Un atraco sin prisas
Hasta 20 minutos llegó a durar el asalto a la oficina del Banco Herrero en la calle de Magnus Blikstad, a golpe de cuchillo
Domingo, 25 de septiembre 2022, 00:45
No la buena conducta, pero sí la paciencia parecía una cualidad del individuo que hace 25 años saltó a los papeles tras atracar la sucursal del Banco Herrero de la calle de Magnus Blikstad. Según EL COMERCIO contó cuando aún no se sabía el nombre del asaltante -«más bien bajo», de 1,55 metros de estatura, «y de unos 45 años»-, este no tuvo prisa alguna para cometer el asalto: entró al banco poco antes de las diez y cuarto y no salió hasta más tarde de y media. «Se introdujo en la zona de los empleados», leemos en nuestra edición de hace cinco lustros, «y colocó un cuchillo de grandes dimensiones a uno de ellos, a la altura del costado, para exigir la entrega de todo el dinero disponible».
Pero no era tan fácil el asunto. Como los empleados procedieron a explicar al atracador, «su objetivo se encontraba en un dispensador de billetes automático, que debe ser programado si se quiere abrir». Y el delincuente decidió esperar «como si no le importara el tiempo». Hasta 20 minutos tardaría en abrirse el dispensador. Todo ese tiempo se mantuvo el asaltante impertérrito y amenazando, con el cuchillo en la mano, a los empleados y a la directora de la sucursal. Y no le salió mal la estrategia, porque finalmente pudo hacerse con un botín de millón y medio de pesetas en billetes de 10.000, 5.000, 2.000 y 1.000.
Lo tenia todo previsto, hasta cómo huir. Antes de hacerlo, «amenazó de nuevo a los empleados de la sucursal para que no pulsaran los 'botones rojos', como así llamó a los timbres que accionan la alarma». Pero evidentemente los trabajadores no le hicieron caso. Una vez que el atracador hubo puesto pies en polvorosa, la sala del 091 fue alertada y las autoridades comenzaron a hacer las gestiones necesarias para prender al ladrón, un hombre de entre 40 y 45 años, «complexión normal, bajo y de pelo moreno». Y, sobre todo, no un profesional: aunque todo le había salido bien, se le vio nervioso; y, además, un cuchillo no parecía un arma muy especializada. Pero, profesional o no, aquel era ya el décimo atraco ocurrido en Gijón en lo que iba de año. Todo un récord. Y no de los buenos, precisamente.