Adiós a Fernando Morán, el asturiano que abrió las puertas de Europa
El diplomático, político y escritor avilesino fallece en Madrid a los 93 años tras una larga carrera de servicio al país
JOSÉ L. GONZÁLEZ
gijón.
Jueves, 20 de febrero 2020, 02:31
«Nos abrió el camino para ser quienes somos y para estar donde estamos en Europa». La frase es de Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y está dedicada a la persona que despejó la senda a España para su entrada en la Unión Europea: el diplomático, escritor, intelectual y sobre todo político de enorme altura Fernando Morán, que ayer falleció en Madrid a los 93 años dejando tras de sí un legado al alcance de muy pocos. Figura difícil de abarcar por su enorme dimensión, el avilesino dedicó su vida a colocar a España en el mundo. Lo hizo desde todos los ámbitos: la política, la diplomacia y el pensamiento, aunque fue en el primero de ellos donde se ganó un puesto en la historia.
De padre zamorano, ingeniero de Caminos destinado a la Junta de Obras del puerto de Avilés, y madre asturiana, hija a su vez de indiano emigrado a Cuba, Morán llegó al mundo en 1926. Lo hizo en la pequeña villa asturiana, de la que nunca se despegó a pesar de los muchos cambios de residencia que le llevaron a Segovia, Burgos, París y Madrid durante la primera etapa de su vida. Licenciado en Derecho, con estudios en Ciencias Políticas y Económicas, pronto se interesó por las relaciones internacionales, que marcarían su vida. Con 28 años ingresa en la carrera diplomática y ya entonces contaba con el padrinazgo de Enrique Tierno Galván, uno de sus mentores y una de las personas que marcaron su trayectoria vital. El inicio de su carrera diplomática es también el de su matrimonio con María Luz Calvo-Sotelo, hermana del que llegaría a ser presidente del Gobierno con UCD, con quien tuvo tres hijos: Fernando Morán, actual embajador en Argelia; María Luz Morán, rectora de la Universidad Menéndez Pelayo, y Clara Morán, periodista y traductora. En la segunda mitad de los cincuenta ya estaba clara su vocación europeísta y también su rechazo al franquismo, integrándose junto a Tierno Galván en una plataforma denominada Acción Democrática que impulsó finalmente Dionisio Ridruejo. Las investigaciones del régimen tuvieron sus consecuencias, obligándole a trasladarse de su primer destino diplomático, Buenos Aires, a Sudáfrica, donde conoce de primera mano el 'apartheid'.
En su regreso a España, pasa a ocuparse de los asuntos africanos sin dejar de lado su vertiente de escritor, con dos novelas ya publicadas y varios ensayos que irían apareciendo a medida que su carrera avanzaba. Con la muerte de Franco se lanza a la vida política. Su primera aventura no fue bien. Integrado en el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, no logra el acta de diputado por Madrid a la que aspiraba en 1977, pero sigue al lado de su mentor y compañero en el proceso de fusión de su agrupación con el PSOE, siglas que le acompañarían el resto de su vida. Un año más tarde ve cumplidas sus aspiraciones políticas al lograr el puesto de senador por Asturias. Desde su cargo, que le da asiento en la Asamblea de Parlamentarios que impulsó la preautonomía asturiana, se vuelca con el proyecto de su tierra, ostentando además el cargo de consejero de Bienestar Social durante apenas unos meses para acabar participando en la redacción del estatuto de autonomía. Eran los primeros pasos de una carrera política de treinta años en la que su figura llegaría a lo más alto. La rotunda victoria del PSOE en 1982 le lleva al puesto de ministro de Asuntos Exteriores y fue desde ahí desde donde pilotó la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea. En un país que salía de 40 años de dictadura, con todo por hacer, en un Gobierno en el que era «el abuelo», rodeado a sus 56 años de jóvenes que aspiraban a comerse el mundo, Morán puso su calma y sabiduría al servicio de España para poner los cimientos que sirvieron para colocarla en el puesto que hoy ocupa. Porque, frente a la inexperiencia de muchos de sus compañeros de gabinete, Morán tenía un bagaje que le había permitido trazar un plan: apertura de la valla de Gibraltar que Franco había cerrado; negociación del tratado de adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea que culminó y firmó, aunque fue destituido antes de la rúbrica; y negociación con EE UU para que rebajase su presencia militar en España. La apertura que planteaba para España, con una clara mejora de las relaciones con Francia impulsada por él mismo, el posicionamiento que dibujaba para su país en el contexto internacional marcaron las bases de lo que llegaría después y le catapultaron al lugar que se reserva para los grandes políticos.
De firmes convicciones y fuerte carácter, el referéndum sobre la entrada de España en la OTAN supuso un choque con Felipe González que le valió en 1985 el puesto de ministro.
El político que había logrado conducir el barco español por las aguas de la internacionalización, que le había dado una voz nueva y propia en el mundo, era ahora a sus 59 años una pieza de difícil encaje, después de haberse ganado la valoración de la ciudadanía tras haber sido objeto de burlas por su imagen de veterano profesor en un gobierno de jóvenes.
La ONU, a donde fue en calidad de embajador, fue su siguiente y efímero destino. Menos de dos años tardó en volver a integrarse en una lista electoral, en este caso para los primeros comicios al Parlamento Europeo. Al frente de la lista se puso y al frente de la delegación socialista española siguió hasta las elecciones de 1989, donde revalidó su escaño. Lo haría una segunda vez, completando una carrera de diez años en Estrasburgo que abandonó para dar lo que al final se convertiría en un paso en falso. En 1999 se presentó como cabeza de lista del PSOE a las elecciones a la Alcaldía de Madrid. Frente a él estaba José María Álvarez del Manzano, con dos mandatos ya cumplidos al frente del consistorio. Ese año revalidó el tercero abocando a Morán a la retirada de la política.
Desde entonces, el político avilesino vivió en la discreción, donde siempre le gustó moverse. Entre libros, seminarios y reconocimientos, como la Medalla de Oro de Asturias que recibió en 2006, vivió el político que abrió a España las puertas de Europa.
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