«Mi tío Ildefonso estaría feliz viendo cómo ha mejorado»
La familia de Sánchez del Río, el ingeniero autor del diseño del Palacio de los Deportes de Oviedo, felicita al Ayuntamiento por el resultado de la remodelación integral
La reinauguración del renovado Palacio de los Deportes de Oviedo para autoridades contó con una visita muy especial: la familia del Ildefonso Sánchez del Río, autor del diseño del pabellón, cuyas obras se iniciaron en 1961 y concluyeron en el 75. Un ingeniero con dotes de visionario –imaginó una cubierta metálica para el edificio muy por delante de lo que permitían por aquel entonces los avances técnicos– y polifacético que no paraba quieto y llegó, incluso, a diseñar un motor rotativo. Así lo recordó su sobrino, Francisco Javier Sánchez del Río, quien sólo tuvo palabras de agradecimiento para el Ayuntamiento por la rehabilitación del edificio.
«Mi tío Ildefonso estaría feliz viendo cómo ha mejorado esto; lo hubiera visto con orgullo y satisfacción porque –gracias a la nueva cubierta plateada de zinc– es como él quería que se viera: de las cosas más bonitas que he visto en mucho tiempo», manifestó durante el recorrido. La del Palacio de los Deportes de Oviedo, recordó Sánchez del Río, «fue una obra muy importante tanto por la cubierta como por las articulaciones, que eran un reto». Y ahí, continuó, su tío Ildefonso supo encontrar la forma de elevar el dibujo sobre los tejados de Ventanielles. «Tenía muy buenos amigos arquitectos y dicen que era una mezcla de ingeniero y arquitecto, pero yo, como ingeniero, reivindico que él es lo que era», concluyó.
Lo que estrena ahora Oviedo es un Palacio de los Deportes más moderno y versátil, sin pista de atletismo, pero con capacidad para 5.340 personas sentadas y otros dos millares de pie en la pista cuando se celebren los previstos conciertos. Quizá el cambio más importante haya sido la mejora de la eficiencia energética, pues el consumo del edificio ha pasado de cuatro millones de kilovatios hora por año a 870 gracias a la reforma de la envolvente térmica y la cubierta, de 12.000 metros cuadrados.
«El resultado es espectacular», confirmó el arquitecto Bienvenido Turrado, que actuó como director de obra durante los trabajos. «Fue un auténtico reto pero ahora es una satisfacción, estamos recogiendo los frutos».
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