Transmitir cariño a los suyos, el empeño de Claudia

Claudia González Álvarez abandonó el colegio de la Asunción en el año 2017 tras haber sido víctima de acoso escolar por algunos de sus compañeros. Lo contó ella misma en la nota manuscrita que subió a redes sociales antes de quitarse la vida la semana pasada. Un acoso que -según cuenta su propia madre- le hizo perder su autoestima y autoconfianza. La depresión la persiguió durante años, lo cual no quita para que su familia, su novio y sus amigos hayan podido disfrutar de ella en los últimos tiempos.

Claudia era una chica lista, sensible, entregada y también alegre. La mayor de sus pasiones era pintar y escribir. La imagen que acompaña esta información -un cuadro de sus mascotas pintado por ella misma- da buena cuenta de su enorme talento. Pintaba con su abuelo, paseaba por la playa con su madre, protegía a su padre, se dejaba mimar por su hermano, disfrutaba con su novio de sus artes con el violín y jugaba con sus primos pequeños.

Recientemente había encontrado refugio en el Ninjitsu, arte marcial japonés del espionaje y la guerrilla que utilizaron los ninjas durante siglos. «Cuando venía machacada de la ducha, volvía feliz. Allí había encontrado algo en lo que realmente se sentía realizada», dijo su madre en el discurso de su funeral.

Claudia vivía con el empeño de demostrar su amor a sus seres queridos, y de ayudarlos. Todos ellos dan cuenta de ello. «Siempre pensando en los demás antes que en ella misma», dicen.

Era una hija deseada y querida. Una buena hermana, buena nieta, buena prima, buena sobrina, buena novia y buena amiga. Quien la quiso, quien la quiere, la intentó ayudar durante años a salir de la depresión. Pero finalmente eligió un camino que hoy todos lamentan. Su familia ahora clama justicia y contundencia contra el acoso.

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