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Bajo los montes de Urbiés y desde el diseminado Turón, ayer minero y populoso, hogaño retornado a la ruralidad, La Gotera une construcciones alrededor de una amplia plazoleta para aparcamientos y entoldados. Una bocamina hullera, con goteras, de ahí el nombre, sirve de efectiva bodega.
Dirección: El Centro de Turón, s/n. Turón (Mieres)
Teléfono: 985 43 08 12.
Gerente y cocinero: Jorge Luis Barbón Fernández.
A la entrada cuelga de la pared un completo archivo fotográfico del negocio primero e inicial hasta su reciente cierre, el obrador panadero y repostero Los Ángeles-La Turonesa, todo un siglo y pico amasando y distribuyendo panes y empanadas, bizcochos y pegarates del bisabuelo a Carmen y Manu que –padecidas serias enfermedades consecutivamente, y ya curados– prefieren ejercer de clientes y recorrer el Mediterráneo. Cerrada la panadería, alrededor de la barra, la zona de tapeos o el comedor, exhiben artilugios antiguos de tahona.
Ingredientes para cuatro o cinco comensales: 1 kilo de bacalao previamente desalado. 1 cabeza grande de ajos. 3 pimientos choriceros. 1 cebolla. 1 pimiento rojo. 5 cucharadas de aceite de oliva extravirgen.
1. Desmigamos el bacalao húmedo y lo desespinamos. 2. La piel, que al desmigarlo quitamos, ha de reservarse. 3. Secamos los trozos de bacalao con un paño. 4. Picamos ajos y cebolla. 5. Ablandamos los pimientos choriceros sumergiéndolos en agua tibia media hora. 6. Cortamos el pimiento rojo en tiras. 7. Cortamos la piel igualmente en tiras. 8. En una cacerola sofreímos los ajos y la cebolla, y antes que doren echamos la carne o pulpa de los choriceros. 9. Añadimos el bacalao y las tiras de piel sacudiendo con gracia la cazuela para ligar la gelatina. 10. A los diez minutos va el pimiento rojo previamente asado, pelado y en tiras. 11. Dejamos a fuego muy lento una hora. 12. ¡Y a emplatar!
Al entrar, encontramos celebrando el descanso y la vida a Carmen y Manu, herederos, dueños, cocinera y mestresala durante décadas, ahora clientes diarios. Su bar, chigre, mesón y casa de comidas pasó a Jorge, que primero tuvo la construcción por profesión y la cocina como afición, y tras la crisis de 2008 cambió el orden: «Soy turonés, me reinventé estudiando en La Carisa, y trabajé por unos cuantos chigres de la comarca antes de montar aquí mi primer local propio», nos cuenta. Y mientras lo hace atiende a sus demandados callos, a su bacalao con pisto asturiano o al ajo arriero, a su cabritu con patatines, a su fabada y su pote, sus cebollas rellenas, su arroz negro, su paella de marisco y, en resumen, sus asturianidades de casta. Los grupos de cazadores, vecinos, amigos, familiares y otros gustan ocupar las anchas larguras del espacio para mesas de muchos con menús abundantes y módicos. Si anda por ahí Manu, el anterior propietario y panadero, pídanle les enseñe su museo de latas en el portal vecino: de Caopinín y Colacao a galletas y pimentones, un entrañable arte que decoró la cocina de nuestras madres.
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