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María Jesús Estébanez y Ana Sánchez, que se conocieron en abril de 2021 en el Hospital de Jove, reunidas por EL COMERCIO ayer. JOSÉ SIMAL
Día Mundial del Cáncer de Mama

«Tras el cáncer de mama hay una alta supervivencia, pero no calidad de vida»

Experiencia. Ana Sánchez y María Jesús Estébanez hablan de las consecuencias de la enfermedad, un año después de su operación: «Estamos peor ahora»

LAURA MAYORDOMO

Miércoles, 19 de octubre 2022, 01:17

La cita es a mediodía, en una cafetería de El Natahoyo. Coincidiendo con el Día Mundial del Cáncer de Mama -que hoy, 19 de octubre, se conmemora-, y un año después de que EL COMERCIO publicara la historia de María Jesús Estébanez y Ana Sánchez, dos mujeres a las que la enfermedad unió para siempre desde que se conocieron en abril de 2021 en el Hospital de Jove, donde fueron operadas, se produce el reencuentro. Ya no hay pañuelos cubriendo una cabeza desnuda y el primer comentario respecto a lo bien que se las ve, transcurrido este tiempo, es respondido con cruda sinceridad: «Estamos peor ahora».

Y, a partir de ahí, sus relatos desvelan las duras consecuencias de una enfermedad tras la que, como dicen ellas, «hay una tasa de supervivencia muy alta, pero no hay calidad de vida». Las secuelas son variadas: físicas, mentales. También laborales y económicas.

Empecemos por estas últimas. «Tenemos el alta médica del servicio de Cirugía, pero nos encontramos con que no podemos trabajar». En realidad no es que no puedan. Pueden y quieren. «A mí me vendría muy bien salir de casa, trabajar, volver a la rutina que tenía antes», reconoce María Jesús. Pero el mercado laboral les cierra las puertas. A María Jesús, por ejemplo, ya la han rechazado diciendo que no podían contratar a una persona «que no estuviera al cien por cien».

300 euros de ingresos

A Ana, que hasta el diagnóstico había trabajado como autónoma en el sector de la electricidad, la «invitaron» a irse de la única empresa en la que consiguió empleo en este año. Demasiadas ausencias por motivos de salud. Al frente de un hogar monoparental, y con dos hijos menores de edad, esta vecina de El Natahoyo de 41 años ha hecho malabarismos con la economía familiar, «organizándome y tirando de ahorros». Hace dos meses le concedieron el ingreso mínimo vital: «300 euros, porque toman como referencia mi última declaración de la renta, la de 2020». Es el mismo motivo por el que cree le vienen denegadas las becas que ha solicitado para su hijo pequeño, alumno de Infantil.

«El cáncer está considerada enfermedad común y no tenemos derecho a ningún recurso, ni ayuda ni nada», se quejan. Como también critican que ambas sigan esperando por el reconocimiento del grado de discapacidaad más de año y medio después de haberlo solicitado. «Teniéndolo tendría más opciones de que me contrataran», dice convencida María Jesús Estébanez.

Luego están las secuelas en la salud. El tratamiento pautado tras las sesiones de quimioterapia y la intervención para extirparles el tumor «te afecta muchísimo. A los huesos, a la cabeza. Sufres cansancio todo el día, pérdidas de vista y de memoria, dificultades para expresarte...». Las consecuencias de ese tratamiento «no te las cuentan. Las vas viviendo», apunta Ana Sánchez, que en el último año, además de para la reconstrucción del pecho, también ha tenido que pasar por quirófano para que le extirparan los pólipos en el útero que le provoca la medicación que debe tomar los cinco años posteriores a la operación de cáncer de mama.

Y luego están la ansiedad y el miedo a que cualquier mínimo dolor encubra realmente otro cáncer. Temores que les impiden conciliar el sueño. Y ahí apuntan otra carencia: la necesaria atención a la salud mental, «mucho más importante ahora que antes», pero escasa. «Con suerte tienes cita con el psicólogo cada seis meses».

Así que, sí, concluye María Jesús, «yo me veo mucho peor que el año pasado. Y ¿sabes qué? Mientras no tienes pelo todo es muy bonito, todos se vuelcan, te dicen que eres una luchadora... cosa que me pone negra porque es mentira, yo no me considero una luchadora. Pero te sale el pelo y entonces ahí parece que ya todo pasó, que ya estás bien. Yo no pretendo dar pena, pero la gente se olvida, nos dejan abandonadas en el sentido de que para que te hagan una revisión tienes hasta que reclamar», cuenta esta vecina de La Calzada de 48 años que en primavera salió de una consulta de Oncología en el Hospital de Cabueñes con fecha para la siguiente cita: «Año y medio después, en octubre de 2023».

Nueve casos en la familia

El cáncer de mama «lo pintan de rosa, pero de rosa no tiene nada», apostilla Ana Sánchez, que en el último año ha visto cómo su hermana pequeña recibía el mismo diagnóstico que a ella le comunicaron a principios de 2021. «El mismo tipo de cáncer y a la misma edad, con 40 años». Es el noveno caso que se da en su familia.

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