Trágico naufragio en el puerto
Marcelino Fernández, de 15 años, falleció tras volcar la lancha en la que partía con dos amigos. Era hijo de un capitán de la Marina
Aquel día no se habló de otra cosa en Gijón: había muerto, engullido por el agua de la mar Cantábrica, Marcelino Fernández Piñera, quince años ... de pura vida, de la que salía del puerto local en lancha acompañado de Luis Terry y Leandro Fernández. Hijo de un capitán de la Marina Mercante, Fernández estaba a los mandos del aparato cuando los jóvenes decidieron lanzar la embarcación 'a la cingadera' para dar un paseo a bordo. Pero todo salió mal. «Cuando la lancha en la que iban (...) se hallaba en el canal de la barra, el estrobo que sujetaba el remo al tolete se rompió de pronto. Entonces, la embarcación, a merced de las olas, se atravesó a la mar».
Hacía buen tiempo y no zozobraba el azul, pero la mala fortuna hizo que en un momento determinado sí surgiera una ola que, con toda su furia, «embistió de costado a la lancha». Refugiados a sotavento sus tripulantes, no pudieron ver cómo una segunda ola golpeaba el vehículo, volcándolo y dejándolo quilla al sol. Marcelino Fernández llevaba, para protegerse del frío, un gabán. Esa fue su condena: imposible nadar. Con la punta de Liquerica atestada de público presenciando la lucha de los jóvenes contra la mar, un bote de salvamento llegaría a tiempo para salvar a Leandro y a Terry, pero no así al involuntario protagonista de la noticia del día. A Marcelino Fernández le rescató de las aguas una trainera del barrio alto, pero ya agonizaba.
Quizá recibió un golpe
Nada se pudo hacer. Ya en la Casa de Socorro, «ni la respiración artificial, ni inyecciones fueron lo suficiente para hacerle revivir. Entonces, el médico certificó la defunción, y ordenó trasladaran el cadáver al Hospital». Muchas personas presenciaron el triste suceso, pero, aún así, sobre este pesó el misterio: ¿cómo no pudo Fernández, que estudiaba la carrera de piloto, que llevaba la mar en la sangre y que nadaba a la perfección, hacer frente al agua? «Se asegura», dijimos hace un siglo, «que al zozobrar la lancha del accidente, el fenecido joven debió haber recibido algún golpe que le dejara medio atontado». De otra forma no se explicaba.Pero, con motivo o sin él, nada impidió que ese día cayese el luto sobre Gijón.
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