Las monjas de Somió: «Cuando nos enteramos de que el Papa era agustino, saltamos de alegría»

La madre Asunción es la mayor de las cinco religiosas del convento de las Agustinas Recoletas de Somió. Lleva 73 años en esta congregación, a la que entró con tan solo 18, y León XIV es el octavo Papa que ve pasar por el Vaticano. Pero este, sin duda, es «el más especial».

Sor María es la segunda más longeva, y tras 38 años de devoción agustiniana, ahora considera que «la orden quedará marcada» para siempre. Las tres restantes, sor Leticia, sor Elva y sor Mónica, que se unieron al convento gijonés hace siete años procedentes de Lugo, confiesan con entusiasmo que al conocer la noticia «saltaron de alegría». Les pilló por sorpresa, pues nunca antes había ocupado la cátedra de San Pedro un seguidor de San Agustín, y «es el Espíritu Santo el que tiene que inspirarlo». Ni siquiera sabían que, entre los papables, existía un cardenal de su congregación. Esperan que esto traiga, además de buenas noticias para su pequeña comunidad, un aumento en el número de fieles adscritos a esta orden. «Es una bendición», comentaban emocionadas. Tanto es así, que apenas unas horas después de conocer el nombramiento del nuevo Papa, sus amigos y familiares las llamaron para felicitarlas.

Sin contener la ilusión, admitían que habrá celebraciones, empezando por una eucaristía que tendrá lugar el próximo domingo, a las 10 horas, en la capilla del convento. Además, ya planean cambiar la imagen de Bergoglio que preside la entrada por una del recién inaugurado pontífice.

Se espera que el papado de Robert Francis Prevost continúe el legado aperturista iniciado por el fallecido Francisco, una línea aplaudida por muchos y denostada por otros tantos. Para estas monjas agustinas, lo que significa es que la Iglesia continuará poniendo en primer lugar la «paz y la humildad; el mundo lo que necesita ahora es estar unidos en la paz y en el amor para conocer a Jesucristo». No en vano, los principios de esta congregación son la «fraternidad» y tener, como dice San Agustín, «el corazón ardiente de amor a Dios y al prójimo», explicaban.

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