ponferradinos optaron por mantenerlo. Nada de connotaciones fúnebres, ni siquiera para los bosques de laderas calcinadas que intentarán rebrotar. Más fácil lo tiene Almeida, que casi sobre el mismo recorrido que este jueves aventajó en 28 segundos a su rival. «El pasado no da garantías», apostilla. Pero nadie sabe lo que está por venir.
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