Melón más allá de la rodaja: otras formas de combinarlo en nuestros platos
El fruto conserva su corona estival a base de frescor y dulzor aunque muchos desconocen su versatilidad en la cocina
Pocos frutos tienen un talento natural para invocar el verano con tan solo un mordisco. El melón comparte con la sandía esta particular y refrescante cualidad. Da igual que los encuentres en el supermercado en abril, octubre e incluso en el frío diciembre. Es en el estío cuando verdaderamente se disfruta.
Puedes comprarlo entero, partido por la mitad o en cuartos plastificados. El alimento no pide plato ni protocolo: se parte, se ofrece, se come. Se impone, frío y optimista, como postre de diario, integrado en el desayuno o en una cena ligera. Puede ser en alargadas rodajas o en trozos, previamente cortados para convertir la fruta en un tentempié de nevera.
Cada español consumió de media en 2023, según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, un poco más de siete kilos. Tres años antes la cifra estaba más cerca de los diez que de los nueve.
Su consumo ha vivido, pues, tiempos mejores, una tímida decadencia que contrasta con el auge de otros frutos. Tiene pocas calorías, alrededor de 35 por cada 100 gramos, mucha agua -más del 90% de su peso- y un dulzor natural que lo convierte en alternativa de postre incluso para quienes «están cuidándose.
Rico en vitamina C, potasio y fibra, no entra en el territorio del 'superalimento' pero es también una alternativa saludable, aunque quizás menos 'instagrameable' que los frutos rojos, el aguacate o el maracuyá. Contiene, eso sí, fructosa y glucosa, que pueden elevar el nivel de azúcar en sangre.
Al melón puede hincársele directamente el diente o integrarse en distintas recetas. La más popular, aunque impregnada de cierto aire viejuno, es la que acompaña la rodaja con jamón, plato antaño elegante y digno de los más finos banquetes. Admirada por muchos pero no por Ramón Gómez de la Serna, quien lo consideraba invención de aristócratas inapetentes».
Algunos cocineros la actualizan convirtiendo el melón en ambrosía licuada y el ibérico en crujiente. La sopa de melón lleva al universo de la gastronomía líquida un clásico veraniego de capa caída y en muchas ocasiones lo actualiza, como en esta receta a la menta junto a la caipirinha. Otra opción es acompañar el refrescante caldo de sardina marinada y calabacín osmo.
El gazpacho de melón y menta es ideal para los días calurosos que amanecen con pocas ganas de cocinar. Se bate el melón con un poco de agua, aceite, sal, menta fresca y se añade un chorrito de limón antes de entonar 'tachán'. La mezcla es cuestión de minutos.
El sorbete de melón con cava es el lujo discreto con burbujas pero también está la ensalada de melón, queso feta y rúcula, el melón a la plancha, marcado en sartén y servido con vinagre balsámico o las brochetas de melón y gambas. Entre las versiones más desconocidas figura la que lo emparenta con la carne, aunque quizás prefieras convertirlo en mojito, batido junto a la lima, y acompañado de hierbabuena, ron blanco y hielo.