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Un solo ordenador encerraba el día a día laboral, siempre detrás de la pantalla, del padre de familia. Teletrabajaba como colaborador en diferentes compañías alemanas. ... Era el único autorizado en la casa de Oviedo para utilizarlo y ocurría algo similar con la puerta de acceso a la vivienda. También era el encargado de hacer la compra o de salir a recogerla cuando solicitaba que un repartidor se la llevase al domicilio. Dentro, un clima de reclusión casi absoluto en el que él y su familia, compuesta por su mujer y sus tres hijos, de entre 8 y 10 años, vivían desde diciembre de 2021. Los menores fueron rescatados el lunes de la semana pasada por la Policía Local. Los padres cumplieron este miércoles una semana tras las rejas en la cárcel de Asturias.
La familia llegó a la zona rural de Oviedo desde Alemania coincidiendo con una de las últimas olas de la pandemia, presuntamente huyendo de los servicios sociales germanos, pues tenían la intención de desescolarizar a los pequeños para instruirlos en casa por su miedo a la crisis sanitaria. El propio comisario de la Policía Local, Javier Lozano, especuló la semana pasada con un posible «síndrome covid» como posible motivación del padre para decretar el aislamiento sine die.
Eso fue lo que se encontraron los agentes de la Policía Local que se encargaron de la detención del matrimonio el pasado día 28, en pleno apagón. No obstante, también hallaron una situación de insalubridad y dejadez que poco tenía que ver con la protección contra la enfermedad del mundo exterior que los padres trataban de aplicar a sus hijos. Excrementos de un gato en mal estado de salud, algunos de los pañales usados que hacían llevar a los dos hermanos más pequeños y una sorprendente, según había calificado el comisario, acumulación de medicamentos. Trataban, supuetsamente, a los niños contra diversas enfermedades que no padecían y la madre incluso advirtió a los uniformados que los menores sufrían graves dolencias.
Tal extremo ha sido desmentido por la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar. El Principado ya ha confirmado que los niños «están físicamente perfectos», y los esfuerzos se centran ahora en que vayan ganando confianza con los educadores del centro de menores en el que residen para ir cimentando un largo proceso de recuperación tras casi cuatro años encerrados en los que apenas vieron la luz del sol ni salieron a jugar al patio.
Sí se asomaban a las ventanas de su cuarto, donde dos de ellos dormían en cunas y el tercero en un camastro. Así es como los agentes comprobaron que, tal y como había denunciado una vecina de la zona, efectivamente había niños en la casa, donde sólo estaba censado el padre.
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