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Cubas y camiones de Bomberos de Oviedo y Asturias, situados frente a la fachada del 58 de Uría en pleno incendio.

Cinco bomberos se encontraban en los edificios incendiados cuando cayeron

El derrumbe sorprendió a otros tres agentes, que lograron protegerse tras una cortina de agua | Además de Eloy Palacio y Juan Carlos Fernández, otros tres agentes trabajaban en el interior de Melquíades Álvarez,25

Gonzalo Díaz-Rubín

Lunes, 11 de abril 2016, 07:50

En una tragedia, en un accidente, siempre hay alguien que vuelve a nacer. Alguien que perdió el avión, que se giró antes de cruzar cuando venía el camión. También hay su reverso. Las personas que no debían estar ahí, que cambiaron sus billetes para adelantar el vuelo, que subieron al autobús porque llovía... Cuando tras más de cuatro horas ardiendo la estructura del número 58 de la calle Uría colapsó el pasado jueves, todos los ojos se volvieron a la cesta vacía del brazo articulado, desde la que minutos antes combatían los últimos focos Eloy Palacio y Juan Carlos Fernández. El primero, de 55 años, casado y con dos hijos, falleció como consecuencia del derrumbe; el segundo, de 35 años, salió con apenas magulladuras. Cuni volvió a nacer. También Francisco Javier López, Iván González y Celestino Rodríguez libraron. Nadie los vio, pero estaban dentro también cuando la estructura se vino abajo. Combatían las llamas desde el interior del número 25 de la calle Melquíades Álvarez, dando agua a través del patio de luces. El desplome de Uría, 58, arrastró el de las plantas sobre sus cabezas. Una inmensa nube de vapor, rescoldos y ascuas a altísima temperatura se abalanzó hacia a ellos. En el último segundo, abrieron la espita de la lanza al máximo y el rociador creó una cortina de agua fría que les salvó y permitió huir escaleras abajo. Instantes después se sumarían al equipo que trataba de rescatar a sus compañeros.

El incendio dejó un herido y un muerto, pudieron ser cinco, por los bomberos que estaban dentro cuando se derrumbó, como pudieron ser nueve. Minutos antes del derrumbe, cuando las llamas estaban casi controladas, el jefe de Bomberos, José Manuel Torres, y otros funcionarios decidieron atacar la situación desde el balcón de la primera planta de Uría, 58. Cuatro bomberos sujetaron la escalera de mano con la que Torres y dos compañeros, subieron a romper ventanas y regar las llamas, pese a que buena parte de la estructura y las escaleras se habían ya desplomado, como se aprecia en las imágenes. Se bajaron poco después, tal vez, por precaución. La escalera de mano, rota por la mitad, fue uno de los efectos que rescataron de entre los escombros los integrantes de un nuevo retén al día siguiente.

Pudieron ser muchas más las víctimas entre los 28 funcionarios del servicio municipal o los 10 que se incorporaron, a partir de las dos de la tarde desde distintos parque del Bomberos de Asturias. Todos arriesgaron su vida para controlar el incendio, la duda, lo que investiga la Policía Nacional bajo la dirección del Juzgado de Instrucción Número 2 de Oviedo, es si lo hicieron en demasía, sin la debida coordinación y control del riesgo y si esto pudo ser una de las causas del fallecimiento de Eloy Palacio.

Hasta el momento, los agentes han tomado declaración a tres mandos de bomberos, incluido el jefe del servicio y a un sargento; recabado materiales y equipos, entre ellos la ropa del herido Cuni, y vídeos e imágenes de toda la operación. También se han incautado de las comunicaciones entre la centralita y el operativo y los partes de actuación, que el Ayuntamiento aún no ha difundido. La investigación y la toma de declaraciones continuará hoy, pero las imágenes del suceso dejan ver que todos corrieron riesgos evitables.

Hasta cinco camiones de bomberos, tanto de Oviedo como del servicio regional, estuvieron trabajando a la vez bajo la proyección de la fachada del número 58 de Uría, donde un desplome violento, que por fortuna no se produjo, comprometía su seguridad. Lo hacían pese a que, como han resaltado varios funcionarios consultados por este diario, el edificio estaba perdido, no había víctimas en su interior y la tarea principal debía ser concentrarse en proteger los inmuebles anexos, según ha señalado el delegado de Prevención y bombero municipal, Miguel Ordóñez.

El magnolio y la farola

El dispositivo de bomberos luchó contra el fuego y contra el gabinismo. Durante toda la intervención, el brazo articulado tropezó con dos de sus símbolos: una farola de cinco brazos y un magnolio, ambos frente al número 58 de la calle Uría, mientras se peleaban con otro, el descuido evidente de las redes de hidrantes que les dejó casi sin agua con la que combatir las llamas.

Durante todo el tiempo, mientras las lenguas de fuego lamían las fachadas, nadie hizo nada por retirar los obstáculos. El magnolio, sin embargo, se cortó el sábado, cuando no molestaba. La farola cayó esa misma noche para dejar sitio al encofrado.

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