La costera de vidrio fue este año abundante: 700 kilos de vasos y botellas se recogieron anteayer del fondo marino del Puerto Deportivo de Gijón. ... Un grupo de beneméritos submarinistas llevaron a cabo la operación, que no tendrá efectos en el balance del tráfico portuario, en crisis por la pandemia de la covid-19, ni en las subastas de la rula, en alza con las mareas de bocarte, pero invita a analizar las causas de tan significativa cosecha anual de basuras. Cuesta poco trabajo deducir que esos quintales de vítreos desechos solo pueden proceder de los establecimientos dedicados al bebercio que están asentados en el hinterland portuario. En lenguaje moderno, lo que se ha dado en llamar ocio nocturno. Es un hecho que los parroquianos de este combativo sector de la hostelería no suelen encontrar inconvenientes para efectuar sus consumiciones en la vía pública. En horas punta, esa ingesta grupal de bebidas alcohólicas tiene todas las características de lo que cabría calificar de botellón alegal, y con frecuencia tiene como colofón el lanzamiento de botellas y vasos a las aguas del puerto.
La patronal del ramo elude asumir cualquier tipo de responsabilidad en esa práctica reprobable. Sostiene que no puede evitarla, argumentación feble, porque si dispone de medios para controlar quien entra en el local e impedir los 'simpa', es obvio que podría dedicarlos también a impedir que los parroquianos salgan con sus consumiciones a la vía pública. Eso o llamar a los guardias. Pero la autoridad -municipal- competente siempre se ha puesto de perfil en este asunto, blanda y tolerante ante un ramo que actúa como grupo de presión 'de facto', y no hay indicios de que vaya a cambiar de postura. El resultado será que dentro de un año la cantidad de basura extraída de la basa del Puerto Deportivo será mayor que la del sábado pasado, porque el mes que viene se establece en el Muelle la Semana Negra y es presumible un alza apreciable del consumo de bebidas espirituosas en aquel ameno espacio de la villa.
Tan pesimista barrunto, sin embargo, tal vez fuera capaz de desactivarlo el director general de la Autoridad Portuaria de Gijón, porque decía «todo esto es nuestro» al referirse ayer en EL COMERCIO a la fachada marítima occidental del municipio. Nuestro, vendimos, calculamos, tenemos, estamos, estaríamos, podamos, licitaremos, creemos, podemos... Es inevitable percibir un aire de prepotencia político-administrativa, buscada o no, en esas referencias a bienes públicos desde un organismo público, otro poder fáctico, que tutea al municipal, consentidor y ausente, pese a que es el único elegido por el pueblo soberano. Dicho en otras palabras: ¿dónde está escrito que la burocracia muselina y la de Madrid decidan qué hacer, por su cuenta y con el Ayuntamiento de Gijón de figura decorativa, con una parte esencial del territorio del concejo?
Pero abandónese toda esperanza. El papelón de la medrosa mayoría municipal en el caso de la estación de la ITV de Granda, mientras la oposición municipal en bloque hace el ridículo con su hipócrita postura de ignorar el Plan General de Ordenación que ellos mismos aprobaron, da toda la razón en el conflicto al lejano Gobierno regional. Quién lo diría.
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