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Josep Borrell. EFE
La Unión Europea, ante el reto de ser una potencia no alineada a EE UU y China

La Unión Europea, ante el reto de ser una potencia no alineada a EE UU y China

Por segunda vez en veinte años, la Política Exterior europea tendrá a un español a los mandos, Josep Borrell, aunque esta vez en un contexto político más inestable

francisco javier Calero

Madrid

Sábado, 31 de agosto 2019

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Por segunda vez en veinte años, la Política Exterior europea tendrá a un español a los mandos. De la misma generación política y del Partido Socialista, Javier Solana diseñó los cimientos de una incipiente pero precaria acción diplomática europea. Dos décadas después el nominado como Alto Representante, Josep Borrell, en un contexto político más inestable para la UE, se enfrenta al reto de dotar al aparato comunitario de más audacia y efectividad. A falta de su ratificación por el Parlamento Europeo, el todavía ministro de Exteriores en funciones de España -no tomará el relevo hasta el 1 de noviembre– tiene por delante reparar la credibilidad dañada de la Unión en crisis como la de Venezuela de principios del año 2019, que demostró la disparidad de posturas entre países miembros e incluso vetos a una posición común a favor del reconocimiento de Juan Guaidó como líder legítimo del país.

Lograr una posición conjunta entre 28 países nunca ha sido fácil, pero se considera la columna vertebral de los éxitos diplomáticos de la UE. «En la crisis venezolana nos encontramos con el gran problema de la regla de la unanimidad que bloqueaba la acción e imposibilitaba estar a la altura en tiempo y espacio», apunta a este diario Beatriz Becerra, exvicepresidenta del Comité de Derechos Humanos del Parlamento Europeo y que siguió muy de cerca los acontecimientos. Como también lo hace Dita Charanzova, de los liberales de República Checa y vicepresidenta del Parlamento Europeo en esta nueva legislatura europarlamentaria, que en declaraciones a este periódicoseñala a Italia como principal Estado miembro que bloqueó el pasado invierno la posición común de la UE, motivado por cuestiones de política interna.

Esta semana, la UE ha celebrado el cambio de Gobierno en Italia. La entrada del Partido Demócrata en la alianza anti-Salvini junto con el populista Movimiento 5 Estrellas aventura un cambio de rumbo en su relación con la UE. Si bien ha sido tildado de marioneta, el primer ministro en funciones Giuseppe Conte se resarció con un formidable discurso de influencia europeísta a la fallida apuesta del líder de la Liga, Matteo Salvini, que después de ganar las elecciones europeas con el 34% de los sufragios trató de derribar el Ejecutivo con una moción de censura y adelantar elecciones para acaparar más poder. Además de su posición sobre Venezuela, el Gobierno italiano lideró el pasado otoño la resistencia en el seno de la Unión a imponer más sanciones a Rusia. Salvini -a quien la Fiscalía italiana ha abierto una investigación por las informaciones que relacionan a su partido financieramente con el Kremlin- las tildó de «locura económica, social y cultural» y «un absurdo» que costaría miles de millones de euros a las empresas italianas.

La UE no tiene una «política exterior europea» real porque cada país trabaja por su cuenta y los Estados miembros no quieren otorgarle la responsabilidad total al Alto Representante, consideran las fuentes consultadas. En entrevista telefónica con este diario, Pierre Vimont, ex diplomático francés de la UE y ahora analista para el think tank Carnegie, señala que pese a las críticas el caso de Venezuela es un buen ejemplo de cómo avanzar y tratar una política exterior europea más diversificada. «A pesar de la falta de unidad de los Estados, fue interesante ver cómo Mogherini decidió ir hacia adelante con la formación del grupo internacional de contacto para Venezuela pese a que no haya tenido muchos resultados hasta ahora. Es importante avanzar hacia este escenario por el que la UE no se sienta impedida para actuar atrapada en el bloqueo de los Estados».

Veinte años desde la llegada de Solana y diez desde la creación del cargo como respuesta a la impertinente pregunta de «¿a quién llamo si quiero hablar con la UE?», la Unión ha contado con dos mujeres a los mandos: las socialdemócratas Catherine Ashton y Federica Mogherini. Dos perfiles y estrategias distintas: mientras que la británica buscó centrarse en un reducido número de crisis y objetivos, la italiana, que venía de liderar durante ocho meses la diplomacia de su país ha intentado meter baza en todos los frentes posibles. Con dudoso éxito por su falta de profundidad en los temas, según analistas como Nicolas Gros-Verheyde del portal especializado «Bruxelles 2». El Acuerdo con Irán, uno de los pocos grandes éxitos de la diplomacia europea, especialmente de Mogherini, se encuentra en riesgo terminal después de la salida de Estados Unidos.

Lejos del bajo perfil político e internacional de sus predecesoras, el Consejo -señalan las fuentes consultadas- ha elegido a un veterano que atesora experiencia comunitaria como presidente del Parlamento Europeo. Aunque el político catalán ha mostrado en algunas ocasiones poco talante diplomático. Durante el mes de febrero, Borrell dijo que la administración Trump estaba actuando como un «cowboy» por amenazar con invadir Venezuela para derrocar al régimen de Maduro.

La UE sigue siendo el mercado más grande del mundo, representa conjuntamente el segundo actor político con mayor gasto en Defensa tras EE UU y puede desplegar el mayor cuerpo diplomático. «La UE necesita aprender a pensar como un poder geopolítico y para ello Borrell debería impulsar un debate sobre ir hacia la soberanía estratégica», subraya a este diario Susi Dennison, investigadora principal del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Esto significaría el avance de la UE hacia la clarificación de sus propios intereses y valores, cómo defenderlos y reducir la dependencia de las demás potencias.

Para la analista del ECFR, los nuevos líderes de las instituciones europeos no deberían reclamar «más Europa», que «sería hasta perjudicial en estos momentos», sino «más resultados con las actuales armas con las que cuenta la UE» en un mundo cada vez más inestable.

En el tradicional discurso ante 200 diplomáticos franceses, el presidente Emmanuel Macron pidió más audacia ante el inmovilismo para hacer de Europa un «poder de equilibrio» y no un «poder alineado con Estados Unidos y China». «Sabemos que las civilizaciones están desapareciendo [...] Europa desaparecerá. Y el mundo se estructurará en torno a dos grandes polos: los EEUU y China, y tendremos la opción de elegir entre los dos«, expresó.

A juicio de Vimont, que fue entre diciembre de 2010 y marzo de 2015 el primer secretario general ejecutivo del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), cuerpo diplomático creado en 2010, «Javier Solana trabajó en un marco muy diferente previo al Tratado. No era vicepresidente de la Comisión. Ashton y Mogherini, sí. Fue alguien muy diferente, un arquitecto. Con las condiciones actuales, el entorno institucional ha cambiado totalmente para tener una administración sustancial con más de 3.000 oficiales trabajando para el Alto Representante». Ahora Borrell, agrega, tiene que trabajar con una estructura mucho más sólida, pero a la vez más complicada de movilizar. «En los últimos años ha habido muchas ideas pero no se ha actuado debidamente en el terreno. Se necesita más acción de la diplomacia europea», concluye. Y para ello recomienda al SEAE (con un presupuesto anual de 980 millones de euros) que busque mayor eficiencia y concreción en sus propuestas al futuro Alto Representante para la acción diplomática.

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