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«Yo también quiero hacer esas acrobacias de mayor»
Público de todas las edades y procedencias vibró con las tres horas y media de Festival Aéreo de Gijón en una abarrotada bahía de San Lorenzo
Era la decimonovena ocasión en que la bahía gijonesa se llenaba de visitantes y autóctonos. No rompieron la barrera del sonido los cazas, pero sí ... de asistencia y expectación este Festival Aéreo de Gijón que levanta pasiones. «Esto es solo una vez al año, ¿cómo nos lo vamos a perder? Aquí venimos toda la familia», explicó a EL COMERCIO Borja Zamarreño, quien junto a su mujer, hija y nieta llevaba desde las diez de la mañana cogiendo un buen sitio en la playa, «para disfrutar de este luminoso día y para escuchar el ruido de los cazas».
El sol deslumbraba sobre la arena de Gijón y la temperatura subía mientras el arenal se llenaba de gente expectante para ver a los, de helicópteros, los ultraligeros, cazas, aviones militares salvamento marítimo, de bomberos... «Nos encantan los descensos de los paracaidistas, son auténticos magos», relató David del Río, venido desde La Robla. «Yo repito porque esto es una maravilla y además he convencido a varios amigos de León y Gijón. Lo estamos pasando maravillosamente. Esta ciudad es genial. Habría que celebrar más veces al año el Festival Aéreo, es todo un éxito».
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No había casi un hueco en la playa de San Lorenzo y el paseo del Muro estaba abarrotado por miles de personas. Algunas se acercaban a mojar los pies en el agua e incluso fueron provistas de tumbonas, como la familia Navayeva, originaria de Bielorrusia pero afincada en Gijón. «Llevamos aquí un año. Es nuestro primer festival y nos está encantando. Nunca habíamos visto ni escuchado nada así», comentaba Haleb, el hijo mayor tras quedar boquiabiertos por el ruido ensordecedor del F-18.
Surgió de la nada surcando el cielo azul el McDonnell Douglas F/A-18 Hornet. Este caza polivalente bimotor provocó un estruendo que revolucionó la ciudad entera. «Parecía que la terraza temblaba, nos hemos quedado sorprendidos. Ha sido increíble», explicaban Nuria Calleja y Pilar Herrera que, acompañadas de su familia, decidieron «evitar las aglomeraciones y ver el espectáculo relajadamente, con un poquito de sombra», relataron desde la azotea del Hotel Abba Playa. «Es la tercera vez que disfrutamos del Festival pero estamos seguras de que no fallaremos nunca porque cada año nos sorprende».
«¡Mira qué acrobacias, papi!»
Más de 300.000 espectadores estuvieron desde las 12 y hasta las 15.27 horas mirando al cielo y observando las maniobras y piruetas de las aeronaves. Entre ellos, un pequeño de tres años, Víctor, que con un avión de juguete en las manos exclamó: «¡Mira qué acrobacias, papi! Yo también lo quiero hacer de mayor». Manuel Rodríguez sonreía y mientras le abrazaba le contestó: «Pues tienes que estudiar mucho. Por megafonía están diciendo que son más de mil horas de prácticas». Esta familia llegó el viernes procedente de Valladolid para pasar el fin de semana en Gijón atraídos por la fama del Festival Aéreo. «Y desde luego no nos está defraudando. No podía quitar los ojos del Eurofighter ni de las acrobracias y maniobras que hizo Camilo Benito con sus dos aviones. Es todo un artista», argumentó Rodríguez.
«Si falla algo, nos mata»
Al lado de ellos, los miembros de una familia de Llanera que llevan dieciséis años «siendo unos auténticos forofos del Festival Aéreo», confesó Álvaro Flecha, no pararon de comentar cada minuto. «Nos estudiamos todo antes de venir, pero siempre nos alucina. ¿Habéis visto lo que ha hecho el piloto del Typhoon? Ha parado el motor y, tras ello, ha practicado una caída libre. Si falla algo, nos mata».
«Lo tienen todo calculado al milímetro», señalaron Ruth y Roberto, que siguieron el Festival Aéreo desde el Cerro. Estos leoneses son dos auténticos apasionados de la aeronáutica. Roberto montó en el famoso helicóptero Pegasus y ambos vieron el último vuelo de la Patrulla Águila en el Festival Aéreo de Murcia. También con el Elogio del Horizonte a sus espaldas, Rubén y su familia disfrutaron de lo lindo: «Los niños lo pasan genial y los mayores, también. Y eso que hemos tenido que cargar con un pequeño escayolado y la silla de ruedas, pero no hay nada que impida disfrutar de este día; único al año en Gijón».
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