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Su vida hay que empezarla por el final porque ser la presidenta de la Comunidad Israelí del Principado y ser judía es en estos momentos harina de otro costal con la guerra en Gaza, el acuerdo de paz y asistir a la devolución de cadáveres que fueron tomados rehenes el 7 de octubre de 2023. «Estoy muy preocupada». Acepta pero no perdona. Dejando de lado la tragedia, si es que se puede dejar de lado en algún momento sin sentirse culpable por el olvido, la vida de Aida Oceransky (Ciudad de México, 1945) comenzó en su barrio mexicano con sus padres, Ángel y Vera, dentro de «un hogar judío muy religioso (observante) donde me movía con niños judíos para todas las actividades. Era una vida con mis padres, con la misma formación». Siguió cuando, gracias a un programa del Gobierno de Israel, pasó unos años en su patria judía en un 'kibutz', una granja para niños y familias donde «se practicaba un socialismo bien aplicado», con pocas posesiones privadas. «Aparte de mis cinco hijos, el 'kibutz' ha sido la experiencia más buena de mi vida» y se completó con una venida a España en 1969, primero a Madrid y luego a Oviedo, siguiendo al entonces su marido, que se vino a la capital del Principado a dirigir una empresa.
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Estudió Ciencias Medioambientales y formó parte de la primera Corporación democrática en el Ayuntamiento de Oviedo en la lista de UCD y con Luis Riera como alcalde, que «sólo él cobrara y eran 10.000 pesetas (60 euros) que donaba a la Cocina Económica».
Convencida de profundas creencias, aún recuerda cómo cuando llevaba a los niños al colegio de La Gesta «yo no quería que rezaran el Padre Nuestro y el Ave María por la mañana al entrar en clase y la profesora doña Julia me decía que mis hijas llegaran un poco tarde para evitar la situación. Era una mujer muy abierta».
De esos primeros años en Oviedo recuerda que «la gente era muy amable y muy bien vestida aunque era todo muy gris, el cielo, las calles, los trajes de los hombres... Pero me gustaba que la gente fuera muy religiosa».
Tras salir del Ayuntamiento trabajó vendiendo publicidad para el periódico 'Región', ya desaparecido; vendió arte y «tuve reuniones para vender tupperware», hasta que entró a trabajar en el Centro Comunitario de Sangre «para intentar captar fondos para la infraestructura del centro. Ahí me jubilé a los 65 años y no he parado, me faltan horas en el día para hacer cosas».
Después, y a la vez, fue Presidenta de Cruz Roja Oviedo, de la Asociación de Amistad de Asturias con Israel, coordinadora estatal de la lucha contra el antisemitismo y de la Asociación de Amigos de Israel.
Hace punto, le gusta la jardinería, tiene dos nietas que están constantemente en su pensamiento, sale a pasear y camina por el monte, hace manualidades y, sobre todo, dedica gran parte de su tiempo a la comunidad israelí en Asturias. Ahora no son buenos tiempos pero Aida Oceransky no deja de mirar el futuro con esperanza. Quizás con la esperanza del pueblo elegido.
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