La playa, el Piles, el parque
PLAZA MAYOR ·
Será una buena manera de recibir al otoño que llega la entrada en pruebas de la depuradora de aguas residuales de Somió, anunciada anteayer en ... EL COMERCIO. Si se supera esa fase, no parece aventurado pronosticar que en el verano de 2022 la instalación -dependiente de la Empresa Municipal de Aguas desde abril del año que viene- pueda estar a pleno rendimiento, con inmediatos efectos benéficos para las aguas del litoral oriental gijonés, lo que requiere que también el emisario submarino de Peñarrubia se encuentre en perfecto estado de revista. Se pondrá fin así a un largo periodo de costosos desatinos políticos y administrativos, trufado de persistentes manifestaciones sectoriales de egoísta e insolidaria oposición vecinal a unas obras imprescindibles para el saneamiento de la villa.
También están a punto de terminar otras obras cercanas, las del pozo de tormentas del parque de los Hermanos Castro, que posibilitará aliviar al Piles de los alivios de aguas fecales que periódicamente infectan las aguas del río y contribuyen a convertirlo en una alcantarilla al aire libre que desemboca en la playa. La salubridad plena de las aguas de la playa es el objetivo, que la entrada en funcionamiento de las nuevas instalaciones acerca, pero aún no son suficientes para conseguirlo. Es indispensable que las aguas del Piles -y las del Peñafrancia y las de los arroyos y regatos que les son tributarios- bajen completamente limpias, sin vertidos clandestinos, sin la contaminación derivada de convertir los cauces fluviales en aliviadero frecuente del alcantarillado. Es una empresa que por su importancia merece la dedicación de todos los recursos necesarios, sin regateos y con la firmeza necesaria para vencer resistencias contrarias a los intereses generales del concejo. He ahí un programa, aguas limpias en la playa y en el Piles, cuyo cumplimiento justificaría sobradamente todo un mandato municipal como el iniciado en mayo de 2019.
Los beneficios de esa actuación se apreciarían de modo especial en la zona este del municipio, que también va a salir ganando con las obras de reparación y conservación iniciadas en el parque de Isabel la Católica (ya ganó mucho con la peatonalización de la avenida de El Molinón, una obra excelente, cuyos enemigos critican con argumentos más falsos que un duro de madera, como decir que puede causar atascos en días de fútbol, cuando la realidad es que en esas fechas la avenida siempre estuvo cerrada al tráfico). El parque ha sido víctima de la incuria municipal durante muchos años, de modo especial desde 2011 hacia acá. Mientras en la Casa Consistorial hacían el Don Tancredo, la fauna del parque era diezmada por las nutrias y se constituyó en objeto de latrocinio para otra clase de depredadores, bípedos implumes. Parte de esa fauna, como los cisnes, desapareció de hecho. El abandono, la falta de aprecio a una de las propiedades más valiosas del patrimonio ciudadano de Gijón, se manifiesta aún en el hecho de que allí sigue, sin nada encima, la peana que algún día sostuvo la estatua de Manuel Álvarez Laviada, el autor de la mayor parte de las esculturas del parque, cuya pétrea efigie está en paradero desconocido (o no explicado). En ese marco inadmisible de dejadez, de deterioro galopante, los encargados de la gobernación del concejo tuvieron la ocurrencia de proponer el parque como escenario de una concentración de gastronetas. Eso da una idea de su capacidad política, lo que no impide que apeados ya del poder municipal reclamen ahora con frecuencia las mejoras para el parque que en ocho años no quisieron implementar.
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