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La fotógrafa Graciela Iturbide. Guillermo Navarro
Premios Princesa de Asturias 2025

La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide corona su carrera con el Premio Princesa de Asturias de las Artes

Considerada un icono de la fotografía contemporánea, su obra se ha expuesto por medio mundo y también en Gijón, donde de la mano de la Fundación Mapfre se vio en 2017 una retrospectiva de su obra

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 23 de mayo 2025, 13:13

«Dueña de una mirada innovadora y dotada de una extraordinaria profundidad artística, la lente de Iturbide ha retratado la naturaleza humana a través de fotografías cargadas de simbolismo, que crean un mundo propio: desde lo primitivo a lo contemporáneo; desde la crudeza de la realidad social hasta la magia espontánea del instante». De esta forma retrataba el jurado del Premio Princesa de las Artes a su ganadora 2025, Graciela Iturbide. Lo hacía tras la deliberación 'online' que concluyó que la célebre fotógrafa nacida en Ciudad de México en 1942 es efectivamente arte, pero también documento. Esa combinación de poética y pragmática, esa mirada social sobre la cotidianidad del mundo, y de forma especial sobre su país, que ha derrochado siempre propician imágenes que se ven y se sienten. Respetuosas y evocadoras, cada una de sus fotografías «tiene una carga emocional y cultural que nos invita a mirar más allá de lo visible».

Vuelve la fotografía al palmarés de los Princesa, que el pasado año galardonó a Magnum y con anterioridad a Annie Leibovitz, aunque no en la categoría de las Artes, que sólo había laureado hasta ahora a Sebastião Salgado. Misma geografía americana y hasta un trabajo conjunto comparten el Príncipe este viernes fallecido y la Princesa nombrada. El premio apunta a México, a todas las mujeres y hombres de esa América del norte y el sur que ella ha disparado en su sempiterno blanco y negro y en análogico. Aunque cierto es que su periplo vital y visual ha sido mucho más amplio.

Su obra se ha expuesto por medio mundo, de EE UU a Argentina, Bélgica, Francia o Brasil y, por supuesto, en México y en España, también en Gijón, adonde en 2017 llegó una retrospectiva de la Fundación Mapfre con obras de sus series más conocidas, como la de los indios seris o 'El baño de Frida'.

Quiso ser escritora primero y cineasta después antes que fotógrafa, pero acabó enganchada al gozo de captar instantes, mundos, vidas... La fotografía de Manuel Álvarez Bravo, que ejercía la docencia en la Universidad Autónoma donde ella estudiaba cine, la enamoró. De 1970 a 71 trabajó como su asistente, acompañándolo en viajes a través de México y pronto caminó sola a través de Latinoamérica, en Cuba y Panamá especialmente. «Cuando conocí a Álvarez Bravo, su libertad creativa me inspiró a dedicarme a la fotografía, su parte poética y su forma de trabajo me ayudaron a ser quien soy. Él era muy libre», ha dejado dicho esta mujer que con el tiempo acabaría por convertirse en un icono de la fotografía contemporánea.

Imagen de EE UU de la serie 'Cuadernos de viaje'. Autorretrato de Graciela Iturbide, México, 1989, de las colecciones de la Fundación Mapfre. Una de las fotografías de la serie 'El baño de Frida'.
Imagen principal - Imagen de EE UU de la serie 'Cuadernos de viaje'. Autorretrato de Graciela Iturbide, México, 1989, de las colecciones de la Fundación Mapfre. Una de las fotografías de la serie 'El baño de Frida'.
Imagen secundaria 1 - Imagen de EE UU de la serie 'Cuadernos de viaje'. Autorretrato de Graciela Iturbide, México, 1989, de las colecciones de la Fundación Mapfre. Una de las fotografías de la serie 'El baño de Frida'.
Imagen secundaria 2 - Imagen de EE UU de la serie 'Cuadernos de viaje'. Autorretrato de Graciela Iturbide, México, 1989, de las colecciones de la Fundación Mapfre. Una de las fotografías de la serie 'El baño de Frida'.

En 1978 le llegó a la fotógrafa un proyecto fundamental y que marcaría su devenir. Se convirtió en comisionada por el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México para documentar la población indígena del país. Enfocó al pueblo seri, un grupo de pescadores nómadas en el desierto de Sonora. Más tarde, fotografió Juchitán, y la cultura zapoteca del estado pacífico de Oaxaca, en el sureste mexicano. Cuba, Alemania Oriental, India, Madagascar, Hungría, París y los Estados Unidos fueron sus siguientes destinos vitales y visuales en los que su máxima ha sido siempre dejarse sorprender por la belleza. «Si una imagen tiene algo especial, es porque estoy capturando lo que me sorprende, sin pensar demasiado en ello», asegura una creadora fascinada por la muerte, por lo místico y lo simbólico que considera su fotografía «una reacción ante lo inesperado».

Afable y cercana, como exige un oficio que requiere de acercarse al otro con empatía y complicidad, su trabajo ha sido multipremiado y aplaudido en todo el mundo. Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y doctora honoris causa por el Columbia College de Chicago y el San Francisco Art Institute, Iturbide ha recibido numerosos galardones a lo largo de su carrera, entre los que destacan el premio de la W. Eugene Smith Memorial Fund (EE UU, 1987), el Grand Prize Mois de la Photo (Francia,1988), la Guggenheim Fellowship (EE UU, 1988), el premio Hugo Erfurth (Alemania, 1989), el International Grand Prize (Japón, 1990) y el premio Rencontres Internationales de la Photographie (Francia, 1991).

La autora de una obra que ha tomado también forma de libros dijo en una ocasión cuál es la fórmula para hacer una buena fotografía: «La combinación del ojo, la inteligencia y el corazón. Cuando esos elementos están alineados, junto con tus influencias y experiencias, puedes crear algo que realmente conecte con las personas».

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