«Recibimos una educación en la Laboral de Gijón que estaba al alcance de muy pocos en la época»
Los Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral inauguran una muestra conmemorativa del 70 aniversario del primer curso lectivo del centro
La Universidad Laboral aún estaba en obras cuando echó a andar la docencia en el monumental edificio ideado por Luis Moya y que aspira a ser proclamado Patrimonio Mundial de la Unesco. Fueron un total de 408 alumnos los que integran las listas de aquella primera promoción, la del curso 1955-56, y los que estrenaron unas instalaciones extraordinarias para la época, así como un modelo educativo innovador y original desarrollado por los jesuitas, que rigieron el centro hasta los años 80. De todos ellos, solo 111 eran asturianos. Para el resto, la llegada a la Laboral fue el primer viaje en solitario de su vida para labrarse un futuro prometedor en un país aún en reconstrucción. De Cataluña llegaron 64, una docena de Aragón, cuatro de Valencia, 37 de Vizcaya, 279 de la hoy inexistente Castilla La Vieja y 61 de Castilla La Nueva. 37 andaluces, 18 extremeños , 23 leoneses y 18 gallegos completaron aquella primera promoción.
Para celebrar este 70 aniversario del arranque educativo de la Laboral se inauguró ayer una exposición en la sala de recepción del atrio corintio y un posterior acto académico, en los que se puso de manifiesto la impronta y profunda huella que dejó en todos ellos su paso por un centro en el que se estudiaba y se vivía y donde muchos de ellos jugaron con su primer balón de reglamento. Así lo recuerda Matías Antuña, que llegó a la Laboral como interno en el 59, con 14 años.
«Llegar impresionaba pero a los pocos días de estar aquí, recuerdo el verme con una camiseta como del Rayo Vallecano, pantalón de deporte, botas con tacos y balón de reglamento corriendo por un prado de esos de ahí y así mil cosas que, desde luego, antes no había tenido», rememora quien dedicó siete años a su formación en un centro del que también fue profesor de resistencia de materiales y tecnologías de la soldadura. «23 años estuve aquí contando mentiras», bromea.
En su opinión, la Laboral sigue siendo una gran desconocida. «Sobre todo, más que el edificio, lo que se hizo aquí, que salimos miles de alumnos con una educación que no estaba al alcance de casi ninguno en aquella época y esa labor no se valora», comenta. Recuerda cómo «había audiciones de música clásica para quién quisiera, había quien cantaba y participaba en una rondalla, un montón de actividades».
De todo ello hay testimonio gráfico en la exposición inaugurada ayer y que podrá visitarse hasta el próximo 30 de diciembre. Una serie de paneles explicativos recogen cómo era la vida en el centro en sus distintas facetas, entre ellas la deportiva o la festiva, con un recuerdo a las fiestas rectorales, y dejan constancia de los talleres de carpintería, chapa, torno o soldadura, entre otros, y las excursiones al monte o a la playa que hacían los alumnos.
Libros, libretas con apuntes, listados de clase, distintos objetos salidos de los talleres y chaquetas del uniforme escolar también componen la muestra, a cuya inauguración asistió la concejala de Cultura Montserrat López Moro, el presidente del PP de Gijón Andrés Ruiz y el diputado popular en la Junta General Manuel Cifuentes.
El presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral, Manuel Nevares, aprovechó la inauguración para reivindicar, una vez más, «un espacio permanente y de mayor relevancia» para exponer estos contenidos para guardar la memoria «para los jóvenes que algún día serán también antiguos alumnos», en referencia a los «miles de alumnos, cientos de profesores que hay hoy en día trabajando y formándose aquí». «Lo único que no tiene y que tanto nos unió es el internado», agregó.
Entre los exalumnos que participaron de la celebración ayer estaba Manuel Arrieta, que fuera concejal por Foro Asturias entre 2011 y 2019, así como jefe de Sección de Brigadas en el Ayuntamiento durante 34 años. Ingresó en la Laboral en el 59, con 15 años, para formarse como ajustador matriciero. Recuerda esa etapa «siendo consciente de que algo como aquello no lo había» y que transcendía la formación profesional. «Los jesuitas te daban una formación espiritual, pero también una formación humana», apunta, y pone como ejemplo los turnos que hacía para servir como camareros en el comedor. «Todo ese bagaje nos llevó a que la mayor parte de la gente que se formó aquí no tuvo ningún problema de trabajo y normalmente llegaron a cargos importantes profesional y humanamente», concluye.
Esto también lo corrobora José Murall Vila, madrileño de la tercera promoción (1958) y que luego fue profesor durante 44. «Venían, por ejemplo, de la Seat, que estaba en la otra punta de España, al acabar el curso a hacer exámenes a los alumnos para coger personal», afirma. De su llegada a Gijón con 14 años lo que más impresión le causó fue el paso del tren a la altura de Mieres. «Veníamos de noche, pasamos pegados a los altos hornos y había unas fogatas allí de mil demonios que dije dónde me he metido», recuerda. «Después nada, aquí estuve 5 años de interno y genial», añade.