Un catálogo de buenas intenciones. Así se puede definir la última versión del plan de vías (¿por qué llaman plan de vías, otra corruptela alóctona ... del lenguaje informativo, de una ambigüedad inexplicable, a lo que está definido oficialmente con toda claridad, desde setiembre de 2002, como la «integración del ferrocarril en la ciudad de Gijón»?). Se da un salto atrás, de 13 años, para volver a la fase de planificación de una infraestructura imprescindible para el concejo que ya en 2008 estaba orientada sobre bases sólidas, las del proyecto de estación intermodal, y el planeamiento urbanístico complementario, obra del arquitecto Jerónimo Junquera, como ganador del concurso internacional convocado al efecto. Desde entonces acá solo se movieron algunos papeles, ni un centímetro cúbico de tierras ni un ladrillo, salvo la demolición de las antiguas estaciones-con antigüedad inferior a un cuarto de siglo, oye- y la conclusión de la perforación del túnel del mal llamado metrotrén (en realidad, metrotrén era la denominación del programa conjunto de cercanías de Asturias, de Renfe y de Feve, elaborado durante el ministerio de Cascos). Los sucesivos ministros del ramo de Fomento de los gobiernos del PP, con especial dedicación, en este sentido, de Ana Pastor Julián, se encargaron de la congelación, la no ejecución, del plan de Junquera, con la ayuda del Ayuntamiento gijonés gobernado por FAC, como cooperador necesario, al plantear la ocurrencia de cambiar de sitio unos 300 metros el emplazamiento previsto para la estación, pretexto exquisito aprovechado por sus socios electorales para aumentar los retrasos, porque significaba volver a empezar.
La vuelta atrás de ahora es necesaria; la pérdida de tiempo, irreparable y merecedora de reprobación severa. De lo dado a conocer acerca del nuevo plan llama la atención que se haya renunciado a que el túnel que algún día llegará a la vera del Hospital de Cabueñes tenga también vías de ancho métrico. Cuesta trabajo asumir que no exista alguna solución técnica para que los trenes de exFeve puedan compartir el túnel con los de la Renfe clásica. La incompatibilidad aceptada perjudica a cientos de miles de usuarios, los que tendrán que hacer transbordo en la estación intermodal si pretenden acercarse en tren al hospital, a El Molinón, al campus, si proceden de concejos como Noreña, Siero, Langreo, San Martín del Rey Aurelio y Laviana (línea Gijón-Laviana) y Carreño, Corvera, Avilés, Castrillón, Soto del Barco, Pravia, Muros de Nalón y Cudillero (línea Gijón-Cudillero). El mismo transbordo será obligatorio para viajar desde el este de Gijón a esos municipios. En total, alrededor de 280.000 personas, más de la cuarta parte de la población de Asturias, discriminadas.
También suscita curiosidad la forma en que se implementará la pretensión de que esas dos líneas de ancho métrico, ahora una en dirección sur y la otra hacia el oeste, tendrán el mismo trazado, paralelo a las de ancho ibérico «desde su paso frente a la factoría de Arcelor», objetivo que, a simple vista, parece de costosa ejecución en el caso de la segunda, lo que permite sospechar que no se hará de un día para otro.
Esa unificación de trazados ferroviarios no deja de ser una sorpresa, pero de magnitud incomparable por sus efectos a la estupefacción que produce leer también ayer, en EL COMERCIO, las declaraciones de la gerente del Sespa, que atribuye los enormes retrasos para realizar determinadas intervenciones quirúrgicas a que la comunidad autónoma está muy envejecida, no por falta de médicos. Con el mismo desenfado sostiene que «tenemos un buen sistema sanitario» y «que quizá a veces somos demasiado autocríticos». Claro, como un intimísimo amigo del arribafirmante, su otro yo, que no encajó con deportividad autocrítica el hecho de que le hicieran un TAC -revelador de novedades poco gratas- a los nueve meses, nueve, de solicitado con carácter de preferente.
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