Emilio Garcíablanco «era feliz viendo a la gente disfrutar»
Amigos y representantes del sector empresarial y hostelero acompañaron a la familia en un acto multitudinario en el Tanatorio de Cabueñes
Los recuerdos de la movida de los 60 y 70 en la ciudad resonaron ayer en un abarrotado Tanatorio de Cabueñes entre los numerosos corrillos de amigos que acudieron a despedir a Emilio Garcíablanco del Val, que falleció a los 97 años, a mes y medio de cumplir los 98. «Es un hombre que dio mucho a esta ciudad. Era amigo suyo y de su hermano y de la familia. Sus locales, y los eventos que organizaba hacían de Gijón un referente en el norte de España», comentó Álvaro Alonso, secretario general de la Cámara de Comercio, acompañado del presidente de la entidad, Félix Baragaño, quien recordó como los hermanos Garcíablanco fueron los precursores del Parque del Piles, «que fue durante 40 años la pista de baile de referencia y sala de conciertos para varias generaciones de gijoneses, entre ellos yo», destacó.
Un hombre «muy familiar y cariñoso que siempre se preocupó por todos», subrayó su nieto, Alejandro Garcíablanco, quien agradeció a EL COMERCIO «el precioso obituario. Toda la familia nos emocionamos mucho al leer y recordar su trayectoria. Hemos sentido el calor y el cariño de toda la ciudad», alabó el nieto, quien reside en Roma, pero tiene en Gijón su «segundo hogar y casi toda mi familia». Una familia compuesta, entre otros, por amigos de toda la vida como Ricardo Álvarez, hostelero y expresidente de Otea, quien muy emocionado confesó: «Fueron cerca de 20 años trabajando para él. Era como un padre para mí». También el CEO de Fenicia Marketing, Iván de la Plata, desarrolló su primer trabajo como relaciones públicas para este para el emblemático hostelero. «Era uno de los muchos relaciones del Oasis. Ahí tuve mi primer empleo. Le gustaba la gente joven y echada para alante como yo y con ganas de trabajar», apostilló.
Entre los numerosos amigos, tanto del mundo empresarial y hostelero como del Grupo que llenaron el Tanatorio de Cabueñes para arropar a la familia en la última despedida la frase más repetida era que «era feliz viendo a la gente disfrutar y reír». «Bajo su impronta nacimos y crecimos muchos empresarios que seguimos en activo hoy en día y, la verdad, que sí que noto que su espíritu va seguir vivo durante mucho tiempo, aunque con él se va una etapa de la ciudad», incidió De la Plata.
«Muy coqueto y deportista»
El grupista y colaborador de este periódico Janel Cuesta fue gran amigo suyo. «Emilio y su hermano Mario eran únicos. Eran unos grandes deportistas y nadadores. Trabajaban de noche y justo después, al amanecer se iban a entrenar en piragua. Fueron además pioneros en la pesca submarina en El Piles y en los pedreros del Rinconín», recalcó Cuesta. Además de dar muchas alegrías al mundo del piragüismo, el hostelero era el socio número 1 del Grupo Covadonga, por lo que desde la entidad enviaron una misiva recordando su sencillez, generosidad y fuerza. «Emilio era ejemplo de las personas que creen un proyecto común para hacerlo grande. El verdadero valor del Grupo está en las personas que lo forman. Él ha sido uno de los grandes promotores y defensores del que es nuestro mayor orgullo, nuestro espíritu grupista», aseveró Miranda. «Lo cierto es que era muy coqueto. Pocas veces lo veías beber. Él y su hermano eran sanos. Amaban el deporte tanto como sus locales y combinaron ambas facetas de su vida perfectamente», añadió Cuesta.
Burlón e innovador
Para el presidente de la asociación de Veteranos del Grupo, Lisardo Argüelles, «el humor burlón de los hermanos Garcíablanco era una de sus grandes características. Eso y lo competitivos que eran. Lo daban todo como empresarios, pues eran unos grandes currantes, pero también como deportistas. Nunca dieron una carrera por perdida. No llegaron a ganar el Sella, pero quedaron varias veces muy cerca obteniendo varios segundos y terceros puestos en K2. Era un tándem perfecto. A Emilio le afectó mucho la muerte hace más de 20 años de su hermano, pero él siempre tenía una sonrisa y supo tirar para adelante», finalizó Argüelles.
También desde Otea expresaron su dolor ante la que han calificado como «una gran pérdida. Con la marcha de Emilio, Gijón pierde a una figura clave en la historia de su ocio nocturno y diurno, un visionario que supo dinamizar la vida social y la hostelería de la ciudad durante décadas», aseveraron desde la patronal hostelera que alabaron como Emilio y Mario supieron ser «no solo empresarios. También crearon espacios donde generaciones de gijoneses y visitantes vivieron momentos inolvidables. Su pasión, dedicación y espíritu emprendedor marcaron una época y dejaron una huella imborrable en el sector. Expresamos nuestro más sentido y sincero pésame por el fallecimiento», culminan desde Otea.