«Aquí imprimí mi primer currículum que llevé al hospital para empezar a trabajar»
La alcaldesa Carmen Moriyón, clienta habitual de la librería Industrial, asiste a la celebración de los 75 años del negocio
La historia se remonta a hace muchos años. 75. Ahí es nada porque pocos negocios pueden decir eso en Gijón. Años que poco tienen ... que ver los de entonces con los de ahora, pero en los que difícilmente haya existido un gijonés que no haya pasado, comprado, y repetido, en la librería Industrial. Incluso, muchos de los que están leyendo estas líneas, tuvieron allí su primer sueldo trabajando como pinches.
La alcaldesa Carmen Moriyón lo hizo y lo hace. Ayer hizo un hueco en su agenda para brindar con la familia por esos 75 años. «A veces tardo un poco más o algo menos, pero intento venir casi todos los días», contaba. Eso de casi siempre, porque Moriyón relató cómo «traje en un disquette para que me imprimieran mi primer currículum, el que llevé al hospital para empezar a trabajar».
Con Natividad González, la matriarca, de 96 años, compartió anécdotas y momentos. Y se llevó un detalle especial por esa fidelidad: una pluma color rosa con un lazo símbolo de la lucha contra el cáncer. «Este negocio siempre fue muy adelantado a su tiempo». Como lo era Alfredo Suárez, marido de Natividad, y quien lo puso en pie. «Ya con 12 años hacía libretas que grapaba él mismo y se acercaba a Correos para escribir cartas ayudando a quienes no sabían hacerlo». Además, como destacaba Carmen Moriyón, «no había un negocio especializado en Gijón como este cuando Alfredo lo puso con 17 años. Lo trajo. Tenía una mente clarividente».
Hoy, al frente están Mercedes y Belén Suárez, las hijas. «Aunque nuestra madre nos sigue preguntando a diario qué tal han ido las ventas, si hubo gente, cómo les tratamos y sobre el inventario», contaron ayer a los asistentes. Porque la librería Industrial es un negocio querido como se vio con la complicidad, cava (y bombones) en mano, brindando junto a los negocios vecinos. «¡Ya no quedan negocios que duren tanto tiempo!», lamenta Belén. Todo una ristra de anécdotas, de nostalgia, y de sonrisas cómplices ante la atenta mirada de Mercedes, que, como buena amante de las formas tradicionales, se mantuvo en pie recibiendo a los asistentes. Sus hijas ríen: «No quiere la silla mientras tiene invitado», y añade: «Se retiró a los 80 años porque culpa de dos hernias, pero sigue muy encima del negocio. Si puede trabajar, vaya que si lo haría», contaba Mercedes.
Ahora, con ese brindis, toca pensar en levantar de nuevo la persiana del negocio hoy. Y mañana. Y pasado. Y así hasta la próxima celebración, y el relevo, si llega, de siguientes generaciones.
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